Miguel del Arco pulveriza las normas teatrales con ‘Ilusiones’
La narración y el continuo cambio de personajes de los actores centran esta comedia existencialista
“Érase una vez…” Bien podría empezar así este relato teatral, este cuento a varias bandas y diferentes voces, esta comedia existencialista que pulveriza todas las normas y patrones teatrales. Dirigida por Miguel del Arco, Ilusiones, obra del dramaturgo y guionista ruso Ivan Viripaev, no respeta nada. Es un brillante juego en el que la narración y el continuo cambio de personajes entre los actores, sin respetar ni género ni edad, va creando una función de relatos, de fragmentos en torno al recorrido vital de dos parejas. Ilusiones, primera obra que se estrena en España de Ivan Viripaev, de 43 años, afincado en Polonia y considerado la punta de lanza de la nueva dramaturgia rusa, se estrena en el Teatro Pavón Kamikaze, de Madrid, donde se representará hasta el próximo 13 de mayo. Es un montaje con un enorme peso de trabajo actoral, que cuenta con la participación de Marta Etura, Daniel Grao, Alejandro Jato y Verónica Ronda.
Cuatro intérpretes que se dirigen al público como personajes sin nombre- Mujer 1, Mujer 2, Hombre 1 y Hombre 2-. “Hola, qué tal”, se presenta Mujer 1 (Marta Etura). “Quiero contarles la historia de un matrimonio. Eran dos seres humanos extraordinarios. Vivieron juntos cincuenta y dos años. ¡Cincuenta y dos años¡ Siempre juntos…..”. Y ahí comienza un relato sobrecogedor y divertido, con diálogos y monólogos enlazados, idas y vueltas al pasado y al presente, que es todo un mosaico de palabras en las que la narración de uno completa la del otro o la rebate, habladas en primera persona o tercera, sin orden previos ni establecidos, que cuentan la historia de dos parejas de ancianos, uno de los cuales acaba de fallecer.
Del espacio vacío al barroco total
Cuando Miguel del Arco se decidió a montar Ilusiones, pensó en un espacio vacío como escenografía. Esa idea quedó pronto desechada y lo que el público se va a encontrar ahora es con un escenario muy barroco, atiborrado de piezas salidas de todas las obras que a lo largo de los últimos años ha montado la compañía Kamikaze, desde Misántropo hasta La función por hacer. "El público va a poder contar cuántas funciones kamikaze caben en el escenario. Es una función hecha a fragmentos. Jugamos al teatro, al teatro como contenedor de todas las historias posibles. De este juego y de nuestra pobre economía surge esta escenografía".
Con Ilusiones, Miguel del Arco (Madrid, 1965) ha traicionado su propia promesa: la de no dirigir esta temporada y centrarse en la gestión del teatro, del que es uno de los cuatro fundadores. “El texto de Viripaev me atropelló. Es una narración, lo que en principio parece lo contrario a lo que demanda el teatro. Pero todos los axiomas del teatro tanto de teóricos como de propios dramaturgos están para ser destruidos, porque para mí lo único imprescindible en el teatro son los actores. La narración en el teatro forma parte del teatro desde sus orígenes. Lo que hay que hacer es que esa narración sea palabra encarnada. Eso está en Shakespeare, en nuestro Siglo de Oro. La palabra tiene que volar y en el teatro todo vale si se establece entre los actores y el espectador un principio de verosimilitud con el que podamos jugar. Ilusiones es una función, en la que cuarta pared cae fulminada desde el inicio”, explica Del Arco.
Para el director, la fórmula que plantea Vivipaev es complicada. La aparente sencillez alberga cargas de profundidad gigantes hasta convertir esas cuatro vidas que se cuentan en un espejo en el que cada espectador se puede ver. No respeta fórmulas ni patrones, no hay manera de identificar a cada uno de los personajes con los actores en concreto. “Todo ello obliga a una atención y participación especial por parte del público”, explica Del Arco, que trabaja por primera vez con estos cuatro intérpretes. “He buscado actores atletas porque esta función es dura en lo emocional y en lo físico”, añade el dramaturgo.
Hay en Ilusiones un trabajo minucioso y minimalista, casi de orfebrería. “Es quizás la obra más minuciosa que he montado en mi vida”, apunta Del Arco, ganador del Valle Inclán por Ratones y hombres y dos premios Max por Veraneantes y La función por hacer. “Vamos disparando al público con pequeñas cuestiones para que quiera más y más, y convertirnos así en yonkis de las historias que nos van contando”, resalta el director, para quien la grandeza de esta función se centra en el hecho de que la existencia de cada persona se basa en la narración que se haga de ella, en las ilusiones que vamos dejando. “Existimos porque nos contamos. Es, de algún modo, una gran celebración de la vida”, añade.
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