El tesoro de Gurlitt se muestra al público
Dos exposiciones paralelas en Berna y Bonn presentan las obras maestras expoliadas por los nazis y encontradas en las casas del heredero de un marchante
Estos días, en Berna, radiante y majestuosa capital de Suiza, la mayor parte de las conversaciones giran entorno al colorido otoño que se prolonga con un clima sorprendentemente apacible y a la exposición sobre “arte degenerado” que exhibe el Kuntsmuseum hasta el 4 de marzo de 2018 y cuya inauguración tuvo lugar e pasado día 2 ante periodistas de todo el mundo. En los tranvías, en la refinada barra de Adrianos o en el Café littéraire de la sexta planta de la infinita librería Stauffacher, las charlas confluyen en la curiosidad que suscita saber qué guardaba Cornelius Gurlitt en la habitación de su modesto piso de Munich, detalle que, al fin y al cabo, ha sido uno de los secretos mejor guardados (o peor, según se mire) en lo que respecta al mundo del arte de los últimos tiempos.
La historia es de sobra conocida, pero no por ello menos enigmática. El 10 de septiembre de 2010, en un control aduanero llevado a cabo en un tren que realizaba el trayecto Zurich – Munich, la policía bávara descubrió a un señor que viajaba con más de 10.000 euros en metálico en el bolsillo. Se llamaba Cornelius Gurlitt y contra él se inició una investigación por posible fraude fiscal. Durante febrero y marzo de 2012, el apartamento de Gurlitt fue rastreado, lo que dio lugar al hallazgo del tesoro que mantenía escondido: 1258 obras de arte de finales del XIX y del XX. A esa cifra habría que sumar 200 obras más que guardaba en otro apartamento de Salzburgo y que salieron a la luz en 2014. Entre ambas aparecieron firmas como Pissarro, Cézanne, Monet, Otto Dix... La noticia provocó exaltación en el gremio del coleccionismo de arte, sobre todo al dar por hecho que la colección provenía en gran parte de expolios y saqueos. Hijo de Hildebrand Gurlitt (1895-1956), unos de los marchantes de arte más importantes del Tercer Reich y estrecho colaborador de Hitler, Cornelius recibió en herencia el legado y, a partir de entonces, decidió vivir modestamente, casi en secreto, vendiendo cada tanto alguna obra a determinados galeristas. Gurlitt murió el 6 de mayo de 2014. El día después, la fundación del Kuntsmuseum de Berna fue informada de que había sido designada heredera universal del testamento. En 2015 se inició un meticuloso trabajo de estudio de procedencia para devolver obras a sus antiguos propietarios. Hasta el momento han sido cinco las obras restituidas, entre ellas “Mujer sentada” de Matisse, entregada a los descendientes del marchante judío francés Paul Rosenberg. Y ahora, en noviembre de 2017, el Kuntsmuseum de Berna y la Bundeskuntshalle de Bonn presentan bajo el título común “Colección Gurlitt. Inventario” las primeras exposiciones del tesoro Gurlitt con intención de hacerlas accesibles al publico y saldar así cuentas con su historia.
Nina Zimmer, directora del Paul Klee Zentrum y del Kuntsmuseum de Berna, visiblemente atareada y con evidente emoción, explica a El País el proceso de gestación de esta doble exposición: “ha sido difícil, porque desde el punto de vista logístico debíamos organizar dos exposiciones simultáneas, pero al mismo tiempo ha sido muy enriquecedor el hecho de trabajar conjuntamente y con otros equipos de conservadores y comisarios alemanes. Aquí hemos participado cuatro comisarios suizos (además de ella, forman el equipo Mattias Frehner, Director de colecciones del Kunstmuseum Berna y del Zentrum Paul Klee; Nikola Doll, Directora de Investigación de Procedencia del Kunstmuseum de Berna; y Georg Kreis, profesor de Historia de la Universidad de Bâle). Parecíamos una comunidad europea a pequeña escala. Enseguida nos dimos cuenta de que no se veía igual la historia del arte de los años 30 y 40 en Suiza que en Alemania, cada uno tenía su perspectiva, por eso hemos dividido la exposición en dos capítulos”
La exposición de Berna se centra en el llamado “arte degenerado, confiscado y vendido”, y trata de explicar la historia del arte prohibido por los nazis, que entre 1937 y 1938 confiscaron más de 20.000 obras de arte, muchas de las cuales vendidas para recaudar fondos. La de Bonn aglutina 250 obras (acuarelas, lienzos y esculturas) bajo el título “Colección Gurlitt. Los expolios nazis y sus consecuencias” y focaliza la atención en los quehaceres de Hildebrand a través de piezas de Degas, Renoir, Durero o Rodin. Desde allí, Rein Wolfs, director de la Bundeskuntshalle y co organizador de la exposición, insiste en la importancia de las historia humanas que resisten detrás de cada obra y espera que la exhibición empuje a seguir reclamando.
Así, en las salas del Kuntsmuseum de Berna se exponen 160 obras. Destacan coloridas acuarelas de August Macke como Landscape with Saling Boats o In the Palace Garden at Oberhofen y obras mayores de Paul Klee o Emil Nolde. Predominan trabajos en papel entre los que se incluyen excepcionales obras expresionistas y constructivistas y firmas como Ernst Ludwig Kirchner, Otto Dix o Franz Marc. “Para mí -sostiene Zimmer- el cuadro más impactante es el retrato de Maskha Mueller, un óleo sobre tela de Otto Mueller, que tiene una fuerza expresiva verdaderamente extraordinaria y que explica muy bien la esencia del expresionismo alemán. También destacaría obras del grupo expresionista de Dresde (se refiere a Die Brücke), de Der Blaue Reiter y de la Bauhaus”. Cada una de las obras expuestas cuenta con una placa informativa fuera de lo habitual y se exhibe, además, un documental sobre el trabajo en las investigaciones llevadas a cabo para esclarecer las procedencias. “Es normal realizar un trabajo exhaustivo cuando te enfrentas a una colección privada y encima quieres organizar dos exposiciones -puntualiza Zimmer- , hay que preparar obra a obra, muchas veces casi “renacerla” para proseguir con la búsqueda de la procedencia. Hemos sido muy exhaustivos, por ejemplo, con los viejos passe partouts, los hemos cambiado, pero no los hemos tirado porque han sido muy útiles para seguir las huellas y saber más de los antiguos propietarios”.
Es, por tanto, una exposición inseparable de la historia de cada cuadro y de la historia del siglo XX, y Zimmer es muy consciente de ello: “Poder organizar una muestra tan especial te pasa una vez en la vida, sacar a la luz una colección que estaba escondida y con la historia contaminada, es exclusivo y al mismo es una gran responsabilidad. Aquí en Suiza nos hemos dado cuenta de ello. Por eso se ve la especial atención que está teniendo, porque en realidad es una exposición artística pero también es política, y que además habla de una actualidad que aun no está resuelta”. Ante la duda de por qué Cornelius Gurlitt eligió Berna para donar la totalidad de las obras, Zimmer sigue contrariada: “Nos gustaría saber porqué decidió dejarlo en herencia a Suiza pero no lo sabemos. Sabemos, no obstante, que venía a menudo, que le gustaba visitar el Kuntsmuseum y que pasaba a veces vacaciones aquí con su tío, que era profesor en la universidad. Tenía una imagen muy positiva de Suiza”.
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