Mariano Quirós: “Un premio es una alegría fugaz, fugaz. Pero, por Dios, qué alegría”
El escritor argentino se somete al carrusel de preguntas de este diario
A Mariano Quirós (Resistencia, Argentina, 1979) se le repite un sueño: que juega a la pelota. Al Mudo, el protagonista de su última novela, le perseguía otra fantasía: dejar la ciudad por la naturaleza. Así que se instala en una zona selvática al norte de Argentina, solo y rodeado de murmullos. Allí transcurre Una casa junto al Tragadero, el libro con el que Quirós ganó el Premio Tusquets de Novela 2017.
De pequeño quería ser…
Escritor, desde luego.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
En mis años jóvenes y más vulnerables, mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha dejado de darme vueltas por la cabeza. Cuando te sientas inclinado a criticar a alguien, dijo papá, tené presente que no todos tuvieron tus ventajas. Y mamá, por detrás, sacaba la lengua.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con mi mujer. Ella sabría cómo liberarnos.
“Mi gran experiencia fue la literatura. Es cursi, pero es la verdad”
¿Algún sitio que le inspire?
Cualquier sitio a orillas del río Paraná. Aunque no sé decir si me inspira o simplemente me llena de melancolía.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Soy muy llorón, no puedo evitarlo. Es una enfermedad que arrastro de familia y que, en los últimos días y a causa de mi reciente paternidad, se me agudizó a un punto crítico.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
A los ocho años mi tía Cali me regaló El monte era una fiesta —libro de cuentos de Gustavo Roldán, escritor chaqueño— y esa felicidad, la de aquellos relatos, se repite de tanto en tanto con algunas nuevas lecturas. Podría decirse que fue un regalo interminable.
¿Qué significa ser escritor?
Aprender a leer una y otra vez.
¿Para qué sirven los premios?
Para experimentar una alegría fugaz, fugaz, fugaz, tres veces fugaz. Pero, por Dios, qué alegría.
¿Cómo se tomó el Tusquets?
Con alegría, como corresponde. Y sin hielo.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Dos voy a decir: el Breve manual del perfecto aventurero, de Pierre Mac Orlan; y Las cosas que se arreglan solas, libro de cuentos de Valeria Groisman. Aunque muy distintos, en ambos casos la carcajada es melancólica.
¿Y qué libro mataría por haber escrito?
Hay tanta muerte en el mundo... para qué sumar. Prefiero ofrecer, por ejemplo, los libros de Bolaño, que están llenos de vida.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
La literatura, los libros que leí y los libros que me esperan. Qué cursi, pero bueno, es lo que hay...
¿Se iría, como en su novela, a vivir sin molestar a nadie a la orilla de un río?
Me iría, sí. Pero haría el intento de molestar un poco.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
Puestos a elegir, me disfrazaría de superhéroe, de uno simpático. En Argentina hubo un programa de TV, Chachacha, que tenía un Batman uruguayo: era Batman, pero esmirriado, bigotudo y con un termo para el mate bajo el brazo. Es un muy buen disfraz.
“Argentina pronto renacerá de su ruina”
¿Dónde no querría vivir?
En una ciudad muy, demasiado, primermundista.
¿Cuál es su olor preferido?
El olor de mi casa cuando vuelvo del trabajo.
¿Qué personaje de la literatura o el cine se asemeja a usted?
Hablando de superhéroes, estaba aquel personaje de los 80, El gran héroe. Había perdido el manual de instrucciones de su traje —color rojo, capa negra— y volaba como un autito chocador.
¿Qué le hace suspirar?
En estos días, mi hijo Amador. Y doy por sentado que será así por el resto de mi vida.
¿Qué siente cuando ve su foto en los diarios?
Qué voy a sentir: vergüenza.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgulloso?
De lo bien que manejo la vergüenza.
¿Cómo ve el futuro de Argentina?
Como me gusta ser optimista —de otro modo, para qué vivir—, sé que pronto renacerá mi pueblo de su ruina y pagarán su culpa los traidores.
Babelia
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