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Feria de Otoño

Román, un fallido derroche de entrega

El torero cortó una oreja y se cerró la puerta grande al errar en la suerte suprema

Antonio Lorca
Román hace un quite a su segundo de la tarde.
Román hace un quite a su segundo de la tarde.J. P. GANDUL (EFE)

Está visto que triunfar en el toreo, en las plazas importantes y en los momentos determinantes es un auténtico milagro. Román tenía abierta de par en par la puerta grande de Las Ventas y se la cerró a cal y canto con un error con el estoque y un pésimo manejo del descabello. Hasta ocho intentos hizo y no consiguió rematar al toro, que se echó en la arena, cansado de estar harto del muchacho y su falta de puntería. Un par de meses debiera estar Román, día y noche, ejercitándose con este utensilio para no repetir los dolores de cabeza como el que aún debe tener después de la chapuza cometida.

No hay derecho que un torero esté tan bien toda la tarde y lo eche todo a rodar por el precipicio en cuestión de minuto y medio. Pero así es el toreo.

Román estuvo superior en sus dos toros, el mejor lote de la corrida sin clase de Fuente Ymbro. Ofreció el torero valenciano todo un derroche de entrega, valor, responsabilidad, compromiso, y, lo que es mejor, de torería.

Se fajó como un jabato con su primero, un manso complicado, al que recibió de salida sin probaturas con airosas verónicas y unas apretadísimas gaoneras. Embistió el animal a oleadas en banderillas, y llegó al tercio final con más genio que casta. Román inició su labor por bajo, rodilla en tierra, al tiempo que el toro se desplazaba con largura. Lo citó después de lejos y el animal acudió con presteza; tardó en repetir, y Román dibujó un precioso cambio de manos que ligó con un largo pase de pecho. En la siguiente tanda embebió al toro en la muleta, volvió a cambiarse de manos y sufrió una fea voltereta que le produjo una contusión en la región inguinal derecha. Se levanto más firme y asentado, y aún firmó una tanda de naturales en los que ‘tragó’ mucho, y dos más de derechazos metido en los terrenos de su oponente. Las bernardinas finales, ajustadísimas, fueron el broche a una actuación valentísima y preñada, también, de torería. Dejó una estocada tendida, y el torero dio entonces un arreón de miedo, de tal modo que Román, dolorido aún de la voltereta, se vio obligado a correr como un loco y batir el récord de velocidad de los cincuenta metros porque el animal le pisaba los talones con intenciones, sin conseguirlas, pero muy claras de mandarlo a las nubes.

Fuente Ymbro/Morenito, Adame, Román

Toros de Fuente Ymbro, bien presentados, mansos, sosos y sin clase.

Morenito de Aranda: pinchazo, media atravesada y un descabello (silencio); estocada (silencio).

Joselito Adame: estocada baja (vuelta); estocada (silencio).

Román: estocada tendida _aviso_ (oreja); metisaca, pinchazo, estocada, ocho descabellos _aviso_ y el toro se echa (palmas).

Plaza de Las Ventas. Cuarto festejo de la Feria de Otoño. 28 de septiembre. Media plaza.

Fue la suya una faena de torero con mando en plaza, dispuesto a morir para triunfar, pletórico de fortaleza y corazón, y con la mirada obsesiva en el triunfo.

Más templanza en la embestida tenía el sexto, al que muleteó con enorme disposición, gusto, cadencia y ligazón en una faena intermitente, pero plena de gracia y buen hacer torero.

Se ganó el favor del público, y lo perdió en el momento monumental de la muerte del toro. Lo que pudo ser otra tarde de gloria -ya salió a hombros el pasado 15 de agosto- se quedó en un éxito fallido. Lo dicho: dos meses con el descabello día y noche.

Joselito Adame consiguió dar la vuelta al ruedo en su primero en una actuación que tuvo color y cierta enjundia que no pudo rematar. Dibujó muletazos garbosos aprovechando el viaje de un toro tan noble como desfondado; en el quinto se justificó a pesar de la sosería del animal.

Morenito pecho con el peor lote y, encima, sufrió un revolcón al intentar un quite en el tercero. Mala suerte. El primero tuvo malas pulgas, muy corto de embestida, buscaba el bulto y repartía tornillazos. Morenito prefirió la retirada antes que la lidia, y desistió pronto en lugar de solventar la papeleta con otra actitud. A la postre, no deja de ser un torero moderno.

Soso, de corto recorrido y sin clase fue el cuarto, lo que le impidió al torero aspirar, siquiera, al triunfo deseado. Encima, cuando tomó la izquierda, el animal le soltó un derrote con el ánimo directo a robarle la cartera que, en el caso de los toreros, es el corazón. Felizmente, todo quedó en un amago, pero el susto fue mayúsculo. Lo dicho, que no fue la tarde de Morenito de Aranda.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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