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La cruda realidad de la prostitución

La argentina Anahí Berneri ganó con ‘Alanis’ la Concha de Plata a la mejor dirección en el festival de San Sebastián

Gregorio Belinchón
Anahí Berneri, en el rodaje de 'Alanis' con su actriz protagonista, Sofía Gala.
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Ocurrió el pasado septiembre en el festival de San Sebastián. Por segunda vez en la historia del certamen una mujer ganaba la Concha de Plata a la mejor dirección. La argentina Anahí Berneri (San Isidro, 1975) presentaba Alanis, una película nada complaciente sobre el mundo de la prostitución, que también logró a Concha de Plata a la mejor actriz para su protagonista, Sofía Gala, que encarna a una prostituta desahuciada de su casa junto a su hijo de dos años. “Los premios han impulsado las ventas, cierto, y se agradecen”, contaba por teléfono la argentina el pasado martes, sobre un filme que se estrenó el viernes en España.

Como en sus anteriores cuatro largometrajes Berneri muestra, sin adoctrinar, una realidad “de la gente que habitualmente no aparece en pantalla”, en este caso del mundo de las meretrices, un universo que en el cine ha sido excesivamente idealizado. “Yo no resuelvo, sino que impulso al espectador a hacerse sus preguntas. Lo más que puedo lograr es a que se identifique con la protagonista, y de ahí generar reflexión”, apunta. Por eso, no verbaliza sus pensamientos sobre la prostitución: “Mi opinión es la película, y mi forma de expresarme es la película. Sé que no conozco la solución, pero la clandestinidad hace a las trabajadoras sexuales más vulnerables”. Para Argentina, Berneri ha encontrado un sentimiento que podría definir también la relación de España con la prostitución: la hipocresía. “Que no se vea, que no moleste. Eso no quiere decir que no exista. Tenemos que hablar del tema, no esconderlo debajo de una alfombra”.

El trabajo de producción de Alanis ha sido sui géneris. “Nació de un corto que me invitaron a dirigir. Yo no quería mezclar trata y prostitución, y acabé haciendo lo que ahora son los 12 primeros minutos de la película”. El resto se rodó en tres semanas, con un regalo: Gala actúa con su propio hijo, de año y medio. “El hecho de que ella haya amamantado en cámara a su niño y de forma distraída fue un logro; es casi una disociación atender a tu hijo mientras se está actuando. Y ella lo hizo de una manera maravillosa, y conmueve al público, en un trabajo físico y mental enorme. Yo no podía creer, por ejemplo, que se peleara con otro actor, y que se largara a llorar mientras daba teta”.

Berneri encontró en Gala a su actriz perfecta: “Porque le da mucha verdad, pone el foco sobre el cuerpo desde el lugar de la maternidad, no solo desde el sexual, y aporta algo picaresco. Para mí un actor siempre aporta una impronta a la película”.

Con el premio en la mano en San Sebastián, la cineasta se autodefinió: “No soy una feminista militante, sino que milito con mi trabajo”. Ahora se reafirma: “Todas mis películas terminan hablando de género, porque son los lugares en los que me planto a reflexionar. Son los lugares que me duelen, que me interpelan. Y sí, acaban por tanto siendo reflexiones sobre los roles en la sociedad, clichés que nos esclavizan a hombres y mujeres”. Por eso, rehúye de la etiqueta cine social. “Ninguna etiqueta me gusta demasiado, ni me gustan las películas de temas, aunque sí creo que el cine puede cambiar a la gente”.

La última reflexión se centra en los escándalos de acosos sexuales. “Va más lejos que de productores famosos, porque vivimos en una sociedad que abusa. Porque de las prostitutas no solo abusan los chulos o los traficantes, lo hace hasta el Estado”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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