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Adam Zagajewski comparte en Oviedo la luz de sus palabras

El premio Princesa de Asturias de las Letras realiza una lectura de sus trabajos acompañado por 11 poetas españoles

Jesús Ruiz Mantilla
El poeta Adam Zagajewski, esta semana en Oviedo.
El poeta Adam Zagajewski, esta semana en Oviedo.ELOY ALONSO (REUTERS)
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El campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo se ha convertido esta tarde en un salón con butacones para escuchar la obra esencial de Adam Zagajewski. El autor compartió con 11 poetas que un día estudiaron allí una emocionante lectura de su obra y un rito de palabras llenas de luz, lanzadas contra el agua y la negrura de la tarde norteña, en un encuentro que titularon Poesía contra la indiferencia.

El premio Princesa de Asturias de las Letras azotó la penumbra del edificio departamental universitario. Retó el trazado neogótico de sus ventanales con arco de medio punto como el entrañable poeta que es, jugando al despiste. Se disculpó nada más llegar y agradeció la cerrada ovación de su recibimiento: “No estoy acostumbrado a ser una celebridad, pero por lo visto, aquí, en Oviedo, lo soy”, comentó.

Acto seguido habló del océano glacial como principio de todo, de los presentes cangrejos que lo escoltan como antiguos soldados de las guerras púnicas. Trazó su itinerario del Mediterráneo al Báltico con la lectura de su poema Mar para empezar, directo al grano. Siguió con un salto a París y a su poema Jardín de Luxemburgo: “Gigantesco herbario silencioso que no recuerda a quienes pasaron por él”.

“Se trata de un poeta de engañosa sencillez”, asegura el poeta Jordi Doce, presente en el acto. “Aparentemente leve, pero de profundo contenido”, añade. Algo que también comentaron antes de que diera comienzo el encuentro Fernando Beltrán y Berta Piñán. “Su obra encierra un sufrimiento telúrico, una verdad profunda que brota de él”. Ambos llegaron a Zagajewski, vía Wislava Szymborska o mediante la brújula anterior del gran Czeslaw Milosz, sin dejar la vigencia cardinal en él de Goethe o Rilke, a quienes ha dedicado tantas páginas. Ellos también son troncos en pie de la ruina centroeuropea tras la Segunda Guerra. Poetas sin artificio, cometas en verso, puentes… “Expertos en prender eso tan difícil que es la naturalidad, la sencillez”, afirma Piñán.

Capaces de mostrar una sutileza sin adjetivos, apunta Beltrán. Él lo sabe. Se gana la vida inventando palabras para otros. En Zagajewski celebra su manera de plantar cara al sufrimiento. “Esa búsqueda de las palabras que llena el hueco de tantas soledades. Esa manera de recorrer las capas del dolor hasta llegar a un vacío que te abriga”, comenta.

O ese plante al destino que le hace escribir en Solidaridad y soledad (Acantilado): “Después del fin del mundo, hay que vivir como si no hubiera pasado nada. Es preciso recordar lo que ha ocurrido y pensar en lo que ocurrirá, pero hay que vivir como si no hubiera pasado nada. Dar largos paseos. Contemplar la puesta de sol. Creer en Dios. Leer poesías. Escribir poesías. Escuchar música. Ayudar al prójimo. Hacer la pascua a los tiranos. Alegrarse del amor y llorar la muerte. Como si no hubiera pasado nada”.

Pareciera el breviario de un ser invencible, regenerado, victorioso entre el humo infecto del Apocalipsis. Así nos llega la obra de Zagajewski hoy, poeta del fin en busca de cada nuevo principio, nómada europeo, nacido en la extrema y fascinante Lvov, hoy Ucrania, frontera del descalabro austrohúngaro, cuna de su cosmopolitismo. “Zagajewski es un poeta de lugares, de ciudades. Es fundamental su itinerario de Europa a Estados Unidos”.

Pero, a través de ese viaje, no se permite un despiste sobre la materia constante que puebla su obra: los seres humanos que las pueblan. Azotados, alegres, lúgubres esperanzados. Víctimas de una obsesión que no ha dejado nunca de lado: el totalitarismo: “Lo afronta no cómo lacra del pasado, sino como amenaza del presente y del futuro”, dice Piñán.

Con un fuerte lirismo, alejado de la ironía que sus referentes utilizaron como caparazón, “con una permanente desconfianza en la retórica, de manera muy meditativa”, afirma Doce. La búsqueda de la verdad para desnudar los subterfugios de la propaganda y la ceguera, como armas de combate.

La austera huella de Zagajewski marcó en la universidad la noche húmeda de Oviedo junto a un coro de poetas entre los que estaban, además de los citados, Martín López Vega, José Luis Piquero, Aurelio González Ovies, Vanessa Gutiérrez, Teresa Soto, Xuan Bello, Javier Almuzara y Fernando Menéndez. Su palabra aglutinadora de mapas fue más que pertinente porque se empeñó en romper fronteras ficticias.

Guía esencial

La semana ovetense comenzó el martes para Adam Zagajewski. Primero fueron 2.000 lectores los congregados. Al día siguiente, este encuentro con 11 poetas formados en la Universidad de Oviedo, que han compartido una obra marcada por su influencia. No está de más recordar una guía esencial de sus ensayos y obra poética, que este otoño vuelven a lanzar varias editoriales españolas como Acantilado o Pre-Textos. Títulos como Ir a Lvov, Lienzo, Tierra de fuego, Deseo, Anhelo, Antenas o títulos en prosa como Solidaridad y soledad, Dos ciudades, En defensa del fervor y la fundamental En la belleza ajena.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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