La banda sonora de una generación
El concierto aniversario del Sonorama Ribera constata que el actual 'indie' español está consolidado
Fueron 20 canciones como 20 velas, pero algo más. El concierto aniversario del Sonorama Ribera, celebrado anoche, jueves, ante 25.000 espectadores, supuso una contestación evidente: el indie que ha crecido paralelo a este certamen musical burgalés es ya la banda sonora de toda una generación, de toda esa gente que vive la experiencia de los festivales como un asunto propio, que ha encontrado en Xoel López, Leiva, Love of Lesbian, Iván Ferreiro, Supersubmarina, Vetusta Morla, Izal, León Benavente o Dorian a sus referentes emocionales, como en los ochenta otra generación lo hizo con Nacha Pop, Gabinete Caligari o Radio Futura o en los noventa con Los Planetas o Dover.
Tras el vibrante concierto que dio Nacho Vegas, así se vio desde el primer momento que el escenario principal se vistió de gala para ver desfilar a una veintena de invitados que interpretaron algunas de las canciones más simbólicas de los últimos años en la música independiente española. Arropado por una banda residente, presidida y coordinada por Charlie Bautista, el primero en salir fue Sean Frutos, cantante de Second. El músico dio pistoletazo de salida a este concierto aniversario con Rincón exquisito, que elevó la temperatura del recinto, lleno hasta la bandera y que abrió sus puertas con retraso ante el malestar de algunos asistentes.
Pero eso pronto se olvidó. A Sean le siguieron Mikel, de Izal, con La mujer de verde; Gabriel de la Rosa, de Shinova, con Emborracharme; Jorge y Pau, de La Habitación Roja, con Ayer, y Juan Alberto, de Niños Mutantes, con Errante, que consiguieron reactivar a todo el mundo en la actual música española, que vive una segunda edad de oro por la estupenda y reciproca empatía de los artistas y el público y por la multitud de propuestas, muchas de ellas consolidadas en una industria más profesionalizada que hace dos décadas, cuando no existía el Sonorama.
Entonces, tampoco existían la mayoría de los protagonistas de este concierto, como Dorian, que pusieron el listón muy alto al resto con la interpretación de A cualquier otra parte, que vino después de la rumbera Felicidad, con Lichis. El que sí que existía entonces artísticamente era Mikel Erentxun, que tiró de clasicazo para alegría del personal al interpretar 100 gaviotas. Su canción sonó a himno sentimental pero lo verdaderamente gratificante fue comprobar que tenía el mismo aire de himno, incluso con más empaque, Ser brigada, la canción que eligió León Benavente para arrasar en solo unos minutos en el Sonorama.
Conviene detenerse en León Benavente, tal vez la banda más en forma de todo el panorama nacional, un fenómeno musical de veteranos de la carretera —son el grupo de acompañamiento de Nacho Vegas— que se han erigido con su fiereza instrumental y sus letras sarcásticas y lapidarias en una especie de portavoces de esta generación. O más bien en el caso más claro y magnífico del empuje emocional del indie actual, o como se le quiera llamar a este pop-rock de nuestros días que está fuera de los canales de la radiofórmula y ha crecido en los escaparates de los festivales. En apenas cinco años, a medida que esta generación de oyentes y artistas se ha ido haciendo más consistente, León Benavente han demostrado todo el músculo de esta generación.
A diferencia de lo que se podía pensar, no hubo nada de nostalgia para la música española, es decir, no se rastreó en la memoria de los setenta, ochenta y casi incluso noventa. No. Era una reivindicación sonora de este siglo, de este indie que está viviendo una gran madurez. Y solo se puede entender que hubo un guiño a la nostalgia con las canciones finales, a cargo de Iván Ferreiro y Xoel López. Turnedo, del primero pero cantada junto a Xoel, y Que no, del segundo y cantada por todos los invitados dando botes en el escenario, sonaron gloriosas, llenas de alma y celebración colectiva. Igual pasó con las actuaciones de Loquillo y Amaral. Estos dos emblemas musicales españoles son unos padrinos icónicos de esta generación. Y lo son por el valor de su obra pero también y especialmente porque han sabido reinventarse desde sus muy distintas proposiciones sonoras. Con la compañía de una banda imparable como un tren de mercancías del rock, Loquillo dio un concierto imponente, con ese cierre ganador de Feo, fuerte y formal y Cadillac solitario. Y no menos sobresaliente fue la actuación de Amaral con Eva, su cantante, cada día más carismática.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.