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Feria de Hogueras

Ponce y El Juli, a hombros con una encastada corrida de Garcigrande

Hubo tres toros excepcionales, con bravura, fijeza y prontitud

Enrique Ponce y El Juli, a hombros en el cierre de la feria de Hogueras.
Enrique Ponce y El Juli, a hombros en el cierre de la feria de Hogueras.TESEO

La corrida de Domingo Hernández, con los dos hierros de la casa, tuvo lo que no suele tener el toro moderno: casta. Fue corrida interesante en diversos niveles, con toros de gran juego para el torero, como el lote de Ponce y el primero de El Juli; otro, como el sexto, obediente y muy noble, un tercero que se puso complicado y un quinto que prometía lo mejor de todos, pero que al final pagó con creces la exigencia en los dos primeros tercios y terminó acobardado y manso. Pero, en fin, corrida que nunca perdió el interés.

La pelea del primero de la tarde fue un espectáculo. En estos tiempos que corren, poco visto. El de Domingo Hernández, toro regordío y cómodo de cara, se empleó, empujó con todas sus fuerzas y con las mismas se llevó caballo y picador hasta el mismo platillo. En pelea monumental, metiendo los riñones. El picador se cogió bien y le pegó un puyazo en toda regla. Ni los más viejos del lugar recordaban pelea semejante: monumento al tercio de varas. ¡Ya era hora!

Con pujanza, con la bravura demostrada e intacta, llegó el toro a la muleta de Ponce. Antes, en banderillas, corretón y algo distraído, bajó de nota. Pero volvió a recuperar nivel en el tercio final. La faena de Ponce, pausada, de buen ritmo, pero sin terminar de redondear las series. En todas hubo bellos pasajes, pero también faltó la continuidad deseada. Gran fondo del toro. En un descuido de Ponce, la bravura del animal hizo hilo al torero, lo persiguió y a punto estuvo de cazarlo. Labor muy larga, prorrogada por el descabello, por lo que llegó un aviso antes de entrar a matar y otro con el toro amorcillado ante la espada de cruceta. A tan gran toro lo despidieron con una ovación en el arrastre.

Sin el nivel tan cálido del primero, pero noble y obediente sin condiciones, el cuarto de la tarde, con el hierro de Garcigrande. Toro más de acuerdo con los tiempos que corren: toro de la modernidad. Fue dos veces al caballo, discreto la primera vez, defensivo en la segunda y muy suelto y corretón en banderillas, provocado, quizás, por una lidia deficiente. Vista que la cosa pintaba a favor de corriente, Ponce atacó desde el primer momento. Ataque frontal, sin descanso; también sin reservas. En faena tan afanosa, entró de todo por el mismo precio. Hubo muletazos reposados y otros de rabiosa actitud. Los circulares y las poncinas finales pusieron la plaza rendida a los pies del torero.

GARCIGRANDE, HERNÁNDEZ / PONCE, EL JULI, CAYETANO

Cuatro toros de Domingo Hernández y y dos Garcigrande, -4º y 5º-, de correcta presentación. Encastados en líneas generales, con tres toros de gran juego: primero, segundo y cuarto.

Enrique Ponce: _aviso_ estocada trasera y baja _segundo aviso_ y cinco descabellos (saludos); estocada trasera y tendida _aviso_ (dos orejas).

El Juli: estocada algo caída (dos orejas); pinchazo hondo y descabello (saludos).

Cayetano: pinchazo y estocada hábil (saludos); pinchazo _aviso_ y estocada (palmas).

Plaza de Alicante. Quinta y última corrida de Hogueras. 24 de junio. Tres cuartos de entrada.

Otro gran toro fue el segundo. De menos presencia que el que abrió la corrida, pero dentro de la normalidad. Se dejó, sin más, en varas, pero fue una máquina de embestir a la muleta de El Juli. Fijeza, prontitud, son, el hocico arrastrado por la arena; un toro sin pegas y con muchas virtudes. La respuesta de El Juli fue total. Ligero en ocasiones, pero el mando como principal virtud y el temple, hicieron lucir al máximo al toro. Los cambios de mano, las series, sobre todo sobre la mano derecha, en bucles continuados, llevaron la faena a su máximo esplendor. El corolario fue de gran pegada: tres circulares invertidos, ligados entre sí, que el toro admitió como si fuera el primer muletazo de tan larga faena. Toro de vuelta al ruedo, que el presidente obvio. Ni se enteró, vamos, de tan gran animal.

El quinto prometía mucho, tanto que El Juli le hizo una verdadera faena con el capote: hasta tres quites, tres, después de acudir el toro al caballo al relance, emplearse y desmontar al de tanda. Tres quites, que se dice pronto, de una tacada: por lopecinas, por faroles y por chicuelinas, más los respectivos remates de medias o largas. Todo un repertorio a toro también pronto, codicioso e incondicional. Pero tanto capote pareció pagarlo luego. En banderillas el de Garcigrande se hizo el amo del ruedo, pero ya en la muleta se acobardó a las primeras de cambio. Se salió distraído de los muletazos y El Juli no logró sujetarlo. Los intentos fueron vanos, hasta que el toro, ya sin disimulos, buscó las tablas por donde huir o refugiarse.

El tercero de la tarde fue de esos toros que piden el carnet profesional en primera instancia. Mal picado, se defendió en el peto con la cara arriba y a tarascada limpia. Cogió de muy mala manera al banderillero Alberto Zayas en su turno y los momentos muy dramáticos se saldaron con la paliza consiguiente pero, por fortuna, sin mayores consecuencias. El toro, muy avisado, encastado, llegó muy enterado a la muleta. Cayetano no entregó las cartas, ni echó la toalla. Su respuesta fue responsable, valiente, de amor propio, ante toro que tenía mucho que torear. No cedía el toro en sus exigencias, que salía de la suerte distraído y buscando no se sabe qué, ni facilitaba posturitas más o menos estéticas. Cayetano, firme, se hizo con la situación aunque el lucimiento del toreo moderno no entraba en esta ocasión.

El toro que cerró la feria, de preciosa pinta amelocotonada, derribó con estrepito y codicia, pero fue mal picado en la segunda entrada. Fue un tren en banderillas, encastado, pero resultó obediente y noble para la muleta. Y de nuevo un Cayetano responsable, en faena sin lucimiento, sin acople con el toro, pero con el amor propio por bandera. No se rindió en ningún momento, aunque los muletazos no resultaran ni completos ni redondos. Le agradecieron sus disposición, pero con la impresión de dejarse algo en el camino.

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