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Las niñas de Balthus se exhiben en Madrid

Mapfre celebra el realismo metafísico y la amistad entre Derain, Balthus y Giacometti en una exposición de 200 obras

La obra 'La habitación' (1947-1948) de Balthus, que la Fundación Mapfre Recoletos en Madrid muestra en la exposición 'Derain, Balthus, Giacometti. Una amistad entre artistas'.
La obra 'La habitación' (1947-1948) de Balthus, que la Fundación Mapfre Recoletos en Madrid muestra en la exposición 'Derain, Balthus, Giacometti. Una amistad entre artistas'.Paco Campos (EFE)

A comienzos del pasado diciembre, una de las más bellas obras de Balthus, Teresa durmiendo (1938), fue víctima de la intransigencia de nada menos que 10.000 firmantes de una protesta en la que se exigía al Metropolitan que retirara la tela porque incitaba a la pederastia. El prestigioso museo neoyorquino se negó argumentando que su misión es recoger trabajos importantes que representan todas las culturas y los tiempos. También rechazó incluir en la cartela que la pieza podía “herir la sensibilidad del espectador”. La exposición Derain/Balthus/Giacometti. Una amistad entre artistas que se puede ver en la sede madrileña de Mapfre desde el jueves 1 de febrero hasta el 6 de mayo, incluye entre las 200 obras expuestas algunas similares a la criticada en Estados Unidos.

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La más evidente es Los días felices (1945-1946), en la que una pequeña de 11 años dormita reclinada en una butaca. Tapada parcialmente por un ligero vestido, al fondo se ve a un chico que atiza el fuego de una chimenea. Para la comisaría de la exposición, Jacqueline Munck, conservadora jefe del Museo de Arte Moderno de París, coproductores de la muestra, “la pintura es una representación teatral en la que el artista, muy joven entonces, autorretrató su estado de ánimo. Se sabe que Balthus hizo primero el retrato de la niña y después el resto. La pequeña estaba acompañada por su madre y fue premiada con un helado. Cada uno proyecta en su mirada sus propios sentimientos”. Pablo Jiménez Burillo, director cultural de Mapfre, fue aún más contundente durante la presentación de la muestra: “El propio Renoir también ha sido víctima de los fundamentalismos que parecen estar tan de moda. Esa gente no puede ir al museo del Prado, por ejemplo. Balthus nos ha dejado escenas del realismo más poético y eso es lo que queremos mostrar en esta exposición”.

Distribuida en las dos plantas del edificio, la muestra descubre la intensa relación entre tres de los más importantes protagonistas del siglo XX: André Derain (1880-1954), Balthus -Balthasar Klossowski- (1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966). En un momento en el que el mundo del arte está centrado en el surrealismo y la abstracción en torno a la década de los treinta, ellos se interesan por un realismo metafísico ajeno al academicismo. En palabras del director del museo parisino coproductor de la exposición, Fabrice Hergott, “aquí se pueden ver obras en las que lo importante es la pura belleza, algo no suficientemente valorado entre los historiadores de arte contemporáneo”.

La comisaria añade que es una exposición para sentir, pero también para conocer cómo eran los intensos lazos entre algunos artistas que, como estos, llegaron a compartir modelos, marchantes y relaciones. Como ejemplo, pone el caso de Breton al que los tres conocieron por diferentes vías antes de que existiera el Surrealismo. “Los tres coinciden en la primera exposición de Balthus en la galería Pierre Loeb, en 1934. Y a partir de 1935 sus lazos se estrechan. Se relacionan con escritores como Antonin Artaud, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Louis Aragon o Jean Cocteau; pero también con diseñadores como Paul Poiret o un entonces jovencísimo Christian Dior. Entre los marchantes, Pierre Matisse, llegó a hacer exposiciones con todos ellos”.

La belleza es, sin duda, el hilo conductor de los seis apartados en los que se divide la exposición. En el primero, titulado La mirada cultural, se hace hincapié en lo que los tres artistas tienen en común: la tradición figurativa y las culturas primitivas. Dos importantes piezas ilustran el arranque: Le Joueur de cornemuse (El gaitero) de Derain y Femme qui marche (Mujer que camina), de Giacometti. Siguen los paisajes y bodegones agrupados bajo el epígrafe Vidas silenciosas.

Uno de los apartados en los que la belleza es el valor artístico más evidente es el dedicado a las modelos. El óleo de Derain Isabel Lambert (1935‐1939) sirve para demostrar como las mismas mujeres posaban para uno u otro artista indistintamente. La modelo de Derain fue retratada después por Giacometti a la vez que Balthus trabaja con adolescentes muy parecidas a las mujeres que inspiran a sus colegas, como se puede ver en la sección dedicada a las visiones de lo desconocido, donde Los días felices reina sobre todas las demás piezas.

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