Ángela Molina se convierte en pieza de museo
El artista argentino Matías Umpierrez estrena en San Sebastián ‘Imperio’, un montaje interdisciplinar sobre Macbeth en la España del pelotazo con objeto de conservarse
¿Cómo conservar la acción dramática en la memoria colectiva? ¿Por qué el trabajo actoral no tiene un hueco en las salas de los museos? Siempre la misma machacona pregunta. El artista argentino Matías Umpierrez, en sus asiduas visitas a los museos, se planteaba una y otra vez la misma cuestión. ¿Dónde están los actores? ¿Por qué los héroes de su vida, los intérpretes, y sus trabajos inolvidables no tienen un lugar en el que guardarlos para la posteridad? Es verdad que Andy Warhol guardó la imagen de Marilyn Monroe como un icono, que las películas de Buñuel han sido admiradas en museos del mundo entero, pero Umpierrez (Buenos Aires, 1980) quería ir más allá. Su sueño era guardar en una colección de museo a todos los actores en el momento de su acción dramática. El Museo de la Ficción viene a llenar ese vacío. El trabajo actoral dejará de ser efímero para ser inmortal. La pieza inaugural de este proyecto, Imperio, que ha contado con el dramaturgo canadiense Robert Lepage como gran mentor, se ha estrenado en San Sebastián, dentro de la programación del festival DFeria.
Es Imperio una experiencia viva, única y poderosa. Una instalación que bebe del teatro, del audiovisual y de la performance, una intervención que desafía los límites del tiempo y el espacio. El espectador asiste a una función que se desarrolla simultáneamente en cuatro enormes pantallas (de cinco por tres metros), dispuestas en un cuadrilátero, a través de las cuales se ofrecen cuatro perspectivas diferentes de la pieza. Para esta primera entrega del Museo de la Ficción, Umpierrez ha elegido un clásico de Shakespeare, Macbeth, que ha ambientado en la España del pelotazo, la ambición de poder y la falsa riqueza. Interpretado por Ángela Molina, en el papel de Macbeth, y Robert Lepage, en el personaje de Lady Macbeth, Imperio reúne a 16 actores (Elena Anaya, Ana Torrent, Chema Tena, Javier Pereira, Adolfo Fernández y otros). La pieza, cuya presentación en la ciudad donostiarra ha contado con la participación de Ángela Molina y Elena Anaya, entre otros, se representará en bucle en la sala laboratorio del Museo de San Telmo hasta el próximo 8 de abril, fecha en la que iniciará una gira por festivales y museos. “El objetivo de este proyecto es la museificación del trabajo de los actores. Pretendemos que se venda a un museo como una pieza más de la colección”, explica su autor y director Matías Umpierrez, un artista interdisciplinar, afincado en Madrid desde hace tres años y que ya presentó en el Museo Reina Sofía su anterior pieza, Teatro solo.
En un claro desafío a lo efímero de la acción dramática, transitando las fronteras entre las artes escénicas, las visuales y las del cine, buscando los vínculos entre el espectador y la ficción, Umpierrez trata en Imperio de conservar para la posteridad el trabajo de los actores encerrados en su mundo. La acción de la obra está dividida en cuatro puntos de vista, dependiendo de la pantalla que uno mire. “Es el espectador, que afortunadamente se ha emancipado de sus roles históricos frente al arte y ha dejado de estar sometido, el que crea su propio montaje sobre lo que está viendo, el que arma sus primeros planos y el que decide desde el foco de qué actor quiere entrar en esta historia”, explica el artista, publicista de formación, en un encuentro celebrado en la ciudad donostiarra.
Cuatro días y una única cámara
La función, rodada en Madrid a lo largo de cuatro días y una sola cámara, va mucho más allá de un mero montaje teatral. Es toda una experiencia. Así lo han vivido los actores que, solo una vez vista la función completa en el Museo de San Telmo, es cuando han comprendido en su totalidad la complejidad del proyecto en el que les embarcó Umpierrez, que ha contado con la colaboración y apoyo del dramaturgo Robert Lepage. Todos se quedaron maravillados. “Fue un acto de confianza absoluta hacia lo que nos proponía “, apuntó una feliz Elena Anaya, que interpreta a la hija de Duncan. Ángela Molina va mucho más allá del deseo de ser considerada o no en el futuro una pieza de museo y se queda con la sensación que experimentó tras el pase de la función. “Me ha alterado los sentidos, he sentido la soledad y la necesidad de vivir y entrar en cada una de las pantallas”.
Tuvo claro desde un principio Umpierrez que en esta primera entrega del Museo de la Ficción tenía que estar Shakespeare, el gran autor de la ficción dramática. Eligió Macbeth por ser la pieza en la que toda sociedad se puede ver reflejada en esta desmesurada ambición por el poder y lo ambientó en la España de los años noventa, época en la que, según autor, comienza la gran lucha entre la globalización y la tradición. “La década de los noventa en España tiene mucho que ver con la Argentina en la que yo nací. Desde el punto de vista de la acción dramática es extraordinaria porque aparece de nuevo el uso del poder. En los ochenta, todos queríamos reconstruir nuestros países en un plano solidario, pero diez años más tarde el juego del neoliberalismo y el movimiento de capitales se instala y nos pone frente al espejo del poder y del dinero”, explica el director
En los cuarenta minutos que dura el montaje, el espectador asiste, desde el centro del cuadrilátero, a la historia de un empresario retirado que acompaña a su mujer en su carrera política como concejal de una ciudad española cualquiera, que cierra un acuerdo millonario con unos inversores chinos, que aportará gran riqueza a la comunidad. El ansia de poder de esta mujer, a la que el alcalde de la localidad le promete un ascenso, la pone en el disparadero del crimen y la violencia. La acción se desarrolla simultáneamente en las cuatro pantallas, por lo que el público debe ir atendiendo a una imagen u otra. “El teatro es también el arte de la experiencia, de las emociones del cuerpo y la mente”, proclama el autor de Imperio, que promete nuevas entregas dedicadas a la ópera, el ballet y la literatura. La ficción y la interpretación, el cante y el baile se convertirán así en las nuevas piezas de los museos.
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