La gran fiesta del toreo y el público moderno en las Hogueras de Alicante
Cinco orejas para El Fandi, Talavante y Cayetano de una mal presentada corrida de Cuvillo
El primer toro de la tarde fue para soñar el toreo. Gran toro. Alegre, bravo, pronto, con todas condiciones para ser de bandera. Pero una cosa es ser toro de bandera y otra ser toro de indulto. Hubo petición para que El Fandi no matara a ese toro, pero la cordura se impuso y las aguas volvieron a su cauce. Por ejemplo, el tercio de varas apenas existió. El Fandi montó una faena de galería, de escaparate. Menos el toreo fundamental, que apenas practicó, lo demás fue un espectáculo variado de muletazos de segundo orden. Rodillazos de entrada, molinetes, circulares, afarolados y demás. De toreo fundamental, menos, Sobre la derecha, con la pierna descargada; sobre la izquierda, algún natural largo, pero pocas más virtudes tuvo aquello. La petición de indulto no prosperó y un pinchazo hondo bastó para que el toro de bandera doblara. Antes de esa faena de tanto escaparate, El Fandi lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas, un quite que fue un manojo de lances, chicuelinas y una media, a estimable velocidad, y lo banderilleó con más ruido que nueces. Al toro, de bandera, le rindieron honores póstumos en el arrastre.
El cuarto fue una raspa de toro con pitones. Jabonero sucio de capa, tuvo escasa presencia. Y también nobleza franciscana. Al trámite del primer tercio, siguió el de banderillas donde el torero hasta cuatro pares. El primero al cuarteo, el segundo al encuentro corriendo hacia atrás y los dos últimos, en bucle, uno al violín y otro cuarteando. La gente bramó. El tendido rugió. Fiesta por todo lo alto. Con capa y muleta, le hizo de casi todo a ese toro. Desde los lances de recibo, hasta el quite por delantales; desde los redondos de rodillas, el toreo de pie, más asentado, hasta pasar a la fase populista. Y ahí fue donde el tendido se entregó ya sin concesiones. El torillo, sin gran clase y sin humillar, nunca negó su entrega. La faena acabó en un destajo por todo lo alto, además de ser muy larga. Bastó una media trasera, pero el toro tardó en rodar y hasta dos avisos le llegaron a El Fandi con el toro contra las cuerdas.
Un toro para la modernidad, el segudo. Tan bonito como justo de presencia. Colorado ojo de perdiz, y un santo varón para la muleta. Y fuerzas las justas. Por varas pasó en silencio, como tocaba. Para Talavante fue como un juguete. En redondo y de rodillas comenzó la faena, que tuvo pocas fases brillantes y demasiado dominio del matador. No humillaba el toro, pero ni falta que hacía para que Talavante lo llevara a su comodidad y capricho. Paseos entre tanda y tanda y labor de tauromaquia moderna. Los clásicos chispazos, la arrucina, los cambios a toro arrancado, cercanías y manoletinas finales mirando a la gente. Con el toro pidiendo la hora, persiguió a Talavante después de un feo metisaca. Luego vino una estocada baja que dejó muy contento al festivo público.
De quinto sorteó Talavante otro torillo, con apenas pitones y fuerza. Y otra faena del siglo XXI. De todo el conjunto, lo mejor fue el toreo sobre la izquierda. Hubo naturales largos, a los tres primeros el toro se entregaba a la muleta pero al cuarto se entregaba a la arena. No daba para más. En todo caso, un juego para Talavante. Abuso de autoridad y poder, en fin. Y demasiada ceremonia para tan poco enemigo enfrente. Los cambiados por la espalda, los parones, algún circular invertido, las miradas al tendido, las salidas arrogantes…, no eran para tanto, aunque la gente siguió rendida a lo que fuera. Faena también muy larga, con aviso antes de perfilarse para matar. Vino un pinchazo y una estocada muy trasera, y otra oreja que subió al marcador.
CUVILLO / EL FANDI, TALAVANTE, CAYETANO
Toros de Núñez del Cuvillo, de escasa presentación; al primero se le dio la vuelta al ruedo en el arrastre, un toro de bandera; el resto con las fuerzas justas, nobles y muy colaboradores. El sexto sacó más chispa. No existió el tercio de varas.
El Fandi: _aviso_ pinchazo hondo (oreja); media trasera _aviso_, _2º aviso_ (oreja).
Alejandro Talavante: metisaca y estocada baja (oreja); _aviso_ pinchazo y estocada trasera (oreja).
Cayetano: estocada fulminante (oreja); dos pinchazos y estocada trasera (ovación).
Plaza de Alicante, 22 de junio. 2ª corrida de Hogueras. Media entrada.
Otro noble, pastueño y casi un calco del toro que hizo segundo, fue el tercero de la tarde. También con las fuerzas muy justas. Otro toro llamado para la modernidad. Las intenciones de Cayetano siempre fueron buenas. La idea de la faena, el concepto, tiraba más hacia lo verdadero que hacia los fuegos de artificio. Pero la intención es una y la realidad otra. No fue faena consistente. Tampoco de mucho reposo. Por momentos pareció que la cosa se le amontonaba; y por otros, parecía salir siempre airoso. El toro, sin acabar nunca las series, colaboró a modo, y Cayetano anduvo a gusto a su manera. Del toreo fundamental, algún natural suelto. Pero faltó continuidad. Algún rodillazo final, para que la gente se volcase más sobre el asunto, y una estocada fulminante. Le pidieron las dos orejas. Con la concedida iba bien servido. El torero se sintió ninguneado y rechazó la oreja. Mal gesto en torero de estirpe. Debiera corregir esas reacciones.
Cerró la corrida un toro de mejor tipo pero feo de cara: bizco del izquierdo y astillado del mismo. Tuvo más chispa, sin pasarse, pero al menos dejó la impronta de ser más enemigo. Cayetano no se aclaró demasiado. A la faena le faltó mando y le sobró algo de barullo. La voluntad no disimuló las carencias de un torero que esta vez nunca se le vio a gusto ante ese toro. Fue el fin mediocre a la gran fiesta de la tauromaquia moderna.
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