Hasta el último aliento
La sombra de 'Un profeta' planea por la escritura de la película de Micheël R. Roskam, en la que ha participado el guionista Thomas Bidegain
EL FIEL
Dirección: Michaël R. Roskam.
Intérpretes: Matthias Schoenaerts, Adéle Exarchopoulos, Sam Louwyck, Stefan Degaand.
Género: cine negro. Bélgica, 2017.
Duración: 130 minutos.
Una pareja está en la primera fase de su relación sexual y amorosa. Desde su primer encuentro se miran con complicidad, deseo y una mezcla de naturalidad y explosividad. Hay química, son un cañón: desde dentro del relato, desde el punto de vista narrativo, frases contundentes, elipsis cortantes; y también desde fuera, desde el carisma, la belleza y la carnalidad de Matthias Schoenaerts y Adéle Exarchopoulos. Y de pronto:
—Cuéntame tu mayor secreto.
—Soy un gánster y robo bancos.
Risas. Es imposible. O quizá no. El ambiente de polar francés de los primeros minutos de El fiel, aunque la película sea belga, estalla con esa frase. El policiaco galo clásico, el cine negro de Jacques Becker, Claude Sautet y Jean-Pierre Melville, habita en buena parte de la desigual pero interesantísima película de Michaël R. Roskam, ambiciosa, atractiva, con instantes de impresión, un trecho melodramático menor y un giro de guion casi ridículo.
Roskam tiene estilo. Ya lo demostró en la estupenda película estadounidense La entrega (2014), basada en un relato de Dennis Lehane. Crimen, mafia, reelaboración de la mujer fatal hasta converger en el drama. Cuánto huelen a polar ciertas novelas de Lehane. Y cuánto huele a polar la obra del otro nombre clave de El fiel: el de Thomas Bidegain, habitual guionista de las obras de Jacques Audiard. La sombra de Un profeta planea por la escritura de la película de Roskam, en la que ha participado Bidegain, con un romanticismo que va más allá de la vida y de la muerte. El fiel se desarrolla de un modo que resulta imposible no empatizar con el gánster. Y ahí la cámara de Roskam tiene mucho que ver: con un aparente truco ético, y con un detalle narrativo que resuelve la argucia. Nunca se ven los muertos, las consecuencias de los actos de la pandilla de ladrones y asesinos en la que está integrado el personaje de Schoenaerts. Como contrapartida, Roskam impone un escrupuloso mantenimiento del punto de vista.
El mayor problema de la película es que el giro desde la libertad condicional a la escapada, provocado por el asunto del perro, es de una gran simpleza. Algo en lo que tampoco ayuda el suicida tercio final del relato, con el drama por bandera. Sin embargo, pese a ese irregular tramo, El fiel culmina con un emocionante recorrido, tan físico como metafórico, donde los ojos del protagonista son también los nuestros, y que devuelve a la película a un fascinante lugar. Allí donde se reencuentran el deseo, la vida y la muerte. Hasta el último aliento.
Babelia
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