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‘Mamma Mia!’: ABBA vuelve a la vida

La banda sueca de pop más famosa anuncia nuevas canciones por primera vez en 35 años El grupo prepara una gira con hologramas y una secuela de su famoso musical

Desde la izquierda, Benny Andersson, Agnetha Fältskog, Anni-Frid Lyngstad y Björn Ulvaes, en 1979.
Desde la izquierda, Benny Andersson, Agnetha Fältskog, Anni-Frid Lyngstad y Björn Ulvaes, en 1979.Michael Ochs (GETTY)
Diego A. Manrique

Mediante un mensaje en Instagram, los cuatro miembros de ABBA han anunciado que se han reunido en un estudio y, sorpresa, han grabado dos nuevas canciones: “Fue como si el tiempo se hubiera detenido y solo nos hubiéramos tomado unas vacaciones cortas. ¡Una experiencia extremadamente gozosa!”.

Es, sin duda, más de lo que esperaban sus seguidores obsesivos, que celebran que —con los dos nuevos títulos— la obra de ABBA llegue a las cien canciones. Aunque no se trata de una reaparición en toda regla: ni se espera un disco largo ni hay previstos conciertos.

En los 35 años pasados desde que anunciaran su “parada”, en diciembre de 1982, el cuarteto rechazó ofertas apabullantes —se habló de mil millones de dólares— para volver a salir de gira, aunque han aprobado para la primavera de 2019 un espectáculo de “realidad virtual” que tiene toda la pinta de basarse en hologramas; esa tecnología se utilizará para presentar uno de los nuevos temas, “I Still Have Faith in You”, dentro de un especial de TV previsto para finales del presente año.

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Ocurre que los conciertos nunca fueron su actividad favorita: ya habían hecho miles durante los sesenta, cuando formaban parte de populares agrupaciones de pop, colectivos de folk y orquestas de dansbandmusik. Como ABBA, sonaban bien y ofrecían montajes vistosos pero, la verdad, no necesitaban la legitimación del directo.

Además, pesa la edad. Con la excepción de Anni-Frid Lyngstad (1950), pertenecen a la generación de los Beatles: nacieron durante la Segunda Guerra Mundial o en los meses posteriores. En realidad, ABBA funcionó esencialmente como un grupo de estudio, con un punto de científicos de laboratorio. Estaban suscritos a un servicio de la revista Billboard que les enviaba cada semana los discos que entraban en las listas estadounidenses; cada uno era analizado en busca de los elementos novedosos que pudieran asimilar e incorporar a sus grabaciones. Evitaban, eso sí, los plagios, que habían ensuciado la reputación de Stig Anderson, su descubridor y colaborador ocasional en las letras de ABBA.

El grupo se adelantó a su tiempo con la utilización de videoclips, que en buena parte les evitó el desgaste de los viajes promocionales. El residir en Suecia también les ayudó a vivir discretamente sus traumas particulares, como la ruptura de los dos matrimonios que constituían el cuarteto: Björn Ulvaeus y Agnetha Fälkstog, Benny Andersson y Anni-Frid Lyngstad. No les interesaba conectar vida y arte: solían negar que lo que constituye posiblemente la cumbre de su cancionero, “The winner takes it all”, fuera una reflexión sobre sus divorcios.

Se escaparon de los tópicos del estrellato gracias a las benditas peculiaridades de la sociedad sueca. No fueron estafados por la industria discográfica: en contra de lo habitual, Stig Anderson, su manager, les convirtió en socios de su empresa, Polar Music. Pagaron sin rechistar los altos impuestos exigidos por el estado del bienestar al modo escandinavo: no tenían, que se sepa, vicios caros o manías de nuevos ricos.

Hay muchas especulaciones sobre el motivo de su ruptura; puede que fuera algo tan ordinario como el aburrimiento. Sabían que dominaban la (cambiante) fórmula del éxito global pero ansiaban nuevos retos: Björn y Benny se juntaron con el letrista británico Tim Rice, antiguo cómplice de Andrew Lloyd Webber, para confeccionar el musical Chess, inspirado por los enfrentamientos entre ajedrecistas soviéticos y estadounidenses con el telón de fondo de Guerra Fría. Fue un éxito y les animó a hacer solos Kristina fran Duvemala, una obra más localista, que narra los dramas de la emigración sueca a Estados Unidos.

Por su parte, tanto Agnetha como Anni-Frid iniciaron carreras en solitario, trabajando en inglés con productores foráneos (Phil Collins, Steve Lillywhite, Peter Cetera, Eric Stewart) y grabando ocasionalmente en sueco. Aunque lograron impactos considerables en Europa, no parece que sientan la necesidad de luchar por figurar en primera línea.

Tanto ellas como ellos han visto con deleite la revalorización de ABBA, que pasaron de la consideración de “placer culpable” a ser asumidos como grandes creadores, sin necesidad de recurrir a los filtros de la ironía. Encarnan incluso un discurso de tolerancia gay, gracias a películas como La leyenda de Priscilla, reina del desierto. En 2010, ingresaron en el Rock & Roll Hall of Fame, institución estadounidense altamente selectiva.

Para entonces, sin embargo, sus ingresos se habían multiplicado debido al musical Mamma mia!, llevado luego al cine. Aunque Benny Andersson declaró que no veía “la necesidad de hacer una secuela”, eso es precisamente lo que está preparando Universal Pictures.

No sufran por ellos. Han pactado con Simon Fuller, quizás el máximo negociante del pop británico, para sacar rendimiento extra al catálogo y a la marca ABBA. No cuesta mucho adivinar su mano detrás de noticias como la de su reaparición discográfica.

Suecia exporta pop

Ya sabemos que, por mor de la neutralidad, Suecia hizo un papel penoso durante la Segunda Guerra Mundial: aparte de alimentar la maquinaria bélica alemana con sus recursos naturales e industriales, permitió el tránsito de tropas del Tercer Reich. Una vez que se adivinó quién ganaría la contienda, el país se americanizó a marchas forzadas. Eso tal vez ayude a explicar la asombrosa pasión sueca por la música estadounidense. Tiene incluso algo de Parque Jurásico: casi todos los géneros made in USA sobreviven en Suecia, con practicantes locales y oriundos que han encontrado allí un nuevo hogar.

La educación musical gratuita garantiza que Suecia disponga de una extraordinaria cantera de instrumentistas y cantantes perfectamente instruidos y bilingües, aptos para funcionar a nivel local o internacional. Coexiste una saludable escena de pop en sueco con una abundancia de grupos y solistas cuyo destino final es la exportación. De los primeros sabemos poco mientras que a todos nos suenan los que han seguido la pista de ABBA: piensen ene Europe, Ace of Base, Roxette, los Cardigans, Robyn, Swedish House Mafia o el recién fallecido Avicii.

El cosmopolitismo sueco les permite incluso vender su know how a los estadounidenses. El productor y compositor Max Martin está detrás de númerosos éxitos interpretados por artistas tan diversos como Britney Spears, los Backstreet Boys, Taylor Swift, Katy Perry o Maroon 5. Dentro del pop de amplio espectro, que requiere la colaboración de diversos especialistas, Martin y sus epígonos han logrado una sensibilidad global que sí, recuerda mucho a los aciertos de Björn y Benny. Estaba cantado que Max Martin recibiera el premio Polar, el equivalente musical a los Nobel, financiado espléndidamente (un millón de coronas recibe cada premiado) por el difunto Stig Anderson con el dinero generado por ABBA.

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