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La maestra Beatriz González en Burdeos

La artista colombiana no es sólo una creadora imprescindible en el panorama internacional, sino una maestra lúcida que enseña mucha reflexión. Ahora expone en Burdeos

Estrella de Diego
'Telón de la móvil y cambiante naturaleza' (1975), de Beatriz González.
'Telón de la móvil y cambiante naturaleza' (1975), de Beatriz González.

Todo el mundo la llama “maestra” en Colombia —manera en que en el país se designa a los docentes—, quizá porque Beatriz González no es sólo una artista imprescindible en el panorama internacional, sino una profesora lúcida que en las aulas enseña poca técnica y mucha reflexión. Se diría incluso que es una artista que estrena esa figura híbrida, tan actual, entre la creación, la enseñanza y la curadoría. De hecho, González es autora, entre otros trabajos, de un libro que ha marcado un antes y un después en los estudios del arte del siglo XX en Colombia, un periodo fascinante y poco conocido, Manual de arte del siglo XIX en Colombia, aparecido en 2013, y es la responsable de la original puesta en escena de la sección del siglo XIX en el Museo del Banco de la República, institución a la cual ha estado ligada durante años y de cuya extraordinaria representación de caricaturas es responsable en buena medida al tratarse de uno de sus intereses recurrentes.

Así es la mirada de Beatriz González: sorprendente, única. Desde los grandes maestros que cita Pérez-Oramas en el catálogo —“parece haberse iniciado en el oficio de la pintura frecuentando obras de Vermeer de Delft y Diego Velázquez, entre otros maestros antiguos”—, las preguntas de González se mueven hacia una crítica política local muy sutil —no le gusta verse como “colombianista”— que se sirve de soportes fuera de lo normal para posicionarse desde otros lugares. Son las cortinas y los muebles —para ella bidimensionales en esencia— que, siguiendo a Harold Rosenberg y sus anxious objects, generan una inquietud luminosa en los espectadores. Persigue las noticias en la prensa —al estilo de los pop— para ponerlas después en evidencia como una fórmula camuflada de lo violento o, al menos, de cierto encubrimiento por omisión. Es el caso de la radicalísima cortina Decoración de interiores, de 1981, dedicada a Turbay —el controvertido político—, que convierte en telón monumental, metáfora de una puesta en escasa festiva —como le presentaban los medios a menudo—, ocultando lo oscuro y ofreciendo una cara amable de los horrores de su mandato. La idea de las cortinas le viene, cuenta, mirando una imagen de Le déjeuner sur l’herbe, de Manet, en la cubierta de la enciclopedia Salvat: el papel gastado y desteñido le hace pensar en una carpa de circo. Son los juegos de opuestos de Beatriz González, la “maestra”, que nos enseña a volver a mirar el mundo.

‘Beatriz González. Rétrospective 1965-2017’. CAPC. Burdeos. Hasta el 25 de febrero.

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