El diablo está del lado de Tequila
La banda, reunida por segunda vez, ofrece un concierto contundente en las Noches del Botánico
Los ejercicios de nostalgia los carga el diablo, pero, a veces, no muchas, a quién vamos a engañar a estas alturas de la vida donde todo huele a marketing, el diablo está de nuestro lado. Del lado del mejor rock and roll, esa música diabólica que armó el belén en la sociedad puritana occidental allá por mediados del siglo XX. Desde entonces, todo es historia. Diversión, desinhibición, un puñado de riffsque atraviesan el cuerpo y ganas de comerse la vida, eso que, según el devocionario de Tequila, pasa fuera de casa, en la calle, en los bares y en las plazas del pueblo.
De hecho, todo empezó con Rock and roll en la plaza del pueblo, la canción con la que Tequila saltó al escenario del festival Las Noches del Botánico, en Madrid. Han pasado ocho años desde la última reunión de la banda, sin el gran y desaparecido Julián Infante, entre otros originarios de la formación. Pero ahí estaba el bloque central, el pilar que sostiene todavía ese nombre legendario del rock en castellano: Ariel Rot y Alejo Stivel. En palabras de Rot, era “un acto poético, de dos amigos de la infancia”. Ellos son Tequila, más el resto de la certera banda que les acompaña por las circunstancias. Y ellos se han jugado el tipo por hacer una secuela de su regreso. Ardua tarea, y atrevida. La nostalgia podía atropellarles. Eran, como visitantes de su propia historia, un uno fijo en la quiniela y en las casas de apuestas, pero, a veces, el diablo está del lado de los que no tienen nada que perder.
Tequila ganó con sus armas de siempre. Anoche fueron rock and roll en la plaza del pueblo y en Madrid, pese a que el tiempo dejaba a todas luces que iba en su contra, como en la de todos. Demostraron que su repertorio, el de esa banda pionera del rock and roll en España junto a Burning y Leño, es inmortal. Es tremendamente difícil encontrar un cancionero en castellano más entusiasta, embriagador y pletórico que el de esta formación argentina que consiguió a finales de los setenta y principios de los ochenta remover a toda la escena española, como un primer amor apasionado y sexual.
Tequila ganó con sus armas de siempre. Anoche fueron rock and roll en la plaza del pueblo y en Madrid
En esa época, ya para los anales y Cuéntame cómo pasó, llegaron con ganas. Y en un Madrid hambriento y deseoso de nuevas experiencias con las que romper el tedio y sepultar la moralidad franquista, lo consiguieron. Venidos de la escuela de los mejores Rolling Stones, con su toque adolescente y pasional, fueron esenciales para el desarrollo del rock en España, abriendo una puerta para el desenfreno del “sábado en la noche”, tal y como cantó Rot en Sábado a la noche con su guitarra rugiendo desmelenada en la noche cerrada en homenaje a Moris, otros pioneros. Eso fue una conquista en los ochenta, y todavía, tal y como está este país precario, lo sigue siendo.
Diversión y ganas de comerse la vida es lo que ayer hubo en la Ciudad Universitaria de Madrid. Tequila dio rienda suelta a sus clásicos. Palabras mayores, aun cuando la nostalgia es mala compañera. Mira esa chica, Matrícula de honor, Mister Jones, Me voy de casa, Quiero besarte o El ahorcado, con ese aire a Nueva Orleans, sonaron contundentes, mucho más que correctas. No había trampa. El rock and roll burlón e inocente seguía vivo en estos tipos que buscan algo de redención en un panorama que no es propicio para ellos.
Si las cosas hubiesen sido distintas en este país, incluso si los propios protagonistas (Ariel y Alejo) hubiesen sido más hábiles en este negocio —uno centrado en una carrera en solitario que nunca despegó y otro a no sé cuantos menesteres ajenos a la creación musical—, Tequila en estos tiempos debería estar llenando pabellones. Tienen todavía actitud y estribillos hipnotizadores —cómo no salir disparado con Que el tiempo no te cambie, Me vuelvo loco o Dime que me quieres, que rayaron anoche el notable—. Cuando sonó Salta, todo se revolucionó. Imaginemos otro país, el nuestro. No sería igual de divertido y gozoso sin Tequila. La nostalgia es un arma poderosa, y todavía tienen puntería para disparar al corazón de lo que nos conmueve. Tequila, ese ejercicio melancólico, tiene al diablo de su lado. Qué suerte.
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