Decálogo de otoño
Algunas sugerencias apresuradas alrededor del oficio de escribir / hablar sobre música pop
El verano sirve para recargar las pilas y afilar las uñas necesarias para este oficio raro que tiene como materia la música pop. Y el otoño parece perfecto para poner en práctica lo aprendido. Reviso mis notas y transcribo algunas iluminaciones.
1. El periodista debe evitar citar cifras no comprobables. Los datos de ventas, entradas, impacto económico, visionados, likes o followers pretenden apuntalar cualquier texto pero, generalmente, son mentiras o —caso de las últimas categorías— pueden estar adulterados. Se supone que hablamos de música; las cifras, para las ciencias sociales.
2. La popularidad es un valor estéticamente nulo. Frente a aquellos buitres que buscaban oscuros artistas malditos, hoy se celebra lo que triunfa, por motivos ideológicos. Y no, no eres pueblo por aplaudir a Camela. Ni ellos entienden ese cariño repentino ni les empuja a enriquecer su música ínfima ni —por supuesto— van a liderar el asalto al Palacio de Invierno.
3. Por favor, no ejercer de cacatúa, repitiendo ocurrencias promocionales. En el telediario ayer definían a Pitingo como “único representante del flamenco-soul”. Nada de lo que sonaba justificaba ese título.
4. Raro país donde un concierto para 2.000 personas tiene mejor tratamiento mediático que un disco con millones de oyentes. Hasta la pesadez, insistir en la relevancia de los discos, tengan o no formato físico, como expresión artística. Los músicos, necesidad manda, aseguran que solo se realizan en el directo. Como si estuviéramos a comienzos del siglo XX, cuando algunos actores de teatro se negaban a participar en aquel invento diabólico llamado cinematógrafo.
5. Tampoco hagan caso a los músicos cuando abominan de las etiquetas. Aunque las tengan que sufrir, es por su bien: se trata de rótulos que colocamos para facilitar la comunicación. Muchas músicas y muchos artistas se han ido por el desagüe por carecer de etiqueta accesible que facilitara su identificación entre el turbión de ofertas.
6. Olviden la épica del artista solo contra la industria. En verdad, muchas claves de una carrera musical están en los manejos de managers, disqueros, promotores. Que, advierto, rara vez cuentan sus secretos de cocina.
7. El valor de aportar vivencias, sumar reflexiones. El periodismo musical —y no es el único— se dedica a regurgitar la Wikipedia. La Wikipedia es formidable para fechas y panorámicas pero sus entradas tienden a estar encorsetadas, cuando no manipuladas por los interesados.
8. Por piedad, una moratoria para Despacito. Que se eclipse de forma natural y veremos si deja una huella mayor que la Bomba, de King África.
9. Cuando discutimos sobre formatos —CD, vinilo, mp3— olvidamos que las radios ya han decidido. La mayoría de las emisoras prescindieron de reproductores o giradiscos; si conservan algún plato, está inservible por falta de mantenimiento. Tiene gracia que, según avanza el tercer milenio, disminuya la calidad sonora de la música radiada.
10. Comprueben la ortografía. Ocho de cada diez veces que se menciona a Hendrix, le llaman Jimmy. Si prefería denominarse Jimi, debemos respetar su capricho. Por no hablar de ese error común que consiste en confundir a J. J. Cale (el tipo al que Sabina “homenajea” regularmente) con John Cale (del que Joaquín, ay, no sabe mucho).
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