Miguel de Unamuno vence: el mito se mantiene en pie
Varios expertos consideran que su enfrentamiento con Millán Astray fue de calado y que su intervención casa con lo conocido
Aún es pronto para saber si ha vencido, pero ya se puede decir que ha convencido a medias. Unamunistas e intelectuales han comentado el reportaje publicado ayer en estas páginas, titulado “Lo que Unamuno nunca dijo”, que refería una investigación del historiador salmantino Severiano Delgado en la que se concluye que la versión popular y más conocida del enfrentamiento entre el rector de Salamanca y el general franquista el 12 de octubre de 1936 es en realidad un mito literario. A juzgar por sus opiniones, Unamuno parece que resiste.
El catedrático emérito de la Sorbona Jean-Claude Rabaté y su esposa, Colette, considerados como los unamunólogos más respetados, concuerdan con que lo que hoy se conoce fue una “recreación literaria” del periodista Luis Portillo. De hecho, no creen que la investigación de Delgado añada nada nuevo a lo ya escrito por el matrimonio, En el torbellino: Unamuno en la guerra civil, que complementa la monumental biografía que dedicaron al escritor vasco hace nueve años. Sin embargo, no están de acuerdo en la idea de que fue un tumulto de poca importancia: “No hay que exagerar el episodio, pero tampoco minimizarlo. La realidad es que nunca podremos saber qué dijo Unamuno exactamente, sólo tenemos las 40 palabras que escribió en un sobre mientras los demás intervenían. Sí, la versión es un relato más o menos ficticio y podemos pasarnos la vida discutiendo sobre lo que dijo o no dijo, pero el espíritu, la idea, permanece, y el mito creado es muy importante, porque escenifica el enfrentamiento histórico entre una memoria republicana y otra franquista”, explica Jean-Claude.
Para Andrés Trapiello, que trata aquel 12 de octubre en Las armas y las letras, no solo afirma que el mito sigue vigente, sino que, como también dice Rabaté, cree que hay pruebas que acreditan que aquel no fue un enfrentamiento menor o vulgar: “Fue enormemente grave, y tal vez la mayor evidencia sea que el franquismo nunca intentó desmentirlo, como sí hizo con Lorca. Cuando el río suena, agua lleva. También hay un discurso de Millán Astray el 18 de octubre en el que vuelve a hacer una arenga violenta contra los intelectuales, cartas de Unamuno que recogen los Rabaté… Vamos, no niego que se haya hecho literatura con el episodio, pero el mito sigue siendo válido, aunque no se dijeran textualmente las palabras que conocemos”.
Café en el casino
Que Unamuno fuera a tomar café al casino aquel día, lo que para Delgado probaría que no le dio mucha importancia, no es relevante para Rabaté, que asegura que “era algo lógico en un hombre de costumbres”, ni para Trapiello: “Es posible que Unamuno no fuera consciente de lo que había sucedido, cosa normal: a menudo no nos damos cuenta de la importancia de lo que vivimos hasta que ha pasado un tiempo”. El historiador Andreu Navarra, que acaba de terminar un libro sobre el Unamuno viajero y ha abordado las relaciones entre los intelectuales antes de la guerra, cree que esa desubicación de Unamuno se debió a que, “como les pasó a Baroja, a Marañón y a Ortega y Gasset, era un liberal que abrazó tímidamente el franquismo y no entendió su violencia ni fue capaz de preverla”. Por eso considera muy positivo que se “desdramatice” y se presente un personaje “sin etiquetas, que no fue fascista, pero tampoco un héroe”.
El debate sigue y ahora a la luz del cine
Este debate originado a partir del trabajo del historiador salmantino Severiano animará, sin duda, la discusión en el homenaje a Miguel de Unamuno que el Instituto Cervantes ha organizado en Madrid esta tarde, donde intervendrán, entre otros, el matrimonio Rabaté y Andrés Trapiello.
La sombra del mito se hará mucho más larga cuando el director de cine Alejandro Amenábar ruede en Salamanca el largometraje que está preparando sobre el escritor de las pajaritas de papel, una de cuyas secuencias principales transcurrirá en el paraninfo de la universidad aquel 12 de octubre de 1936.
Para el historiador Santos Juliá, las licencias poéticas y los relatos exagerados son vicios propios del periodismo de la época, que tampoco se molestaba por encontrar testigos directos de los acontecimientos: “Los reportajes sobre el fusilamiento de Lorca, por ejemplo, son de una novelería absoluta. En un contexto tan politizado, es lógico que se escriban relatos que refuerzan la convicción de la maldad del otro y de la santidad del propio. Unamuno murió como mártir y santo, y no tiene nada de extraño que triunfase esa versión, porque era lo que se esperaba de él, no se entendía que no se hubiese unido a la defensa de la República”.
Para Rabaté, no está en entredicho “la lucidez de Miguel de Unamuno” ni su figura de “intelectual castigado por el franquismo”. Navarra opina que “la izquierda necesita el mito para poder leerlo y redimirlo (a Unamuno)”. Y Trapiello no tiene intención de cambiar gran cosa en su nueva edición de Las armas y las letras: “Añadiré alguna novedad, pero creo que el enfrentamiento conserva su significado”.
Babelia
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