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don de gentes
Columna
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Urge hablar de educación

Si los niños votaran tened por seguro que eso que llamamos "gente de la cultura" serían muy conscientes de que el nivel de la educación escolar de un país está estrechamente relacionado con el número de futuros lectores, espectadores, mentes críticas

Elvira Lindo
Aula en Bello (Teruel).
Aula en Bello (Teruel).Julian Rojas

Si los niños votaran. Ay, si votaran. Si abandonando su deliciosa inocencia fueran conscientes de pronto de aquello que precisan para crecer en esa igualdad de oportunidades que no les estamos facilitando, su pliego de reivindicaciones aparecería en el discurso público de manera natural y constante. Si los niños votaran tened por seguro que eso que llamamos "gente de la cultura" no celebraría solo que hubiera un ministerio exclusivo para ocuparse de sus asuntos, también serían muy conscientes de que el nivel de la educación escolar de un país está estrechamente relacionado con el número de futuros lectores, espectadores, mentes críticas. Habría que celebrar que ahora el Ministerio de Educación tiene un añadido, "y Formación Profesional", porque es urgente darle entidad a esos oficios malamente calificados de segunda. Si votaran, ay, si votaran los futuros adultos seguro que en la primera entrevista que se le hizo al presidente Pedro Sánchez en TVE la educación habría estado integrada en el cuestionario. El fútbol, por supuesto, no quedó fuera. Impensable decepcionar a un mundo que mueve tanto dinero y tan furiosas pasiones. 

Enseñar a un niño a expresarse oralmente y por escrito ha de ser un compromiso nacional

Los niños aparecen en primera plana cuando Trump los separa de sus madres para meterlos en jaulas, una inhumanidad que nos parte el corazón, pero desaparecen en cuanto se trata de ocuparnos de ese presente en el que se mueven ajenos a la agenda política. Si nos preocuparan tanto como fingimos cuando aparecen los datos del informe Pisa el periodista preguntaría, el ciudadano exigiría respuestas y el político lo tendría presente en su discurso. Es urgente. En nuestro país, según Cáritas, el 80% de criaturas que nacen en el seno de una familia en situación precaria están condenadas al mismo futuro que sus padres, y es sabido que en una sociedad desigual la posibilidad de ascenso de los desfavorecidos es menor.

Si bien es cierto que el abandono escolar ha decrecido una vez que acabó el boom inmobiliario, ahora ese abandono de las aulas se produce en las capas más pobres, con lo cual es un elemento más agudo de exclusión y desigualdad. Más que desesperar urge intervenir. Debería existir un clamor para que esto sea un asunto que nos quite el sueño. Los recortes en educación en los pasados años aumentaron el desatino pues se ha venido produciendo progresivamente una segregación escolar que arrincona a los niños con problemas, migrantes o pobres, en unos colegios, mientras otros centros, justo donde se concentran los hijos de una clase más holgada, se ven aliviados de esta carga y pueden incluir en sus planes de estudio actividades extraescolares que son prohibitivas en una barriada humilde.

Separar a los estudiantes según el nivel de excelencia es ejercer un clasismo indecente desde la tierna infancia

Por otra parte, separar a los estudiantes según el nivel de excelencia es ejercer un clasismo indecente desde la tierna infancia, porque está bien demostrado que existe en las aulas el "efecto pares" por el cual un alumno mediocre mejora si estudia en una clase que avanza a un ritmo adecuado. En ese sentido, la Comunidad Valenciana ha sido ejemplar al tomar medidas correctivas como no permitir la libre elección de centro para que no se generen guetos de alumnos con dificultades, como está ocurriendo por ejemplo en Madrid.

Es cierto que la mayoría de las responsabilidades educativas están transferidas a las comunidades pero también que necesitamos un discurso firme y claro que defender. Charlo con Liliana Marcos, investigadora en desigualdad y políticas públicas de Oxfam Intermón, inmersa en un estudio sobre la educación en nuestro país, y de su análisis se deduce cuánto terreno va ganando el origen de un niño frente al efecto benéfico que podría tener la educación. Y como dijo el maestro Rodari, "a un niño no podemos culparle de no aprender, sino aprender a enseñarle". Compensar las dificultades de sus padres, no abandonarle a un destino precario, para que no caigan como una losa sobre su futuro las amenazantes palabras bíblicas que advierten de que "al que tiene le será dado y tendrá más, pero al que no tiene, aún lo que no tiene le será quitado".

En nuestro país, según Cáritas, el 80% de criaturas que nacen en el seno de una familia en situación precaria están condenadas al mismo futuro que sus padres

Tantas cosas se le exigen al nuevo gobierno para luego olvidar lo esencial, ese lugar donde se define el futuro de las personas. Enseñar a un niño a expresarse oralmente y por escrito ha de ser un compromiso nacional. Al que debería contribuir la radio televisión pública si ejerciera como tal. Gianni Rodari, que en una Italia bien diferente a la de ahora supo aunar en cuentos y programas televisivos la educación y la fantasía, escribió estas palabras que siempre me emocionan:

"Sin lengua no existe ninguna de las asignaturas que distinguimos y clasificamos como tales. La lengua es el aire en el que viven todas esas llamadas asignaturas. No se puede hacer historia sin lengua ni tampoco filosofía ni política; no se puede vivir sin lengua. Nos movemos en la lengua como un pez en el agua, no como un nadador. El nadador puede zambullirse y salir, pero el pez no; el pez tiene que quedarse dentro. Así estamos nosotros dentro de la lengua; la hablamos y a veces ella lo hace por nosotros".

Si un gobierno quiere distinguirse debería comenzar por abordar este objetivo: el que todos los niños, al margen de su origen, puedan moverse por el mundo como peces en el agua.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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