“No tenemos dioses ni fe, pero tenemos guitarras y escenarios”
Los Foo Fighters presentan en Barcelona su nuevo disco, ‘Concrete and Gold’, en un concierto secreto. “La música debe hacerte sentir a salvo”, asegura su líder, Dave Grohl
Solo los Foo Fighters pueden conseguir que las frías y suntuosas salas de un hotel de lujo de cinco estrellas terminen por parecer la habitación de un colega donde se habla de rock and rollcomo si no hubiese otra cosa más importante en el mundo. “La música es mi puta vida”, suelta Dave Grohl, líder del grupo estadounidense, sentado en un amplio sofá plateado. Grohl gesticula sin parar, con una mirada repleta de brillo tras sus gafas de pasta negra. Es difícil no participar de su entusiasmo. Su vocabulario corporal es tan vivo e intenso como las canciones de la banda que creó en 1994 tras la muerte de Kurt Cobain y la desaparición de Nirvana, su grupo anterior. Canciones que han marcado a más de una generación y han convertido a Foo Fighters en un acontecimiento social planetario. “La música influyó de una manera determinante en mi vida. Intentamos que suceda igual con las personas que nos siguen. Es un estilo de vida y sale de lo profundo de uno”.
Grohl (Warren, Ohio, 1969) tiene el don de la palabra, que puede derrapar a veces en una verborrea imparable. Sentado a su lado está el baterista Taylor Hawkins, que interviene menos y al que Grohl toca la pierna de buen rollo para que lo haga. Cuando lo hace, ataviado con su gorra y su mirada felina, como examinando el ambiente, Taylor dispara igual de contundente: “Tío, esto puede ser todo un chiste, pero también puede ser todo lo que tienes. Para nosotros estar en un escenario solo puede ser posible con una actitud positiva. Esto es guay”.
Rock de verdad
Es sábado por la tarde y Foo Fighters acaba de aterrizar en Barcelona, donde presentaron anoche en un concierto privado en la sala BARTS su nuevo disco, Concrete and Gold, publicado el viernes. Una actuación sorpresa que ha tenido en vilo a centenares de fans de todas las edades. A diferencia de tantas formaciones generacionales, Foo Fighters es una banda que no ha parado de incorporar público a medida que su sonido vertiginoso y aguerrido congrega a tanto puristas del rock como a simples aficionados. “Hoy nos han parado por la calle un montón de personas y nos decían: ‘Sois rockeros verdaderos’. Otros nos decían: ‘Lo de tocar con una pierna rota, eso es rock, tíos’. Había muchos chavales", cuenta el bajista Nate Mendel. “Es divertido. A la gente joven le gusta esto. No tenemos dioses ni fe, pero tenemos guitarras y escenarios”, añade el guitarrista Chris Shiflett.
¿Qué mierda de reguetón?
A Dave Grohl le gustaba contar anécdotas y en el hotel de Barcelona decide que hay una que le marcó recientemente. Le dijeron que una de sus canciones parecía tener el ritmo de un reguetón. “¿Pero qué mierda de reguetón?”, dice alterado sin perder la sonrisa. “Si esta base está sacada de otras canciones que no tienen nada que ver con eso que le ha dado por cantar a Justin Bieber”, explica para después comentar que la gente se ha vuelto loca con este estilo y lo ven hasta por donde no está.
Taylor Hawkins y Chris Shiflett, sus compañeros, ni siquiera saben qué canción es Despacito, que, aparte de ser cantada por Bieber, ha batido todos los récords de reproducciones en Internet. "A lo mejor la versionamos en un concierto. ¿Qué te parece Taylor?", pregunta Grohl. "Una mierda", responde el baterista.
Al igual que los Rolling Stones simbolizan la edad dorada del rock and roll y el empuje de la contracultura juvenil de los sesenta, pese al incontestable paso del tiempo y su conversión irreparable en una multinacional musical, Foo Fighters, cuyo primer disco salió tan solo un año después de suicidarse Kurt Cobain, es la representación mundial de la época de los noventa, de aquella generación X que brotó en los márgenes de la sociedad de consumo estadounidense con sus camisas de cuadros y su existencialismo desencantado. Aquel fue el último gran movimiento musical que captó la psicología emocional de una generación, y algo también determinante: la atención del negocio. Pero Grohl asegura que entonces nadie pensaba en ello ni se lo esperaba: “Éramos unos marginados. Lo que no sabíamos es que éramos tantos. En el colegio a gente como a mí nos jodían todos los días. No hacíamos deporte, no entendíamos los libros, ni de qué iba eso de los museos. La música era vida en la calle, un lugar donde encontrarte con tus verdaderos amigos”. Y reconoce su herencia ante el hardcore estadounidense de los ochenta, un género underground al que perteneció antes de su ingreso en Nirvana cuando se unió en Washington en 1985 a Scream. Bandas como Hüsker Dü, Bad Brains o Dead Kennedys abrieron su mente y la de muchos con su visión rupturista y su hilo directo con la bofetada punk de los setenta. “Eran pura energía. Los veías y decías: ¿Tío, todo eso es lo que yo quiero hacer?”, explica mientras tararea una canción y se mueve como si tocase la batería. “Ellos nos dieron el mensaje de coge un instrumento, júntate con un colega y hazte tú mismo el disco”, añade.
El papel de estrella
Al líder y fundador de Foo Fighters se le podría estudiar en cualquier escuela de negocios por su instinto empresarial y su magnífico rol de relaciones públicas. También por su habilidad para pilotar un transatlántico comercial como este grupo sin perder las esencias de actitud alternativa. “Sentirte a salvo con las canciones. Es el único mensaje que debe tener la música”, señala, incorporándose hacia delante en el sofá. Pero la vida real es otra. Recientemente, se han ido iconos como Chris Cornell de Soundgarden. “No es divertido. Yo les digo: ‘¿Quieres que te cuente toda la mierda que yo he visto de esta gente que se enganchado a las drogas, que no salían de depresiones?’. Es una puta mierda”.
Y apunta la importancia de saber que su papel de estrella del rock no le hace tener ninguna responsabilidad con nadie. “Cuidar de mi familia, de mis hijos, de mi entorno, de mí… Ver que todo eso está bien. Esa es mi única responsabilidad. Y la música me funciona con eso. Un momento…”, dice y se detiene haciendo un aspaviento con la mano. “Esto no es un mensaje rockero. La gente lo olvidará, pero, joder, no hay otra cosa”.
Obra compleja y ambiciosa
Concrete and Gold es el disco más psicodélico de la banda y en el que se ha buscado desarrollar ideas que no se pueden recoger en un directo. "Me preocupaba mucho el proceso de composición. Esa evolución que tiene que tener toda banda en el sonido. Pensé: '¿Por qué no podemos probar a hacer un disco que nos cueste de verdad llevar al directo?'. Me dije: 'Que le jodan. Ya nos apañaremos", recuerda Dave Grohl, líder de los Foo Fighters.
Es una obra más compleja en arreglos, que ha contado por primera vez con la aportación de Greg Kurstin, el exitoso productor de Hello de Adele y que en su nómina tiene producciones para estrellas mundiales como Katty Perry, Red Hot Chili Peppers, Lily Allen y, más recientemente, lo último de Liam Gallagher y Beck.
Además, con una visión sonora más expandida, el disco conserva la fiereza característica de Foo Fighters.
COMPRA ONLINE 'CONCRETE AND GOLD'
Artista: Foo Fighters.
Sello: RCA Records Label (2017).
Formato: MP3,CD y vinilo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.