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¿Quién asesinó al Teatro?

Ron Lalá se lanza al género negro con ‘Crimen y telón’ y viaja a un tenebroso futuro, en el que las artes están prohibidas

Rocío García
De izquierda a derecha, Álvaro Tato, Daniel Rovalher, Iñigo Echevarría, Juan Cañas y Miguel Magdalena, en una escena de 'Crimen y telón'.
De izquierda a derecha, Álvaro Tato, Daniel Rovalher, Iñigo Echevarría, Juan Cañas y Miguel Magdalena, en una escena de 'Crimen y telón'.David Ruiz

En un escenario vacío, el Teatro aparece ahorcado. El gran enemigo público, ese cóctel de purpurina, maquillaje, ginebra y pañuelo al cuello, pero también dedos arrugados de fregar, olor a desinfectante y calderilla en el bolsillo, por fin ha muerto. Y ahí están para certificarlo el detective Noir y el teniente Blanco. Le venían pisando los talones desde hace tiempo, desde que el Teatro, ese peligroso capo de la mafia artística, se había fugado de la prisión. Hace veinte años que se han prohibido las artes, han quedado abolidos los países y las creencias y los ciudadanos están en manos de la inteligencia artificial, centrados en un consumismo atroz. El hallazgo ahora del cuerpo del delito es todo un éxito. ¿Quién ha matado al Teatro? Crimen y telón, el último espectáculo de la compañía Ron Lalá, viaja a un futuro bárbaro y atroz para narrar, en clave de género negro, la búsqueda del asesino del Teatro. El montaje, dirigido por Yayo Cáceres, se estrena el viernes en el Teatro Fernando Fernán Gómez, en Madrid, con todos los actores-músicos, componentes actuales de Ron Lalá, sobre el escenario: Álvaro Tato, también autor del texto, Daniel Rovalher, Iñigo Echevarría, Juan Cañas y Miguel Magdalena.

La comodidad no es marca de la casa. 21 años después de su nacimiento como compañía en un instituto madrileño, se han tirado otra vez a un mar abierto y embravecido, huyendo del refugio en el que tan cómodamente han vivido sus últimos éxitos con la trilogía sobre los clásicos españoles, Siglo de oro siglo de ahora (Folía), En un lugar del Quijote y Cervantina, y con el que vieron abiertas de par en par las puertas de los teatros públicos, además de nuevos públicos y mercados. Reunidos por EL PAÍS, en un descanso del montaje en el teatro en el que estarán con Crimen y telón hasta el próximo 28 de enero, los miembros de Ron Lalá hablan del “desafío humillante” que supuso su encuentro con los clásicos, sabedores de que nunca iban a llegar allí donde sí llegaron estos clásicos, pero también de la dicha de transitarlos por el interés y actualidad que desprenden. “Hacer clásicos es darse cuenta de que ahí está el origen de todo, el mejor agua que uno puede beber para continuar el camino”, asegura Yayo Cáceres.

Grito de amor a las artes

En Crimen y telón se mata al Teatro pero para rendirle el más hermoso de los homenajes, para lanzar un grito desgarrador de amor por las artes. Como le dice el detective Noir al teniente Blanco: "Somos analógicos, teniente, las artes nos daban sentido". Esto es lo que navega por el fondo de la obra, en la que se realiza un recorrido por la historia de la dramaturgia y una crítica a los planes de estudio en los que se van eliminando las humanidades, la filosofía, la literatura. "Las artes hay que defenderlas, vivirlas, cuidarlas", coinciden los miembros de Ron Lalá.

“Nunca hemos olvidado que correr un riesgo es parte esencial de nuestra existencia”, advierte Álvaro Tato sobre los saltos al vacío que esta compañía, transgresora, disparatada y mágica, en la que todos actúan, cantan y bailan, ha ido dando con cada espectáculo. Sin prejuicios y con el humor siempre presente, decidieron reformular todo aquello que aprendieron con los clásicos a través del género negro, en un mundo de crímenes, asesinos, peligros, secretos oscuros y verdades no dichas, entre callejones oscuros y sombras misteriosas. “Crimen y telón vuelve a ser un viaje de ida y vuelta, porque aunque estemos hablando de un futuro, en realidad lo utilizamos para viajar al pasado y hacer una revisión de la historia del teatro porque, en el fondo, esta obra es todo un homenaje al teatro y una reivindicación de la importancia de las artes y la cultura”, señala Juan Cañas.

En Crimen y telón, montaje sobre el que llevan trabajando más de un año, el público tiene un papel activo, es parte de la historia, testigo clave en la investigación del asesinato, envuelto de lleno en todo el proceso que se desarrolla sobre el escenario y partícipes de lo que allí ocurre. El público va a estar cavilando todo el rato, pasando por todos los estados del género negro, llega a ser aliado, sospechoso o enemigo, acumulando pistas sobre el posible criminal. Incluso, los espectadores van descubriendo cosas que el propio protagonista, el detective Noir, no conoce. “Pero si hay algún mayordomo entre el público, que sepa que no le vamos a señalar como el asesino”, lanza divertido Daniel Rovvalher.

Y aunque hablen de un futuro desgarrador para reflexionar sobre un presente no muy amable, los Ron Lalá tienen muy claro que el teatro no es un púlpito, que es una plaza a compartir entre todos. “El teatro es la voz colectiva para lanzar preguntas pero no respuestas”, dice Álvaro Tato.

 

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