Ariana Grande, música para seguir viviendo
La cantante estadounidense convocó en el Sant Jordi de Barcelona a 12.000 personas sin miedo a ser felices
Parecía un concierto normal, aunque la notable presencia policial indicaba lo contrario. Dotaciones de Mossos d’Esquadra patrullaban por las inmediaciones del Sant Jordi, que a aquellas horas recibía en su techo de tortuga gigante los últimos rayos de sol. Un helicóptero roncaba episódicamente sobre el público que se acercaba al recinto de buen humor, sonriente mientras se acercaba a las colas, yuguladas bastantes metros más adelante por el primer control de acceso. Faltaba más de hora y media para el inicio del concierto de Ariana Grande, único en España y quinto tras el atentado de Manchester, donde la muerte sorprendió a 22 de sus seguidores. Ahí descansaba lo excepcional de la visita de la estrella estadounidense a Barcelona, en esos 22 ciudadanos asesinados que ya no podrán demostrarle nunca más su cariño.
Pero el miedo brillaba por su ausencia en las colas. Natalia, 20 años, y su hermana María, de 16, esperaban pasar el control. “Solo tuvimos miedo al pensar que el concierto en Barcelona podía suspenderse, compramos las entradas el segundo día que se pusieron a la venta”. ¿Y vuestros padres? El miedo suele ser cosa de adultos. “Nada; nos han dicho que andemos con cuidado. Además creemos que si ya ha pasado una vez con esta artista no volverá a pasar. Los terroristas atentan en un lugar para que la seguridad aumente donde no lo harán”. Sin duda, habían pensado al respecto, y hoy y aquí estaban en la cola, felices de estar a punto de ver a Ariana: “El miedo no nos impedirá vivir”, dijeron.
Un poco más atrás estaban Berta y Cristina, ambas de 16 años. Su mayor preocupación no era el miedo, sino poder entrar en el recinto un cartel de cartón en el que con letras rosas habían escrito el nombre de la gira, Dangerous Woman Tour. ¿Crees que lo pasaremos?, se preguntaban una a otra. No debajo de la ropa, podía pensarse. Dejaron sus cavilaciones para responder: “No tenemos nada de mied. Lo que ocurrió en Manchester ha hecho que la seguridad aumente hoy, no hay nada que temer. Si hoy pasa algo en Barcelona no será aquí”. ¿Y vuestros padres no os han intentado disuadir para que no vengáis? Con un gesto de su cara dijeron “que lo intenten”, pero con su voz respondieron: “Qué va, nos animaron a venir porque el miedo no nos puede dejar metidas en casa”.
Primer control de acceso. Cinco calles y en los extremos guardias de seguridad con detector de metales, inusuales en conciertos. Una madre, Sonia, 48 años, aguardaba con sus dos hijas y las tres lucían camisetas rosas con el lema One Love Manchester. ¿Dónde las han comprado? "Nos las hemos hecho nosotras, ayer mismo, fue idea de una de mis hijas”. No hizo falta preguntar si sentían miedo, ira o desprecio. En aquel momento la ilusión de ver a Ariana Grande se mezclaba con la tristeza de que 22 de sus seguidores no podrán hacerlo. Solo les faltaba un segundo control, mucho más laxo, y Ariana Grande sería para ellas. Dentro del recinto, tomado por público joven que no lo llenó, apenas 12.000 personas a duras penas, hacían largas colas, estas menos ágiles, para comprar las camisetas de la gira. Un concierto normal.
Y comenzó tarde, con 50 minutos de retraso. Cosas de estrella, se supone. Escenario diáfano, sin los músicos visibles hasta la mitad del concierto y toda la superficie para coreografías con ella encabezando los movimientos de 10 bailarines. Concierto dividido en cuatro partes, con los correspondientes cambios de vestuario, para mayor gloria del pop bailable con pulso urbano e infiltraciones de hip-hop que tiene en Ariana a una de sus portavoces. Rematando el escenario, un telón enorme acogía imágenes de la estrella tamaño Kim Il-Sung, para que se viese mejor su cara de modosita con segundas. Espectáculo elegante aunque poco imaginativo que al estar centrado en Ariana echó en falta más carisma por su parte, una veinteañera encantada de encantar tanto. Locura desatada desde el inicio y primer punto álgido con One last time, instante para que las luciérnagas de los móviles iluminaran el recinto. Emoción contenida y silencio absoluto en la versión Somewhere Over The Rainbow con lazo de duelo en el telón como homenaje a los 22 ausentes. No medió palabra. La vida sigue.
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