Belén Rueda: “Estoy en la segunda edad del pavo”
La actriz confiesa vivir su mejor momento profesional y presume de poder poner el móvil bocarriba encima de la mesa
Hay personas que enervan y otras que serenan. Simpatías explosivas y cortesías templadas. Bellezas que insultan sin querer y presencias que impresionan sin faltar a nadie. Belén Rueda pertenece a la estirpe de las segundas. En la histeria de la promoción de Perfectos desconocidos, la película de Álex de la Iglesia, Rueda parece un pilar en medio de la ventolera. Cero nervios, cero pamplinas, cero dramas. Viene de rodar en Barcelona, no ha pegado ojo y parece cansada bajo el modelazo y el maquillaje resistente a los focos. Fue después, al saber por otros que acababa de enterrar a su madre, cuando cobraron sentido algunas de sus respuestas y el poso de tristeza de sus ojos azul piscina.
En el filme, una cena de 'móviles abiertos' provoca un tsunami de secretos y mentiras. ¿Ojos que no ven, corazón que no siente?
A mí me gusta ver y sentir. Quiero enterarme de lo que sea, aunque duela. Con los años he aprendido que no es tan malo lo que te dicen, sino cómo lo recibes tú. No importa tanto el hecho, sino cómo eres capaz de afrontarlo.
¿La madurez consiste en eso?
Sí, una aprende. Si hablamos de infidelidades, la educación que hemos recibido hace que parezca que solo hay dos vías: o tragártela o dejar al otro. Y hay un estado intermedio: tratar de saber por qué se ha llegado hasta ahí.
Vía ejecutiva
De presentadora a actriz de televisión a estrella de cine. Rueda (Madrid, 1965) ha ido pasando de pantalla desde los 20 años sin hacer más ruido que el eco de los hechos consumados. En 'Perfectos Desconocidos', es la anfitriona de una cena con los móviles bocarriba.
¿De joven se es más estrecho?
Sí, se es más radical y apasionado. Con 20 años, crees que, si te duele algo, no te puede doler más, y, si algo te hace feliz, no hay otra cosa. Todo es blanco o negro. Con los años ves que los grises existen.
¿Y el gris tiene su encanto?
Sí, porque cuanto tienes cierta edad desaparecen personas a las que quieres mucho y tienes dos opciones: enfadarte con el mundo y pensar que todo es una mierda para los restos, o valorar lo que te han aportado y seguir adelante. Y eso no es gris, eso es lo que hay.
¿Las pérdidas nos templan?
Sí, y nos enseñan a vivir.
¿Sus hijas saben su contraseña?
Sí, y yo las de ellas. Yo sí podría dejar mi móvil sobre la mesa.
Pues debe de llevar usted una vida aburridísima, con perdón.
No, tengo una vida compartida. Ellas saben lo que hay. Y tanto ellas como yo somos respetuosas. Mezclamos el compartir con el respeto. y si nos enteramos de algo que no queríamos que se supiera, no nos enfadamos, hablamos.
¿A sus 52 años ha pasado ya la crisis de la mediana edad?
Hace años tuve un momento de nido vacío y de miedo, en general. Mis hijas querían volar, y no hay nada peor que querer retener a alguien para que no se quede o no vuelva, y también pensé que se acaba mi vida como actriz y mujer. Pero tuve la suerte de poder reinventarme y ahora hago cosas que nunca había hecho.
No me diga que está en la segunda edad del pavo.
Lo estoy. Hay un segundo pavo si te tomas la vida de un modo no tradicional y haces las cosas según entiendes tú. Se han alineado los planetas. Profesionalmente tengo un momento maravilloso. Mis hijas, a las que he dedicado muchísimo tiempo, son más independientes y, personalmente, me puedo permitir cosas que pensaba que ya no me tocaban.
En una entrevista reciente dijo haber oído en el pasado comentarios sobre si su físico era o no lo bastante sexy para televisión.
Eso fue hace 30 años, en una época muy determinada y nunca me sentó mal. No se debe tratar con ligereza el tema del acoso, que yo jamás he padecido, porque hay quien lo sufre de veras. No hay que bajar la guardia, pero sin olvidar que las mujeres anteriores nos han dejado un legado, que ahora podemos decir lo que queremos, y que hay que tomarse la vida con un poquito más de humor.
¿En eso también ha cambiado?
Sí, por ejemplo, a mí me encanta conducir, y era muy macarra. Ahora, cuando alguien te grita, le dices que tiene razón, si la tiene, y le desarmas. Siempre le echas la culpa al otro, pero, como dicen en terapia, es tu actitud la que hace que los demás cambien.
O sea, que va a terapia.
Sí, he ido, casi todos los actores vamos, porque trabajamos con nuestros sentimientos y emociones. Y volveré si lo necesito.
Babelia
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