León ya ha encontrado su santo grial
Una investigación asegura que el cáliz medieval de doña Urraca expuesto en San Isidoro es la copa de Cristo. Los historiadores la califican de fraude
Hace tres años que la estrella de la colegiata de San Isidoro, en León, ya no es su afamado panteón real, conocido como la capilla sixtina del románico por sus espectaculares murales. Le ha robado protagonismo el cáliz de doña Urraca, una enigmática joya de la orfebrería medieval que ha pasado de exhibirse en una vitrina con el resto del tesoro del museo a brillar en solitario. Los visitantes se la encuentran ahora, entre exclamaciones de admiración, en el centro de una sala, protegida por cristales antibalas y cuidadosamente iluminada desde todos los ángulos.
Muchos de los turistas creen estar ante el mismísimo Santo Grial. Otros se toman con más cautela las explicaciones de la guía. “No digo que el origen no sea del siglo I, pero eso de que hayan acreditado que es el cáliz de la última cena...”, dice Julián, un visitante que acaba la frase arrugando la nariz. Un libro publicado en 2014 por una profesora de historia medieval y un historiador del arte es el responsable de que las visitas a San Isidoro crecieran un 27% ante la posibilidad de contemplar la mayor reliquia de la cristiandad. Aseguran haber demostrado, con “asepsia científica”, que el cáliz de doña Urraca esconde la mítica copa.
Su trabajo, sin embargo, se enfrenta a acusaciones de fraude por parte de medievalistas y arabistas tanto españoles como extranjeros, que han publicado críticas feroces a Los reyes del Grial, el ensayo en el que Margarita Torres y José Miguel Ortega han plasmado su investigación histórica. En la última, de hace apenas unas semanas, el arabista del CSIC Luis Molina les acusa de “groseros errores” al interpretar textos árabes. Tan “estridentes” que, asegura, no se pueden atribuir “únicamente a la ignorancia o la despreocupación por la verdad”. “El interés en forzar la traducción, en retorcerla y torturarla hasta que diga lo que se quiere es evidente”, añade el especialista de la Escuela de Estudios Árabes de Granada.
Torres y Ortega aseguran estar muy tranquilos. Se toman las acusaciones “a risa”, dice Torres. Defienden que el grial lleva casi diez siglos escondido en León. Oculto, pero a la vista. Según su trabajo, que califican de “definitivo”, el cáliz que antaño se custodiaba en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén viajó primero a Egipto y después, a mediados del siglo XII, el califa fatimí se lo envió al emir de la taifa de Denia como regalo de agradecimiento.
Egipto sufría una grave hambruna por una sequía extrema y el entonces califa, Al-Mustansir, pidió ayuda a las taifas. Solo Denia le respondió fletando un barco con víveres. El emir, a cambio, pidió que le mandaran la reliquia cristiana, porque quería congraciarse con el entonces gobernante más poderoso de la península Ibérica, Fernando I, rey de León, padre de la infanta doña Urraca.
La copa de Jesús sería, por tanto, un sencillo cuenco de piedra de ónice que Urraca, para protegerlo, habría entregado junto con sus joyas al orfebre que diseñó el cáliz que se conserva en San Isidoro. Se trata de la parte superior, tal y como explica la guía del museo —que evita hablar de “grial” aunque da por buena la investigación de Torres y Ortega—, que quedó a la vista pero a la vez cubierto por una lámina de oro “para que jamás ningunos labios tocaran el vaso original”.
Los autores del libro basan su entramado argumental en dos pergaminos egipcios que una tercera persona, el arabista Gustavo Turienzo, encontró por “azar” en una biblioteca de El Cairo y tradujo inicialmente.
Turienzo publicó un artículo en la revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en 2015 en el que afirmaba que de esos pergaminos “no puede deducirse, en modo alguno, que éste [el cáliz] fuera finalmente trasladado a la Península Ibérica, y menos aún que fuese entregado a Fernando I”. Turienzo rehusó hablar con EL PAÍS de su papel en esta investigación: “¿Qué investigación? Es una tomadura de pelo, un disparate. Cíñase a lo que escribí en mi artículo”.
