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La filosofía, una manera de pensamiento en combate

Un congreso reúne a profesores, periodistas y poetas en un debate sobre una disciplina que, pese a todo, sigue muy viva

Desde la izquierda, Emma Ingala, Ana Carrasco Conde, Basilio Baltasar y Patricia Soley-Beltrán, el sábado.
Desde la izquierda, Emma Ingala, Ana Carrasco Conde, Basilio Baltasar y Patricia Soley-Beltrán, el sábado.JOSÉ BÁEZ

Dudar, pensar y ser son los senderos de un laberinto borgiano por el que buscamos respuestas a nuestros por qué y la manera de participar en la construcción de la realidad social. La filosofía es la brújula que nos adentra e ilumina en ese viaje del pensamiento. Sin ella estamos perdidos. Razón de sobra para "festejar la conveniencia y la urgencia de la filosofía" como señaló Ignacio Polanco en la inauguración del I Festival de Filosofía, organizado por Fundación Santillana y La Térmica de la Diputación de Málaga. El foro dejó patente, a lo largo de tres intensas jornadas, que ésta disciplina del saber no está cadáver ni huele a naftalina. A pesar de su antigüedad continúa interpelándose a sí misma, y aunque la política la ha desterrado del sistema educativo -al igual que de su manera de distinguir entre elocuencia y grito- la filosofía goza de buena salud. Lo certificó el éxito de público participante en los debates de una materia "concebida como un estilo de vida que sustenta la solvencia moral y la libertad de criterio" en palabras de Basilio Baltasar, responsable junto a Salomón Castiel de la convocatoria de la palabra entre catedráticos, profesores, periodistas y poetas en debate de conceptos y significados.

En estos días se habló de las ciencias duras y las del espíritu por parte de Jordi Pigem y de Antonio Diéguez. Y de la subversión del lenguaje con la que lidió Alfredo Taján ante la transparencia de Luciano Concheiro y su discurso sobre la invención de nuevos conceptos y sentidos para leer la realidad y a nosotros mismos, frente a la densidad de la apertura de la filosofía a los saberes perdidos del pensamiento, como las corrientes mistéricas. La opción de Juan Salzano, fiel a la idea deleuzeniana de que pensar es seguir siempre una línea de brujería, una búsqueda del conocimiento a través del dolor, de una pedagogía de los sentidos y de la profundidad de su experiencia. Un guante temático recogido por Andrés Claro y Arash Arjomandi en su conversación alrededor de la imaginación sustentada en experiencias invisibles que suceden en el plano emocional y mental; la distinción entre la imaginación como una manera de habitar el mundo y la ilusión que no conlleva dicha posibilidad. La metáfora, la oralidad, el dibujo, el arte, se fueron desgranando hacia el acuerdo de que el pensamiento es lenguaje y el lenguaje es pensamiento.

El populismo y la globalización fueron otro suculento menú del Congreso. El primero reunió a José Luis Villacañas y a Manuel Arias Maldonado en torno a una tendencia que aspira a dar forma a un pueblo unitario —eliminando la pluralidad— en momentos de angustia, de sociedades erosionadas en sus prácticas culturales y sujetas a la degradación de las ideologías. Un movimiento camaleónico -según la política contra la que reacciona- que se nutre de los perdedores de expectativas, mitifica la figura del rebelde, controla las redes y se centra en el enfrentamiento con un enemigo continuo para evitar el ejercicio de la Responsabilidad. El análisis que Villacañas resumió recordando a Brecht "todos los poderes vienen del pueblo pero nadie sabe hacia dónde van". Al final acordó con Arias Maldonado que la democracia está en crisis permanente, y la conveniencia del parlamentarismo a modo de vacuna eficaz contra el populismo.

Femenina y transversal

Se sintieron la cuota del Congreso invitada para hablar de lo particular entre mujeres, mientras una vez más los hombres charlaban sobre lo universal. Ana Carrasco Conde, Emma Ingala y Patricia Soley-Beltrán, filósofas de ontología, de metafísica y de género, resemantizaron conceptos e hicieron de la cocina de Nietzsche un matadero donde descuartizar la habitación propia de Virginia Woolf y la violencia física y simbólica que padece la mujer hasta en la ley "como demuestra el juicio a La Manada en el que la víctima parece ser la juzgada". Con brillantez transformaron el espacio de la invisibilidad en un laboratorio para pensar juntos y reivindicar que la filosofía es femenina y transversal. También un incordio con impacto en la política y en la educación. Lo dejaron claro, la filosofía es el lenguaje que nos hace construir nuevas formas de ser, de pensar y de actuar.

Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas. La reflexión graffiteada en una pared de Quito con la que Juan Cruz introdujo "la esencia del momento en el que vivimos" y la globalización a reflexionar entre Joaquín Estefanía y Lluís Boada. Argumentó éste último que el capitalismo se sigue concentrando mientras que la clase trabajadora ha quedado fragmentada e indefensa con las consecuencias de la explotación actual, y de un sistema económico que no funciona como sistema social. Economista también, Estefanía certificó ese desequilibrio del poder político cada vez más anoréxico frente al poder económico cada vez más fuerte. Un escenario que exige reivindicar los derechos sociales y enarbolar la bandera de la revolución francesa mejor que la de la revolución rusa.

El colofón fue una Carta de los Filósofos pidiendo indulgencia a los refugiados y a los inmigrantes, y decididos a formar juntos una Europa, primera patria de la Humanidad. Nada faltó en este Festival que recordó la importancia de contemplar el mundo por nosotros mismos, sin prejuicios ni miedos, y poner la sal y la savia del pensamiento en combate por el futuro.

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