La Torre Eiffel se hace un ‘lifting’
El monumento iniciará una extensa restauración de 40 millones. Se instalará un muro de seguridad para hacer frente a la amenaza terrorista
La Torre Eiffel se prepara para darse un baño de juventud. A partir del otoño, el monumento parisiense será objeto de una nueva campaña de restauración, la más extensa que haya vivido en sus casi 130 años de historia. Su construcción, obra del ingeniero Gustave Eiffel que se inauguró en la Exposición Universal de 1889, duró poco más de dos años. El proceso de renovación que comenzará en octubre debería prolongarse durante casi cinco, con un coste estimado en 40 millones de euros. La rehabilitación de la torre tiene un doble objetivo: aplicar 60 toneladas de pintura a su superficie, parcialmente oxidada y con un riesgo de torsión a medio plazo, y proteger su perímetro ante la amenaza terrorista. “Vamos a hacer entrar el lugar en el siglo XXI”, expresó a finales de enero Anne Yannic, directora general de la SETE, la sociedad pública que gestiona el monumento de pago más concurrido del mundo, que en 2017 recibió a 6,2 millones de visitantes.
Repintar la superficie de hierro pudelado de la torre es una condición imprescindible para garantizar su supervivencia, ya que protege la estructura del monumento de la oxidación, la contaminación y los efectos del sol y del viento. “La pintura es el elemento esencial de la conservación de una obra metálica y los cuidados que se le aportan son la única garantía para su durabilidad”, dejó escrito Eiffel, a modo de advertencia para las generaciones futuras. Desde 1889, la torre ha sido pintada en 19 ocasiones; una vez cada siete años, de promedio. Pero, a base de superponer capas de acrílico, el grosor de su superficie ya supera los 3 milímetros, con una masa acumulada de unas 350 toneladas, sobre las 10.000 que pesa el monumento.
Esta restauración inminente empezará con un decapado de los viejos estratos de pintura en un 10% de su superficie, para evitar que la masa total de la torre siga aumentando, lo que podría provocar el torcimiento de algunas piezas. Los puntos de oxidación y agrietamiento más pronunciados se encuentran en la parte inferior, entre el nivel del suelo y la primera planta. “Es una operación compleja, pero absolutamente necesaria. No es una cuestión de estética ni de simbolismo, sino de perennidad de la estructura metálica de la torre”, sostiene el arquitecto Bertrand Lemoine, autor de Gustave Eiffel (Akal) y especialista en la historia de la construcción metálica. “Cuando el hierro se oxida, las láminas de metal se desprenden progresivamente y la estructura pierde resistencia. Si no se hiciese nada, dentro de algunas décadas la torre se desplomaría”.
Otro problema es que las capas de pintura aplicadas hasta finales de los noventa contienen plomo, cuyo polvo resulta nocivo. “Se están estudiando distintas técnicas, con producción de polvo y sin ella. Cuando la pintura comience en otoño, se instalarán zonas de protección, con andamios y lonas, en los lugares que deban ser decapados”, explica la SETE en un correo electrónico, precisando que la torre permanecerá abierta “365 días al año” durante las obras. La sociedad que gestiona el monumento fue condenada en 2016 por no haber alertado respecto a los elevados niveles de plomo en su superficie, que superan 21 veces los estándares aceptados por la regulación en vigor. Esta vez, se extremarán las precauciones.
La nueva mano de pintura podría ser la ocasión para practicar un cambio de color y dejar atrás su actual tonalidad en marrón oscuro y mate. La opción estaría siendo estudiada en este momento. “Es demasiado temprano para responder. Todo lo que sabemos es que la Torre Eiffel ha tenido distintos colores”, apunta la conservadora general de los monumentos históricos en Francia, Marie-Hélène Didier. El color original que escogió Eiffel fue el rojo Venecia. Después, la torre fue ocre a partir de 1892, amarilla desde 1899, de color mostaza hasta 1954 y granate hasta 1968. Fue entonces cuando se escogió el actual matiz pardo en un triple degradado, más oscuro en la parte inferior que en la superior, para acentuar su punto de fuga. “Nos hemos acostumbrado a este color, pero no sería sacrílego cambiarlo”, opina Lemoine.
La otra gran novedad será el nuevo muro de cristal antibalas, de 3,24 metros de altura y 65 milímetros de grosor, que se instalará en la fachada norte y sur de la torre para reforzar la seguridad de su perímetro. Será inaugurado durante la fiesta nacional del 14 de julio. “Este proyecto de protección responde a las recomendaciones de la prefectura de policía. Para acoger la Eurocopa de 2016 se instalaron barreras de metal que debían ser sustituidas por un dispositivo de seguridad perenne y más estético”, indica la SETE. Además, los responsables de la torre aprovecharán las obras para “mejorar la acogida del visitante” y “reducir el tiempo de espera” para acceder a la torre. En los próximos años también se renovarán los ascensores y el sistema de iluminación nocturna. Además, se creará un nuevo centro de información para turistas que debería estar a punto en 2023, un año antes del inicio de los Juegos Olímpicos que acogerá la capital francesa.
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