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Crítica | Chimpancé, una máquina biológica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La historia recurrente de Piolín y Silvestre

Tres compañías mexicanas coproducen ‘Chimpancé’, espectáculo sobre la violencia gratuita entre individuos de la misma especie

Un momento de 'Chimpancé: una máquina biológica'.
Un momento de 'Chimpancé: una máquina biológica'.
Javier Vallejo

La violencia, vista como una matriochka o como círculos concéntricos: la que sufren México y la Humanidad toda, la que sucede entre animales de la misma especie (en los primates, sin ir más lejos). Detrás de Chimpancé, una máquina biológica, espectáculo coproducido por tres compañías de Ciudad de México, Veracruz y Nuevo León, palpita un suceso terrible: en un Estado del noreste, durante una fiesta en la que participaban profesionales del teatro y funcionarios de Cultura, entró a robar un chaval, haciéndose pasar por narcoterrorista del Cártel de los Zetas.

CHIMPANCÉ, UNA MÁQUINA BIOLÓGICA

Autor: David Colorado. Intérpretes: Morena González, Iván Ontiveros, Karina Eguía, Víctor Hernández, Hiram Kat, Patricia Estrada y David Colorado. Dirección: P. Estrada y D. Colorado. Producción: Tres Colectivo Escénico, La Resistencia y El Gato Tuerto. Madrid. Teatro Galileo, 25 y 26 de septiembre. Teatro de la Puerta Estrecha, del 3 al 8 de octubre.

Soliviantados, los asistentes desarmaron al inexperto asaltante, lo redujeron y, ya indefenso, lo machacaron sin piedad, según cuentan los artífices de esta función, mientras invitan al público del Teatro Galileo a compartir un mezcalito. Reconocidos maestros de las artes escénicas supuestamente pacíficos y bellas actrices sumaron sus golpes, pero un manto de silencio extendido discretamente desde instancias oficiales consiguió que aquello pasara sin repercusión informativa ni judicial alguna.

Chimpancé es, pues, una reacción ante la evidencia de lo terrible que puede ser la gente de paz, orden y discurso, si la situación se presta. La puesta en escena sirve el texto frío, a salto de caballo entre la narración y la acción, lo sucedido y lo imaginado, la reflexión antropológica y el drama. Un puzzle de escenas breves y heterogéneas, algunas más a propósito que otras, se suceden, sostenidas por siete actores con presencia física notable, en un espacio que podría ser aula, sala de disección y ring.

Si la función vale al cabo la pena es por su escena climática, en la que una pareja de cómicos, mexicano él, cubana ella, discuten a cara de perro sobre la pertinencia de las ayudas al teatro, y sobre cómo quien las concede tiende a orientar los contenidos de modo subrepticio y a vaciarlos de meollo crítico cierto: ambos intérpretes, en especial Morena González, tensan magníficamente la contradicción entre impulso y discurso.

En el recoleto espacio escénico de La Puerta Estrecha, con el público a tres bandas, Chimpancé encontrará mejor acomodo y adquirirá mayor pegada que en el Teatro Galileo, donde se estrenó esta semana.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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