La “falta de interés” lastra el consumo de cultura en España
Un estudio de La Caixa vincula el nivel educativo y el económico con una mayor asistencia a museos y espectáculos
“¡Prefiero gastarme el dinero de la entrada en irme de fiesta con los colegas!”, exclama Gaspar Rodríguez, de 16 años, que acaba de comenzar un grado de Formación Profesional. Como él, el 41,7% de los españoles que cuenta con educación básica no tiene interés por acudir a espectáculos en directo (conciertos, teatro, ópera) ni a lugares de interés cultural como museos o monumentos. Esto se debe, según el informe El consumo cultural: ¿cuestión de gusto, o de precio?, publicado por el Observatorio Social La Caixa, a la falta de “formación artística”. En cambio, los españoles con estudios superiores señalan que los motivos económicos son la razón principal (21,5%). “Deberían quitar el 21% de IVA de las entradas, no las hacen asequibles para las personas de nivel económico medio”, declara Margarita Muñoz, una abogada jubilada de 71 años, que solo paga por ir a la ópera o se queda en casa viendo la televisión.
Sin embargo, esta situación se invierte en el caso del cine. El bajo nivel educativo, ligado a la falta de poder adquisitivo, motiva que el 13% de los españoles que tienen estudios primarios acudan apenas una vez al año a las salas. “Voy poco y suelo aprovechar la oferta del día del espectador porque es carísimo. No solo la entrada, sino las palomitas, la bebida… se hace imposible ir”, afirma Sandra Sevilla, de 19 años, que está trabajando. A medida que aumenta el nivel educativo lo hace también la renta, lo que aumenta la asistencia. En el caso de los españoles que disponen de estudios de secundaria, se alcanza un 49% de asistencia al cine, mientras que entre los de educación superior llegan al 68%.
El informe de La Caixa, con datos de 2015, también distingue entre de los que declaran no haber asistido a ninguna actividad cultural a los “no asistentes absolutos”, aquellos que no participan y no se espera que lo hagan, y a los “recuperables”, cuya participación cultural ha sido “puntualmente” nula. En esta última categoría se subraya que la renta es la principal razón de no acudir. “Desde que nacieron los niños nos hemos tenido que olvidar de ir a cualquier actividad cultural, es muy caro pagar cuatro o cinco entradas para que podamos ir todos, además de la falta de tiempo. Cuando crezcan, nosotros podremos volver”, confiesan Alberto Abelleira, de 44 años, y Vanesa Ibar, de 40.
En los espectáculos en directo y lugares de interés cultural se observa una gran polarización, ya que la población se divide entre individuos de demanda alta y “no asistentes absolutos”. En el caso del cine esto cambia radicalmente, ya que, a medida que aumenta el poder adquisitivo, se incrementa la asistencia alta, mientras que el número de personas con demanda baja se mantiene estable. Los autores del informe lo achacan a un elevado interés general por el cine en la población. “A mí me gusta mucho más el teatro que el cine, pero no es tan popular entre la gente y suelo tener que ir solo porque el resto prefiere ir a ver una película”, sostiene Pedro Ortigosa, de 38 años.
El informe sugiere que, a corto plazo, y para reducir la importancia de la cuestión económica, la política cultural debería combinarse con una política fiscal que incluya, por ejemplo, “reducciones de la imposición indirecta de los bienes culturales o incrementos en las subvenciones a la producción de dichos bienes”. Sin embargo, también indica que, para atajar el problema de la falta de interés, “la política cultural debería integrarse en la educativa para mejorar el gusto por las artes”. “Algo de arte dimos en el colegio, pero muy genérico y no me picó la curiosidad”, recuerda Martín Miroslavov, de 17, que reconoce que no le interesan ni los museos ni las artes escénicas.
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