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Wayne Shorter: “Elegí el camino menos transitado”

El veterano saxofonista, uno de los creadores más inquietos del jazz, prepara nuevo disco y una ópera

Wayne Shorter toca el saxofón el pasado 7 de julio en el festival de jazz de Rotterdam, Holanda.
Wayne Shorter toca el saxofón el pasado 7 de julio en el festival de jazz de Rotterdam, Holanda.Dimitri Hakke (Redferns)

Puede que sea el músico de jazz vivo más fascinante del mundo. Con 83 años sigue mostrando un compromiso total con la creación, la espontaneidad y la frescura que le dan buen nombre a lo que entendemos por jazz. Hay otras leyendas aún con nosotros, pero ninguna con la visión y vigencia del gran Wayne Shorter, que regresa al Festival de Jazz de San Sebastián el próximo viernes con su inseparable cuarteto, un grupo que transforma la experiencia acumulada desde su formación en 2001 en auténtico oro acústico.

Hablando de experiencia, la de Shorter da vértigo: entre 1960 y 1970 fue pieza clave de los mejores Jazz Messengers de Art Blakey, varios grupos de Miles Davis (desde su legendario quinteto con Herbie Hancock y Tony Williams hasta el que produjo el fundacional Bitches Brew) y Weather Report, que fundó junto a Joe Zawinul y Miroslav Vitous; es difícil imaginar una educación en libertad musical más completa: “sin embargo, lo más importante que tuve para crecer musicalmente en aquella época fue lo que ocurría en el mundo, aquello de lo que estaba siendo testigo socialmente, políticamente, filosóficamente… La pregunta que siempre me he hecho a la hora de crear es: ¿qué falta en la humanidad? El mundo se rige por lo popular, y ese camino siempre está abarrotado, lleno de gente que no va a ningún sitio. Yo elegí tomar el camino menos transitado, porque ese es el camino del explorador”.

Shorter mantiene intacta esa noción de búsqueda, no sólo conceptualmente, sino en la propia forma de los proyectos en los que se involucra: “llevo unos meses escribiendo una ópera con Esperanza Spalding, para la Ópera de Filadelfia. Nos llevará al menos un año más terminarla, y nuestro método de trabajo consiste en explorar, con la firme creencia de que en el arte no existen errores ni mandamientos. Forma, historia, análisis, propósito, objetivo… Queremos agitarlo todo y despertar con ello a la gente que obstaculiza el camino por el que discurre la sociedad, intentando adoctrinarnos sobre cómo debe ser la vida y sobre las decisiones que tenemos que tomar: qué comer, qué decir, quiénes han de ser nuestros amigos y a quiénes debemos rechazar”.

A ese respecto, para alguien que ha experimentado en primera fila la situación de la población afroamericana desde la segunda mitad del siglo XX, los tiempos actuales en EE.UU. resultan oscuros: “hay una enorme fuerza que intenta hacernos retroceder y revertir todo el progreso que hemos alcanzado en relaciones humanas. Pero este forcejeo existe desde hace mucho, y se extiende a la música: el bebop de Charlie Parker y Dizzy Gillespie, por ejemplo, fue también un movimiento social, y en los años 40 muchas radios se negaban a poner esa música. Hoy todo está encasillado: rock’n’roll, R&B, música folk que no es música folk… En el fondo, esto es también una forma de evitar que gente de diferentes culturas interactúe”.

El espíritu rompedor del saxofonista apela a conjugar todos los aspectos del arte, abrir fronteras y ver qué ocurre, “algo así quiero hacer con mi próximo disco: será con mi cuarteto, pero también con la orquesta de cámara Orpheus de Nueva York, y se publicará junto a una novela gráfica de ciencia ficción. El título provisional es Emanon, que es “no name” (sin nombre) al revés, y parte de la idea de que debemos tener cuidado con los nombres, porque a veces trascienden a su significado original, y pueden acabar condicionándolo totalmente”.

Hablando de artistas inspiradores que, como él, tomaron caminos alternativos, menciona nombres tan dispares como Picasso, Pollock, Stravinski, Manuel De Falla, Mary Shelley, Maya Angelou o Carlos Ruiz Zafón, del que se declara fan absoluto, pero casi no cita músicos, mucho menos actuales: “la verdad es que no escucho música. Me sigo nutriendo de lo que hay a mi alrededor; puedo escuchar a alguien en las noticias y sentir el impulso de componer para decir exactamente lo contrario. O simplemente miro por la ventana y veo el mundo… Crear es un desafío y yo intento desafiar constantemente nuestra limitada percepción de la vida”.

Con esta premisa, lo único seguro sobre su concierto en San Sebastián es que será completamente espontáneo: “nunca sabemos qué vamos a tocar, pero habrá algo familiar en ello, porque una pieza musical no concluye nunca. Para mí, ni siquiera la novena sinfonía de Beethoven está terminada. Es una cuestión de perspectiva: no existen los principios o los finales. La música, como nosotros, ha de ser un continuo”.

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