Una tele crítica para tiempos y jóvenes marcianos
El colectivo DIS instala en La Casa Encendida una red de vídeos que analiza la gentrificación, el capitalismo o la adicción a la Red
Si existiera un canal de televisión que enseñara a ver el mundo contemporáneo a través de la perspectiva de la teoría crítica, ese sería el que el colectivo artístico DIS ha instalado en las salas expositivas de La Casa Encendida, como si el centro cultural fuera una gran caja lista. Una red de vídeo sobre el presente “hiper-linkeado”, que los artistas consideran “el hábitat natural de la Generación Z [los nacidos desde mediados de los noventa]”.
Por ejemplo, se proyecta en las grandes paredes un programa de cocina cuyos contenidos tratan sobre la gentrificación, la violencia policial o la geopolítica (The Restaurant, de Will Benedict y Steffen Jørgensen, algo así como una versión política, reflexiva y sin perejil de Karlos Arguiñano). En otro programa, de corte infantil, el artista Babak Radboy trata de explicar a un grupo de niños y de forma sencilla las miserias de la plusvalía capitalista (no se diría que con mucho éxito). En otro vídeo se muestra una conversación entre una mujer transexual y su madre (obra de Casey Jane Ellison) o una disparatada conferencia de McKenzie Wark sobre el filósofo queer Paul B. Preciado. Todo hilado por una especie de presentador virtual (un ser que semeja una boca con un ojo dentro) llamado Chus e inspirado en la comisaria Chus Martínez. Dinero, tecnología, utopías futuristas.
La muestra se titula Pulgares que escriben y se deslizan. Red de entretenimiento educativos de DIS y una de las preguntas que se hace es para qué queremos un cerebro cuando toda la información del mundo está al alcance de nuestro pulgar, dentro del smartphone. No solo eso. “Hemos reunido a diferentes artistas para que realicen una reflexión sobre el presente, sobre las estructuras de poder que dan forma a nuestros cuerpos”, dice Marco Roso, único miembro español de DIS, grupo afincado en Nueva York que también conforman Lauren Boyle, Solomon Chase y David Toro. “Sabemos que el vídeo es un formato muy antiguo”, continua Roso, “pero lo novedoso es que ha cambiado mucho la forma en que se consume. Jugamos con esta idea, y con los propios contenidos de los vídeos”. Muchos de ellos se pueden ver en su plataforma online dis.art, que combina la educación artística y el entretenimiento (lo que se llama edutainment).
DIS surgió en 2009, al calor del estallido de la crisis financiera. Desde entonces han llevado a cabo proyectos como la publicación DIS Magazine que el pasado noviembre mutó en la plataforma dis.art: el signo de los tiempos es el paso de la lectura a lo audiovisual. Otro de sus encargos fue ejercer de comisarios en la Bienal de Berlín de 2016. “Con el entretenimiento educativo no queremos reemplazar a la lectura sino todo lo contrario. Proponemos estas piezas audiovisuales como un gimnasio para la mente: tratar de enfrentarse a lo complejo a través de lo teórico”, dice Roso.
Islas artificiales
Lo complejo, en este caso, son otros asuntos como el caso de los “marevangelistas” (seasteading), un grupo de anarcocapitalistas de Silicon Valley que defiende crear islas artificiales en aguas internacionales para asentar pequeños estados ajenos a toda regulación, como documentan Jacob Hurwitz-Goodman y Daniel Keller —según explican desde DIS han recibido presiones para retirar este vídeo de Internet—. En otra pieza, obra de Darren Bader, una reportera surca las calles preguntando a los transeúntes “¿Qué es un huevo?”. Resulta que la cosa no está tan clara.
En cada una de las tres salas, acompaña a los vídeos una colección de cajas de luz que los complementan y que podrían pasar por memes, imágenes y mensajes virales de Internet (un caminante blanco de Juego de Tronos brindando con champán, por ejemplo). Porque, además, esta muestra también da una imagen ridícula, absurda, rara de la Humanidad, esa que la Red ha sacado a flote. “Lo cierto es que vivimos tiempos muy marcianos”, conviene Roso. Entre esas imágenes aparece la de un electroduende de La bola de cristal: “No es por nostalgia. Es un homenaje a Lolo Rico: su programa puede verse como una inspiración para este proyecto. Explicaba temas complejos (hasta marxistas) a niños y adultos, en una postura radical que no se ha visto en otra parte”.
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