El historiador leonés Carlos Javier Taranilla de la Varga, uno de los primeros que criticó el libro, cree que los autores deberían haber presentado el trabajo como un relato novelado y no como una investigación histórica. Coincide con él Alejandro García Sanjuán, profesor de historia medieval en la Universidad de Huelva, que en una reseña en la Revista de Libros se extraña de que los autores no sean aficionados sino especialistas: “Incurren en una lamentable confusión entre conocimiento histórico y fantasía que, dada la formación de ambos autores, no puede atribuirse al descuido o la ignorancia”.
Para el medievalista de la Sorbona Patrick Henriet el libro es directamente “un fraude”. “No tiene nada de científico, ni en el propósito ni en los métodos”, explica a EL PAÍS. ¿Tiene errores? “Son más falsificaciones que errores”, asegura, y apunta a varios posibles motivos: “Afán de gloria, dinero, patriotismo local...”. “Fuera de España, en los ambientes académicos, esta controversia provoca mucho más la risa que la consternación”, añade. A Carlos Ayala, catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, tampoco le merece “ninguna credibilidad”. “Pretende convertir en historia lo que es mera tradición literaria. Algo inconcebible para un historiador profesional”, añade.
Cinco ediciones
Los Reyes del Grial lleva ya cinco ediciones en España, con unos 6.800 ejemplares vendidos, y ha sido editado en Reino Unido y en Estados Unidos. Jesús Ejido, propietario de la editorial Reino de Cordelia, no quiere entrar en controversias. El trabajo está publicado como ensayo. “Si tiene base histórica o no, me da igual. Tiene un atractivo legendario y turístico muy grande”, asegura Ejido. Y añade que se fía de las credenciales académicas de los autores. A la entrada al museo de San Isidoro, un póster publicita el trabajo, que se puede comprar, en español e inglés, en la tienda de regalos. Una pastelería de la ciudad ha fabricado réplicas dulces del cáliz, bautizadas como “chocogrial”.
También hay voces que defienden la investigación, como el historiador James Tabor, que ha sido entrevistado para la película que se está ultimando sobre el libro. “El problema es que los académicos consideran la búsqueda del Santo Grial una pérdida de tiempo y no profesional, como buscar el arca de la alianza o el santo sudario. Muchos aficionados han publicado obras no académicas, pero esta investigación me parece sólida como una roca”, asegura por correo electrónico. Tabor, profesor de Estudios Religiosos en la Universidad de Carolina del Norte (EE UU), es conocido por sus libros sobre los orígenes del cristianismo y por asegurar haber descubierto otro sepulcro de Jesús en Jerusalén.
Película sobre el cáliz
La película que recrea la investigación, titulada Onyx, los reyes del Grial, tiene como protagonista al actor estadounidense Jim Caviezel. María de Medeiros interpreta a la profesora Margarita Torres, que un año después de publicarse el libro se metió en política y ahora es concejal de Cultura de León. De hecho, el supuesto cáliz de Cristo tuvo su protagonismo en la campaña electoral de las municipales de 2015 cuando el ahora alcalde, Antonio Silván (PP), anunció que el turismo de la ciudad se iba a volcar con el grial. “Soy un auténtico convencido de la fuerza que en todos los sentidos tiene el Santo Grial”, dijo en una entrevista con el Diario de León. La candidatura León en Común llegó a preguntarle “si el grial es su única apuesta electoral” y a acusarle de “perseguir el grial como si se creyese Indiana Jones, mientras el resto de la riqueza se está pudriendo”.
Ortega rechaza las insinuaciones de montaje y asegura que todas las críticas proceden de la envidia y las ansias de venganza de Turienzo por no tener mayor crédito en el libro. “Sabíamos que iba a generar polémica y estamos abiertos a la discusión académica, pero ¿cómo voy a discutir con quien de inicio me llama mentiroso o me dice que he cometido fraude? Nos acusan de cosas gravísimas, de cambiar traducciones. Estamos pensando en ir a los tribunales”, afirma.
Torres asegura que conservan todos “los archivos y correos originales” que demuestran que no han alterado nada: “Quien afirme lo contrario tendrá que mantenerlo y demostrarlo. Y esa es una acusación muy grave con consecuencias”.
Mientras tanto, ajenos a la polémica, los turistas llegan a San Isidoro atraídos por la misteriosa copa. “Los que han leído el libro preguntan por el grial. Nosotros evitamos esa palabra por sus connotaciones fabulosas, de origen artúrico. Este es un museo eclesiástico; no definimos una verdad histórica”, dice Luis García Gutiérrez, canónigo director del museo de San Isidoro.
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