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Álvaro Lorenzo corta tres orejas y abre la puerta grande de Las Ventas

Interesante corrida de El Torero que lidió un gran sexto toro, premiado con la vuelta al ruedo

Álvaro Lorenzo pasea la oreja de su primer toro.
Álvaro Lorenzo pasea la oreja de su primer toro.Rodrigo Jiménez (EFE)

No olvidará Álvaro Lorenzo la fecha del 1 de abril de 2018. Tampoco el nombre de Viscoso, el gran ejemplar de El Torero que le correspondió en suerte y que le abrió de par en par la puerta grande de Madrid. Con tres orejas se marchó a hombros este joven torero toledano tras bordar, por momentos, el toreo al natural frente a ese sexto de la tarde.

Con un puñado de estatuarios -sin moverse un ápice-, un magnífico pase del desprecio y otro remate más comenzó la faena al último. Ya había cortado una oreja -de poco peso- en su primero, y Lorenzo no contemplaba la posibilidad de irse al hotel a pie. Su rostro denotaba seguridad y ambición. Las dos primeras series, por el derecho, fueron ligadas, pero lineales, carentes de la pureza deseada. Pero con la mano izquierda cambió el cuento. Más enfrontilado en los cites, Álvaro Lorenzo toreó con mucha templanza, mano baja, y llevándose al toro atrás, hasta el final. De su muñeca surgieron naturales sobresalientes. Y, como suele suceder en estos casos, Madrid se entregó.

Aunque la faena bajó de intensidad cuando Lorenzo regresó al pitón derecho, los tendidos volvieron a rugir con otras dos series de naturales interpretados con suprema calidad. El final, por bajo, muy torero, para enmarcar. Y llegó la hora de la verdad. Con la puerta de los sueños prácticamente abierta, el joven diestro se tiró sobre el morrillo dejando una estocada desprendida y perdiendo la muleta en el encuentro. Aunque el toro tardó unos instantes en doblar, rápidamente afloraron los pañuelos y llegó el premio definitivo. Definitivo y excesivo. Dos orejas que en otro tiempo habría sido una, de peso, de las de verdad. Pero, claro, teniendo en cuenta el trofeo que le habían dado en su primero… La comparación clamaba al cielo.

Tampoco habría quedado en muy buen lugar el matador si Viscoso se hubiera ido al desolladero con las dos orejas. Muy serio y armado -como todo el encierro-, ese sexto fue el toro ideal. Siempre fijo en los engaños, de gran movilidad y prontitud, embistió siempre por abajo, con alegría y codicia. Un astado de encastado fondo que cumplió en el caballo y que puso la guinda a una corrida de El Torero más que interesante y que, a veces, estuvo por encima de los toreros. Porque, si bien es verdad que al primero le faltó fuerza y al cuarto le sobró mansedumbre, la corrida se movió y sirvió.

EL TORERO / MORA, LUQUE Y LORENZO

Toros de El Torero, bien presentados, muy serios, nobles y con movilidad en conjunto. De gran juego el sexto, Viscoso de nombre, número 65, de 579 kilos de peso, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. El cuarto, manso.

David Mora: estocada ligeramente trasera y atravesada _aviso_ (palmas); estocada caída _aviso_ (vuelta al ruedo tras petición de oreja).

Daniel Luque: espadazo envainado, pinchazo y estocada corta (silencio); tres pinchazos, estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio).

Álvaro Lorenzo: estocada ligeramente caída y trasera (oreja); estocada desprendida (dos orejas).

Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Resurrección. 1 de abril. Más de un tercio de plaza (9.919 espectadores, según la empresa). Se desmonteró Ángel Otero tras banderillear al primero.

Como el tercero, primero del lote del triunfador Lorenzo, otro ejemplar que tuvo las virtudes de la prontitud y la movilidad, pese al defecto de salir del muletazo con la cara alta. Ante este, Lorenzo dejó detalles de calidad en un trasteo intermitente que explotó al final gracias a unas ajustadísimas bernadinas que precedieron a un espadazo de rápido efecto. La oreja que le concedieron, exagerada. Como la vuelta al ruedo -tras minoritaria petición- que dio David Mora tras estoquear al manso cuarto, un astado rajado desde el principio y que, sin embargo, tuvo transmisión en sus acometidas. Aprovechando la querencia y tapándole la salida, Mora anduvo habilidoso y le robó algunos muletazos en los que, a veces toreó erguido y relajado, y otras forzado y retorcido. Más o menos como en su primer turno, en el que estuvo despegado casi siempre.

Tampoco fue la tarde de Daniel Luque. Si ante el segundo anduvo aseado y dejó algún natural estimable, el sevillano nunca le cogió el sitio al quinto en una labor espesa en la que primó la cantidad sobre la calidad. Una calidad y torería que sí tuvieron las bregas de dos hombres de plata, que antes vistieron el oro. Las lidias de José Antonio Carretero -en el primero- y de Sergio Aguilar -en el sexto- fueron toda una lección de oficio, templanza y medida. Dos primorosas actuaciones que completó, con los palos, el valiente Ángel Otero. Los dos magníficos pares de banderillas que colocó al animal que abrió plaza le valieron una merecida ovación.

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