Jugando en los campos del señor
'Remake', que no secuela, de 'Línea mortal', pese a la presencia del personaje de Kiefer Sutherland, ahora maduro profesor de los chicos
ENGANCHADOS A LA MUERTE
Dirección: Niels Arden Oplev.
Intérpretes: Ellen Page, Diego Luna, Nina Dobrev, James Norton.
Género: thriller. EE UU, 2017.
Duración: 109 minutos.
"Hoy es un buen día para morir", clamaba Kiefer Sutherland, entre la épica guerrera y el desafío moral, en la impactante primera frase de Línea mortal, thriller de 1990 pero de espíritu aún ochentero, facturado con su habitual ausencia de pretensiones por el entonces intachable en el terreno de la efervescencia juvenil Joel Schumacher, con obras tan notables como St. Elmo, punto de encuentro y Jóvenes ocultos.
Una intriga con una premisa lo suficientemente original y atractiva para que quedara en la memoria ―unos jóvenes y sabiondos médicos en la fase del MIR se mataban y resucitaban entre ellos en un quirófano, con todos los medios y conocimientos, para descubrir qué hay de verdad en el famoso túnel de luz entre la vida y la muerte―, pero con un desarrollo lindante con el cine de terror que nunca superaba su resultona idea. Una película hasta cierto punto mejorable, de la que ahora llega una nueva versión, Enganchados a la muerte, que es (casi) un calco de la de Schumacher y que, como aquella, es inequívoca hija de su tiempo: en lo formal y en lo moral.
Remake, que no secuela, pese a la presencia del personaje de Sutherland, ahora maduro profesor de los chicos, ya que en el colmo de la desidia su nuevo guionista, Ben Ripley, no ha establecido ni un solo elemento de conexión entre una y otra, Enganchados a la muerte cambia en su puesta en escena los vehementes travellings con grúa y helicóptero de Línea mortal por semejantes movimientos en forma de sucedáneo digital, y sus neones clásicos de los 80 en tono azul por una levemente cargante atmósfera new age.
Mientras, en lo moral, pervive tanto el remordimiento por los pecados del pasado como la esencia redentora del relato, pero, en una línea más contemporánea, hay una mayor incidencia en la competitividad extrema, como reflejo de unos tiempos malsanos en lo laboral y lo social, y un considerable subrayado en el castigo. De este modo, Niels Arden Oplev, director de esta nueva versión, agudiza las ansias de triunfo de los jóvenes, al tiempo que elimina una parte del importante elemento cristiano de la original: el gótico de los escenarios y, sobre todo, la supresión de otra de las frases más recordadas del guion original, aquel "¡Perdónanos, señor, por habernos metido en tu puto terreno!".
Al que no haya visto la de 1990, le trasladará sensaciones parecidas de fascinación decreciente. A los veteranos, un más de lo mismo sin el componente nostálgico.
Babelia
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