Nieve teñida de sangre
El islandés Baltasar Kormákur ha venido desarrollando una sólida carrera como director y guionista
Desde que en el año 2000 fue elegido por la revista Variety como uno de los “10 directores que hay que ver”, junto a otros talentos luego confirmados como Christopher Nolan y Alejandro González Iñarritu, y tras debutar con el aguerrido thriller local 101 Reikiavik, el islandés Baltasar Kormákur ha venido desarrollando una sólida carrera como director y guionista, que se ha ido alternando entre Estados Unidos y su país natal. En Hollywood con productos de encargo escritos por otros —los estupendos Contraband, 2 guns y Everest—, y en Islandia con proyectos más personales con el mando del guion —El mar, Verdades ocultas, Las marismas—. Justo como el que ahora nos ocupa, la afilada intriga con un leve toque de drama social Medidas extremas, en la que una vez más se demuestra lo bien que le sienta la nieve al crimen.
MEDIDAS EXTREMAS
Dirección: Baltasar Kormákur.
Intérpretes: Baltasar Kormákur, Hera Hilmar, Gísli Örn Garöarsson, Margrét Bjarnadóttir.
Género: thriller. Islandia, 2016.
Duración: 110 minutos.
En un ambiente inhóspito y de calculada frialdad hipercivilizada desarrolla un relato con aires de noir nórdico, que se articula a través de un clásico de las actitudes familiares forzadas por las circunstancias: lo que puede llegar a hacer un padre, o una madre, para salvaguardar el territorio de bienestar que ha conseguido para una hija, tras acabar esta tan salpicada como descontrolada por relaciones peligrosas que aúnan una combinación letal: delito y amor. De Alma en suplicio a Hardcore, un mundo oculto, la situación se ha tratado en variadas historias de ser humano enredado en un mundo que no le pertenece, el de la delincuencia, y al que Medidas extremas añade un par de elementos de cierta eficacia: la presencia de la madre del villano —sí, a veces también la tienen—, y la condición de médico del padre protagonista, interpretado por el propio Kormákur, formado en el teatro, donde se graduó como actor antes de virar hacia el cine.
A la película quizá le falte trascendencia en sus apuntes de conciencia de clase, y el papel de la madrastra no pasa del de un florero cuando podría haberse aprovechado como contrapunto ético, pero la fortaleza narrativa de Kormákur, y su pulso para la puesta en escena y el ritmo, la llevan hasta un lugar por encima de la eficacia, aunque por debajo del brillo.
Babelia
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