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La película de la semana | Loving Pablo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más Escobar, y solo correcto

Mi problema no es ya el abusivo 'déjà vu' con el personaje y el argumento, sino que la película defrauda mis expectativas

Penélope Cruz, como Virginia Vallejo, y Javier Bardem, como Pablo Escobar, en 'Loving Pablo', de Fernando León de Aranoa. En vídeo, el tráiler de la película.
Carlos Boyero

LOVING PABLO

Dirección: Fernando León de Aranoa.

Intérpretes: Javier Bardem, Penélope Cruz, Peter Sarsgaard.

Género: 'biopic'. España, 2017.

Duración: 123 minutos.

Fue una de las colaboraciones más venturosas del cine español (qué coño… del cine, sin restricciones) que han existido, la de un director llamado Fernando León de Aranoa y el actor Javier Bardem. Se titula Los lunes al sol y su capacidad de conmoción, su arte, su compromiso, su loa a la resistencia, su dureza, su ternura, su humanidad permanecen intactas para mí después de tanto tiempo y tantas salvadoras visiones. Santa, ese golferas tripudo, socarrón e insolente, infatigable seductor callejero (seguro que acaba montándoselo con la hija adolescente de su amigo), tan chulo como desamparado, profesional de la supervivencia razonablemente encabronado, narrador impagable del cuento de la hormiga y la cigarra, genético, rebelde y concienciado rompefarolas, aunque actitud tan insensata le busque una ruina aún mayor que la que tiene, con intacta conciencia de clase, embaucador y digno, taimado y generoso, me parece una de las grandes creaciones de la historia del cine, al nivel del Brando de La ley del silencio y del Newman de El buscavidas, tres actores magnéticos y extraordinarios que bordeaban los treinta años.

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Javier Bardem: “La maldad tiene su atractivo”

Y esperas con gran ilusión el reencuentro de creadores tan dotados en un proyecto que al parecer habitaba en la cabeza de ambos desde hace mucho tiempo, pero que por diversas circunstancias se había retrasado hasta ahora. Se titula Loving Pablo y bucea en la legendaria e infausta existencia de Pablo Escobar, el ogro chorreante de oro que desafió al Estado y estuvo a punto de vencer, el astuto palurdo convertido en superhombre de la droga y arrogantemente consciente de que el dinero puede comprar y corromper todo. Y si no lo hace, la alternativa es el plomo para los insumisos.

Pero ocurre que este personaje fascinante y tenebroso, su imperio de infamia, sus relaciones familiares y sentimentales, su sangriento pulso con el Gobierno, su reyerta con otros clanes por la posesión absoluta de la suculenta tarta, su implacabilidad y su sadismo, su poder de seducción, el respeto o el miedo de todo cristo hacia sus designios, su acorralamiento final han sido retratados últimamente hasta el mareo en películas y series de televisión. Hay sobredosis de información y de ficción sobre su siniestra figura y su significación en la historia de Colombia y en la distribución mundial de la golosa e indestructible sustancia blanca. Que yo recuerde me han hablado de Escobar con mejor o peor lenguaje en la olvidable serie Escobar, el patrón del mal, en la muy aceptable Narcos, en la atractiva película Blow y en la intrascendente Escobar: paraíso perdido. También documentales. Y seguro que hay más. Además de ingentes y ya cansinos retratos de jefes de carteles mexicanos, bolivianos, colombianos. Y últimamente también gallegos, ya que debido a la lógica el fastuoso e inacabable negocio ha sido, es y será universal. Bueno, imagino que la moda de Escobar y de Winston Churchill es rentable, pero puede acabar en la saturación.

Y no importa el tema, sino su tratamiento. De acuerdo. Mi problema con Loving Pablo no es ya el abusivo déjà vu con el personaje y el argumento, sino que defrauda mis expectativas. Es una película que veo bien, correctamente narrada, en la que no miro el reloj, y que escucho peor. No por la calidad de sus diálogos sino por su entendible rodaje en inglés, pero también anacrónico para el oído, al escuchar la lengua de Shakespeare con feroz acento colombiano. Suena muy raro.

Y no decepciona el esforzado y notable trabajo de Javier Bardem, ese inmenso lujo de la interpretación nacional (como José Isbert y Fernán Gómez) e internacional. Y Penélope Cruz exhibe credibilidad, angustia, hermosura y sensualidad. Sé que en esta convulsa época es peligroso citar los dos últimos atributos, pero la evidencia me absolverá.

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