Kiki Morente: Entre la mimesis y el homenaje
El nuevo disco del cantaor recibe una calificación de 6'5 sobre 10
Con su media sonrisa burlona, fingía Enrique Morente una queja, porque toda su descendencia hubiese terminado decantándose por cantar. Para cada uno él había planeado carreras concretas y contribuido a encarrilarlas. En el caso del benjamín, optó por la guitarra, su otra gran pasión, e incluso lo matriculó en el Conservatorio. De la dedicación de esos años algo sin duda queda: es habitual escuchar al joven Kiki cantar acompañándose él mismo a la sonanta.
Artista: Kiki Morente
Disco: Albayzín
Sello: Universal
Calificación: 6,5 sobre 10.
Con el cante como elección artística, el joven de la saga, presente ya en festivales de postín, tenía pendiente su disco, que se intuye en los fogones desde hace unos años. Ya no está papá para dirigirlo, aunque sí su hermana Estrella, que lo coproduce junto a Juan Carmona ‘Camborio’. La sombra del padre se antoja, en cualquier caso, muy alargada y termina imponiéndose desde el hueco de su ausencia. Casi todo pareciera haber sido sometido a la aprobación de un Enrique que le habría aconsejado, por ejemplo, que una casa hay que empezarla por los cimientos, con un disco de cante clásico, tampoco muy encorsetado, que el chico es joven y bebió, además, los vientos de libertad de uno de los artistas más rompedores de su tiempo
Con toda seguridad, también el padre habría buscado la compañía de gente de confianza, casi de la familia, Los Habichuela, sin ir más lejos. La participación de los patriarcas de esa saga se revela fundamental: el joven cantaor muestra sus honestas credenciales en los terrenos del clasicismo con una granaína de Cepero, que interpreta acompañado por el toque de Juan, preciso portador de la musicalidad sin innecesarias alharacas. A ella se suma el taranto, una letra popular que grabó Camarón, al que el cantaor, con claro metal, logra transmitir su tono trágico con la pausa garantizada por el maestro toque. Más clasicismo en la pulcra recreación de la solea de Tomás Pavón junto a Pepe, y hasta en el cuplé por bulerías homenaje a Vallejo, ya en las manos de El Camborio.
La saga continuará con Josemi Carmona, que dejará sus personales rasgos en la rumba, y con Juan Habichuela nieto, compartiendo con el propio Kiki las guitarras de los tangos del Albayzín. Son cortes estos pródigos en instrumentación y percusiones y, sobre todo, de coros muy acentuados, con lo que no es difícil imaginar que la voz de Kiki se diluya un tanto, como también ocurre en los fandangos de Juan Carlos Romero, en las originales sevillanas de Riqueni e incluso en las bulerías de Jerez junto a Morao. Los acentos granadinos y guiños morentianos se imponen en múltiples formas y momentos. En los tangos se cuelan los versos del alba (ya suenan los gallos…) de Morente sueña la Alhambra, tan solo una de las muchas referencias al padre que se irán acumulando. El polo igualmente lo recuerda muchísimo. Es el siempre difícil equilibrio entre mimesis y creación, en el que el joven de la saga ha optado por un leal y constante homenaje al legado paterno o, al menos, a una parte de él.
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