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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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El nuevo virus del cambio en la música popular española antes de La Movida

El autor del libro 'Bikinis, fútbol y rock & roll' reflexiona sobre el valor del pop bajo el período franquista entre 1950 y 1977

¿Hubo pop-rock español antes de La Movida? ¡Claro que sí! Aunque no lo parezca o se haya olvidado. De hecho, la edad de oro se vivió en la década de los sesenta, con artistas, autores, productores y discográficas que cosecharon éxitos internacionales más allá del ámbito de los países de habla hispana. La llama siguió ardiendo en los setenta, década que supuso el afianzamiento del rock español en todas sus facetas (urbano, heavy, progresivo, sinfónico, jazz-rock, con raíces flamencas, etc.). Nombres como Miguel Ríos, Waldo de los Ríos, Rafael Trabucchelli, Alain Milhaud, Los Bravos, Pop Tops, Manolo Díaz, Aguaviva, Peret, Juan Pardo, Fernando Arbex, Barrabas, Micky, Juan Carlos Calderón o Mocedades abrieron fronteras en los mercados europeos y anglosajones. Recogieron la antorcha que portaron a finales de los cincuenta Los Estudiantes y Los Pekenikes en Madrid y el Dúo Dinámico en Barcelona. Estos últimos, Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, son los pilares sobre los que se construyó el edificio de nuestro pop-rock.

En un mercado de canciones dominado por las versiones (apostar sobre seguro), la aparición de Manolo y Ramón supuso un cambio drástico: triunfaron con sus propias composiciones, abriendo paso a otros jóvenes que, poco a poco, fueron imponiendo canciones de su autoría; su imagen fue otra ruptura: de la chaqueta y la corbata se pasó a un look más sport, de jerséis de pico. Otras industrias asimilaron estos nuevos aires, principalmente patrocinadores y la editorial Bruguera, conocedora del mercado infantil y juvenil por sus tebeos, que lanzaron una publicación periódica de gran éxito dedicada al Dúo. Y capitalizaron con maestría el movimiento de fans.

Las fans representaban un movimiento de rebeldía (hormonal, naif, lo que ustedes quieran): daban rienda suelta de forma espontánea a emociones reprimidas. Y podemos trazar su origen en la primera visita del mexicano Jorge Negrete a España en 1948. El charro cantor venía de protagonizar la primera película de Buñuel en suelo mexicano. La histeria que provocó entre las madrileñas a su llegada, en tren desde Francia, a la Estación del Norte (hoy Príncipe Pío), era poco acorde con la mojigatería reinante en la España de posguerra. La policía no pudo contener a las mujeres que se acercaron a recibirle. Tuvieron que pedir refuerzos.

En estos dos primeros párrafos ya hemos dado con tres de las seis claves de los motores de cambio que configuran mi libro Bikinis, fútbol y rock & roll: los jóvenes, las mujeres y la música popular, centrada en el cambio radical que supuso la aparición del rock ‘n’ roll. El nuevo ritmo fue un virus que contagió a toda la juventud occidental. Por ejemplo, el grueso de nuestros primeros cantautores (Serrat, Aute, Raimon, M. Díaz) provenía de los grupos pioneros de rock & roll. En la dictadura franquista esta nueva música abrió boquetes, provocando situaciones insospechadas que alteraron las escalas de valores morales y sociales. En esto de los valores tradicionales la batalla de las mujeres por llevar bikinis fue colosal. Enfrente tenían a la Internacional Conservadora: el Vaticano, el Partido Republicano en EE UU y el franquismo en España. Vencieron a este último gracias al fomento del turismo (generador de recursos económicos para un Régimen que pasaba de la autarquía al desarrollismo). Con los bikinis se vio, una vez más, el doble rasero de la dictadura: lo permitido en el litoral no lo era en el interior. Afirmo sin rubor que los bikinis representaron la derrota más clamorosa del Vaticano desde Lutero. Mientras las mujeres occidentales ganaban cuotas de libertad y derechos, se iban despojando de ropajes. Una clara metáfora de liberación de ataduras. El camino inverso seguido por las musulmanas.

Pero las mujeres españolas no solo eran fans y provocaban cambios con algo tan pop como la moda (pantalones, bikinis, minifaldas). También estaban las redes espontáneas de mujeres de preso (en su mayoría del PCE). De aquí surgiría una de las primeras organizaciones feministas en nuestro país, el MDM. En el extremo opuesto encontramos a una asociación de empresarias en 1971. ¡Esta organización es anterior a la CEOE!

Quedan pendiente tres claves más, relacionadas con la música popular y los aires de cambio: el colectivo LGTB (cuando aún no se llamaba así), el fútbol y el movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos. Mucha gente se sorprende con el asunto de la segregación racial de EE UU. La temática llegó a España. El popular diario vespertino Pueblo dedicó portadas a la marcha de Martin Luther King Jr. Manolo Díaz compuso Ayer tuve un sueño inspirado en la misma (fue éxito en su versión y también en la de Los Pasos), con una letra bastante atrevida para aquellos tiempos. La película Adivina quién viene esta noche con Sydney Poitier fue un éxito de taquilla. Trataba del novio afroamericano (en lenguaje actual) de una chica blanca de familia bien. Sobre esta misma temática María Ostiz (pasó de ye-yé a cantautora) tradujo un tema de Janis Ian para Jeanette. Los Canarios enfocaron el asunto con Child. Y Pop Tops tuvieron dos éxitos, uno de ellos internacional, cantando a Martin Luther King y proclamando la igualdad racial.

En este aspecto la labor del fútbol, y del deporte en general, ha sido fundamental. ¿Acaso no veíamos que Pelé, Eusebio y otros grandes no eran blancos? ¿No apreciábamos que muchos jugadores sudamericanos eran más oscuros? Pero con todo, de cara al franquismo, el fútbol supuso abrir puertas. Los seguidores acompañaban a sus equipos o a la selección (éramos favoritos en el Mundial de Inglaterra en 1966, en plena explosión pop, rozando la psicodelia). En el libro se trazan todos los desplazamientos de los clubes en las tres competiciones europeas que se disputaban. Ir a Ámsterdam, París o Milán suscitaba comparaciones.

En un país que persiguió a sus estrellas por motivos sexuales, de la índole que fuesen (Gloria Lasso se fue de España por la moral imperante; la llamaban devorahombres y fue la primera en vender un millón de discos en Francia; aunque los casos más sonados fueron el de Miguel de Molina –le pegaron una paliza– y, por supuesto, Federico García Lorca –asesinado por “rojo y maricón”–), el que algunas estrellas del rock & roll y del rock (Little Richard, Elton John, Freddy Mercury, etc.) fuesen gays o de una calculada ambigüedad, como Bowie, solo pudo ayudar, iniciando el proceso de normalización.

El Gran Wyoming escribe en Dadme un ombligo y moveré el mundo, el prólogo de Bikinis, fútbol y rock & roll: “Esta es la historia de cómo esos agentes tóxicos, degradantes, han ido cercenando nuestros cimientos hasta llegar a la decadencia moral que hoy contemplamos y que otros llamamos libertad”. A lo que añado un sonoro ¡Viva la cultura popular!

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