_
_
_
_
_

Matrix es un frasco de levadura

El artista francés Philippe Parreno presenta por primera vez en México una de sus utopías cibernéticas

David Marcial Pérez
Fotograma de The Crowd, de Philippe Parreno.
Fotograma de The Crowd, de Philippe Parreno.

Matrix es un frasco de levadura conectado a unos ordenadores. Más bien, es un biorreactor, una máquina que mantiene las condiciones ambientales necesarias para que haya vida. Y conectados a una computadora, los microbios son la matriz generadora de otro mundo. Un mundo latiendo y brillando por las paredes de un museo.

La levadura y el anfitrión, inaugurada este viernes en el Museo Jumex, es la primera vez que el artista francés Philippe Parreno (Orán, Argelia, 1964) aterriza en México una de sus utopías cibernéticas. Hace cinco años, por ejemplo, convirtió los 22.000 metros cuadrados del Palais de Tokyo de Paris en otro universo autónomo compuesto por imágenes, sonidos, invenciones tecnológicas, robots y humanos: la presencia de los espectadores iba modificando la exposición en cada visita.

Tampoco es todo tecnofilia en la obra del Jumex. El anfitrión del título se refiere a una interacción humana con la ciber-levadura. Armada con un iPad, conectado a su vez a Matrix, una persona va paseándose por la sala de la exposición y tiene la capacidad de decidir cuándo cambiar el tipo de luz, activar cierto tipo de sonidos o grabar una notas en un piano de cola. Las bacterias terminan aprendiendo la información que les llega en modo de repeticiones cíclicas, activando a su vez una lógica algorítmica pero autónoma y única en cada ciclo.

Las obras autómatas de Parreno son como un Frankenstien hecho de viejos retales

Las manillas del reloj 3D proyectado en una de las paredes nunca marcan igual el tiempo. El orden de los videos cambia. El teléfono encima del piano no siempre suena a la misma hora, ni las composiciones musicales del piano son iguales. Los peces-globo de colores rellenos de helio se desplazan por la sala según la temperatura ambiente. En la sala de abajo, una marquesina forrada con bombillas chisporrotea al ritmo de los sonidos que salen de la sala de arriba.

“El mundo de la instalación siempre me ha quedado corto”, reconoció en una entrevista reciente con un colega. Parreno es uno de los precursores al filo de los 90 del arte multimedia, la remezcla digital, lo participativo, lo coreografiado. Parreno es la exposición total.

Para la directora artística de Jumex, Julieta González, “su obra va más allá de lo artístico, está vinculada con la revolución de la información y los avances cibernéticos. Se trata de un cambio ontológico que apunta a una experiencia post-exposición y post-museo”.

Las obras autómatas de Parreno son como un Frankenstien hecho de viejos retales. Anlee es un vídeo de 1999 donde una figura manga repite: “no pertenezco a nadie, sólo a quien pueda imaginarme”. En The Crowd (2015) vemos a un grupo de personas deambulando fantasmagóricamente por la sala de una exposición que nunca comienza. C.H.Z. (2011) es un viaje por un entorno artificial misterioso y oscuro que simula las condiciones de vida fuera de nuestra galaxia. En Anywhen (2016) un cefalópodo luminoso bucea por el fondo marino mientras una voz en off recita: Mecánica universal / cibernética y biónica / ¿Quién es el amo? ¿Quién es el esclavo? / Ésta no es una grabación / Hay razones sin rima para creer.

Parreno trabajó durante años con un equipo de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) en el desarrollo de la computadora bacteriológica, el interfaz, el Matrix que manda desde el centro de la sala. El artista explicaba así en una entrevista cómo funciona ese cerebro cibernético:

“Posiblemente exista una memoria que no es genética. En tres o cuatro semanas, estas bacterias aprenden el ritmo de la exposición (se apagan las luces, comienza la película, y, al final, se vuelven a prender la luces). Les enseñé ese mundo a las bacterias. Viven en un mundo que no es solar ni celestial; es un mundo temporal de 25 minutos, el mundo de la exposición. No conocen nada más. Son bacterias y no podemos pedirles demasiado. Viven y vivirán enteramente, siempre y cuando se las alimente. Porque una bacteria nunca muere”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_