Oreja de ley para Javier Cortés, herido al igual que Gonzalo Caballero
Iván Vicente da una vuelta al ruedo frente a una seria y noble corrida de Joselito
Como si de un homenaje a los héroes del 2 de mayo se tratara, dos toreros, Javier Cortés y Gonzalo Caballero, protagonizaron una tarde épica en la plaza de Las Ventas. Ambos, heridos, no aceptaron marcharse a la enfermería hasta que sus respectivos oponentes doblaron y fueron apuntillados. Toda una lección de valor, entrega y torería de dos matadores jóvenes que llegaron a Madrid sin más contratos en el horizonte. Pero no solo fue la suya una tarde de gran mérito por haber aguantado en el ruedo hasta el final; lo fue también porque los dos, especialmente Cortés, demostraron que saben torear y que merecen más oportunidades.
En medio de un clamor, con los tendidos poblados de pañuelos blancos, Javier Cortés fue conducido en volandas a la enfermería tras acabar con su segundo, un ejemplar de La Reina -propiedad de José Miguel Arroyo ‘Joselito’- de impresionante trapío que demostró nobleza en el último tercio. Aunque en sus entrañas no había un exceso de casta, el animal le sirvió al madrileño para dejar claras sus intenciones. Totalmente de frente, con la muleta en la mano izquierda, Javier Cortés inició su faena en el mismo centro del ruedo. El toro se le vino como un tren y el público entró rápido en la labor del torero.
A partir de ahí, las sucesivas tandas de muletazos las ejecutaría todas por el pitón derecho. Redondos muy templados y rematados que se vieron interrumpidos cuando Cortés se quedó en la cara y el astado le alcanzó con sus astifinas defensas. Tras dos derrotes secos, el matador cayó al suelo y volvió a quedar a merced de su enemigo, aunque afortunadamente éste no hizo por él. Parecía que todo había sido un susto, pero su taleguilla rápidamente empezó a oscurecerse. El toro le había alcanzado en la pierna izquierda. Pese a ello, y provisto de un torniquete, Javier siguió toreando y, ya sin apenas poder tenerse en pie, dejó una estocada defectuosa en la suerte de recibir.
EL TAJO Y LA REINA / VICENTE, CORTÉS, CABALLERO
Cuatro toros de La Reina y dos (1º y 4º) de El Tajo, bien presentados, serios, nobles y justos de casta. El manso 1º tuvo movilidad y clase en la muleta.
Iván Vicente: estocada trasera, desprendida y algo contraria (vuelta al ruedo tras petición de oreja); _aviso_ estocada (saludos con protestas).
Javier Cortés: pinchazo y bajonazo (silencio); media estocada perpendicular y muy atravesada (oreja con fuerte petición de la segunda). Sufrió una cornada de 20 centímetros en el muslo izquierdo. Pronóstico grave.
Gonzalo Caballero: tres pinchazos _aviso_ y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada corta, algo caída atravesada y delantera, y dos descabellos (ovación).Sufrió una cornada de 5 centímetros en el muslo izquierdo y una contusión cervical. Pronóstico menos grave.
Plaza de toros de Las Ventas. Miércoles, 2 de mayo. 2ª de la Feria de la Comunidad de Madrid (tradicional Corrida Goyesca). Menos de media plaza (10.871 espectadores, según la empresa). Antonio Molina saludó una ovación tras banderillear con gran exposición al quinto, al que lidió de forma soberbia Abraham Neiro.
Llevados por la emoción y la sensibilidad, los tendidos pidieron las dos orejas para el héroe, pero el presidente, con buen criterio, sólo concedió la primera. Una oreja de ley, de las de verdad. Una oreja de Madrid. Ya había demostrado antes el diestro madrileño que no había venido a pasar la tarde. Desde el primer minuto anduvo muy metido en la tarde, firme y torero en los andares; sin perdonar un solo quite. Sin embargo, su primero, de bonita y llamativa capa -melocotón-, estaba hueco por dentro.
En la enfermería también acabó Gonzalo Caballero. Poco más que justificarse había podido hacer frente al tercero, perfecto de hechuras y muy armado, pero completamente ayuno de casta. Bien colocado y templado, alargó innecesariamente la agonía. Volvió a salir a por todas en el último, pero cuando se disponía a colocar el toro en suerte al caballo, fue cogido y volteado de forma espeluznante. Casi inmóvil, cayó en la arena y la cuadrilla se lo llevó inmediatamente a la enfermería. Pero poco después, y cuando nadie lo esperaba, apareció de nuevo para coger estoque y muleta.
Muy mermado de facultades, el joven torero salió al tercio y con pasmosa naturalidad firmó una tanda de redondos templadísimos. Las siguientes, por un lado y por otro, fueron menos rotundas, pero igualmente preñadas de verdad. Podría haberse hecho con un trofeo, pero pinchó.
Templado con capote y muleta, Iván Vicente volvió a evidenciar que es uno de los pocos matadores que quedan en la actualidad que conciben el toreo desde el clasicismo más absoluto. Largos y profundos fueron los muletazos que le administró al primero, un toro manso en los dos primeros tercios, que sin embargo se movió con suprema calidad y humillación en la última fase de la lidia. Estuvo bien Vicente, pero a su labor le faltó mayor ajuste y ceñimiento. Gustó, pero no arrebató. Ante el cuarto, sin un ápice de casta brava, se empeñó en dar muletazos y escuchó un aviso antes de perfilarse para matar. Tiene delito.
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