El filósofo estadounidense Michael J. Sandel, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales
El profesor impartió durante décadas en Harvard 'Justicia', el curso con el mayor número de alumnos de la historia de la institución
Michael J. Sandel (Minneapolis, 1963) enseña en Harvard y tiene la rara habilidad de saber traducir las complejas, y a veces áridas, consideraciones de la filosofía política para llevarlas a audiencias cada vez más grandes. Su curso, que titula Justicia y que dicta en la célebre universidad desde hace décadas, ha batido récords de asistencia y cada año las plazas del Teatro Sanders, donde imparte sus lecciones, tienen que rifarse entre los matriculados ya que la demanda supera siempre el aforo disponible. El jurado del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales lo ha elegido este año entre 34 candidaturas de 16 nacionalidades.
Contra los excesos del mercado
El jurado del Princesa de Asturias de Ciencias Sociales premia esta vez “una obra ejemplar sobre los fundamentos normativos de la democracia liberal y la defensa de las virtudes públicas”.
“Además de por su visión pública de la justicia”, Sandel destaca, según el jurado, “por la crítica de los excesos de la lógica del mercado y por promover el debate para la solución de los principales dilemas morales”.
Sandel imparte también un seminario sobre las consideraciones éticas en la biotecnología. Pese a no ser republicano, se convirtió en consejero del Gobierno estadounidense sobre estas materias entre 2005 y 2007 durante la presidencia de George W. Bush.
La claridad y la sencillez son dos de sus mayores virtudes. Cada uno de los problemas que plantea arranca siempre de situaciones fácilmente reconocibles, de ejemplos próximos, de referencias que resultan familiares. Y ya después levanta el vuelo para analizar los asuntos que propone con las herramientas que ofrecen pensadores como Kant, John Rawls o Aristóteles, por solo citar a los autores a los que dedica capítulos independientes en el libro que recoge su curso y que ha vendido más de un millón de ejemplares.
Justicia, que Debate publicó en España en 2011 y que lleva el significativo subtítulo de ¿Hacemos lo que debemos?, entra de lleno en algunas de las cuestiones que más han dado que hablar en los últimos tiempos, ya sean el aborto o la tortura, la eutanasia, los negocios turbios y fraudulentos, la gestión de pasados conflictivos o el patriotismo, las altas finanzas, el peso de la religión en la política actual.
¿Cómo deben ser las leyes?, ¿dónde se marcan las líneas rojas para que sea posible maximizar el bienestar, respetar la libertad y promover la virtud? ¿No existe un conflicto potencial entre las necesidades de la comunidad y las exigencias de los individuos? ¿Qué factor pesa más? ¿Pueden las emociones interferir en las políticas públicas o en las pulcras estancias del derecho?
Sandel recoge una anécdota significativa y la pone en escena para empezar a limar sus aristas, observa el problema desde perspectivas distintas, señala el embrollo. Su capacidad para cautivar la atención de sus alumnos ha sido tal que parte de su éxito procede de la versión televisiva de sus lecciones, que lo proyectó a los públicos más diversos y que ha elevado el prestigio de Harvard al convertir su curso en el primero que ha sido difundido gratuitamente por Internet. La filosofía política llega, así, con Sandel al gran público a través de las nuevas tecnologías: los conocimientos más sofisticados están al alcance de las masas. Esa ha sido seguramente su mayor conquista.
Sandel, de quien se han traducido en España otros ensayos como El liberalismo y los límites de la justicia (2000), Contra la perfección (2007) o Filosofía pública: ensayos sobre moral en política (2008), está vinculado a la llamada teoría comunitarista, que cuestiona el peso excesivo que el liberalismo otorga al individuo y que reclama mayor protagonismo de la sociedad civil. En una entrevista realizada durante la gira de promoción de Justicia, y a propósito de la relación de las leyes de hoy con los hechos del pasado, Sandel decía: “La responsabilidad moral no es solo individual, tiene una proyección histórica y colectiva, así que debe transmitirse de generación en generación. Frente al pasado, la responsabilidad moral es la de superar divisiones y odios heredados para convivir en el presente. También ante el futuro, en retos como el del cambio climático, existe esa responsabilidad moral. Es justo que procuremos dejarles a los hijos de nuestros hijos un mundo que sea habitable”.
No estamos solos. No operamos sobre el vacío. Cada individuo forma parte de una comunidad llena de ruido y tensiones. “La reflexión moral no es una empresa solitaria, sino un empeño público”, escribió Sandel en Justicia. Y poco después observaba: “Cuando la reflexión moral se vuelve política, cuando se pregunta qué leyes deben gobernar nuestra vida colectiva, le es imprescindible entremezclarse en alguna medida con el tumulto de la ciudad, con las disputas que agitan el espíritu público”.
Es ese filósofo que ha explicado que las leyes se construyen en sociedades conflictivas y diversas, agitadas muchas veces por emociones exaltadas y donde confluyen intereses antagónicos, el que dentro de unos meses acudirá a Oviedo a recoger el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. La importancia de su obra, en cualquier caso, no solo tiene que ver con sus consideraciones teóricas y abstractas y con la finura de sus análisis. Importa, y mucho, su indiscutible destreza para llevar la reflexión política al “tumulto de la ciudad”. Es ahí, al fin y al cabo, donde todos ejercen de ciudadanos. Es ahí donde la política cobra todo su sentido.
Babelia
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