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Crítica | Trío. La búsqueda del santuario sagrado
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Acogimiento del modelo Enid Blyton

De aspecto convencional y puesta en escena que no pasa de lo académico, se acerca a los inmortales mitos de las sectas, las supersticiones y las reliquias

Una imagen de 'Trío, La búsqueda del santuario sagrado'.
Una imagen de 'Trío, La búsqueda del santuario sagrado'.
Javier Ocaña

TRÍO. LA BÚSQUEDA DEL SANTUARIO SAGRADO

Dirección: Eva Dahr.

Intérpretes: Naomi Hasselberg Thorsrud, Bjomar Lysfoss Hagesveen, Henrik Hines.

Género: aventura. Noruega, 2017.

Duración: 77 minutos.

Solo hay que darse una vuelta por una librería, pararse en las estanterías de infantil y juvenil, alrededor de los 12 años, y comprobar cuatro tendencias: la novela de fantasía modelo Harry Potter; los muy comerciales diarios en primera persona que suman dibujos, tipografías y esquemas a la consabidas prosa; la sempiterna presencia de los libros de Enid Blyton y sus sucedáneos, y la casi testimonial presencia de los clásicos imperecederos —Julio Verne, Emilio Salgari, Mark Twain—, más en peligro que nunca. El cine, sin embargo, apenas atiende al segundo y tercer segmento en sus producciones juveniles, centrándose en cambio en la reiteración de películas en la senda J. K. Rowling y en la comedia familiar en la onda El diario de Greg.

Quizá por eso sorprenda tanto que en pocos meses hayan llegado a España dos películas procedentes de países escandinavos —la danesa Iqbal y la fórmula secreta y la noruega Trío. La búsqueda del santuario sagrado— con claras reminiscencias de aquellas aventuras ancladas en la cotidianidad infantil y juvenil, escritas en serie por Blyton. Obras sin efectos especiales donde la resolución de los problemas y de los enigmas está más basada en el intelecto y en la perspicacia que en la simple magia.

De aspecto convencional y puesta en escena que no pasa de lo académico, Trío. La búsqueda del santuario sagrado se acerca a los inmortales mitos de las sectas, las supersticiones y las reliquias, para luego llevarlas por el camino de la estructura de una yincana, allí donde el juego se da la mano con el aprendizaje, donde la presencia de lugares reales, como la catedral de Nídaros, en la ciudad noruega de Trondheim, va siempre acompañada de los conflictos personales de sus chavales protagonistas: el control de los impulsos, la angustia del primer amor, el desconocimiento del universo de los adultos. Eso sí, teniendo que admitir la licencia dramática de que dos de los chicos protagonistas son poco menos que genios informáticos y detectivescos a los 14 años.

De este modo, y sin superar en momento alguno la barrera de la dignidad, la película dirigida por Eva Dahr apuesta al menos por un arquetipo cinematográfico ajeno al modelo triunfante, en el que tampoco se olvida una línea social reivindicativa de la integración, tan extendida en estos países del primer mundo. Un apunte que queda marcado por el modo de definir a la villana de la historia: colocando en su boca un “¡tullido!” para referirse al integrante del grupo de chicos con una discapacitad física.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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