Mondrian: de las manzanas a los cuadrados de colores
El museo municipal de La Haya dedica una antológica al pintor que buscaba un arte universal y lo encontró en la abstracción geométrica
Una cesta con relucientes manzanas al óleo recibe al visitante en el vestíbulo del Museo Municipal de La Haya (Gemeentemuseum) que dedica una antológica a Piet Mondrian (1872-1944). Es un bodegón realista típico del siglo XIX, pero el pintor quería algo más: buscaba un arte universal y acabó desembocando en la geometría: lo llamó neoplasticismo. En 1917, año de la fundación de la revista De Stijl, que da nombre al movimiento homónimo, Mondrian trató de describir en sus páginas “la ruta en pos del conocimiento de la verdadera realidad”, que le impulsa hacia la abstracción. Recorrer esa senda le ocupará hasta el final de su vida. Un siglo después, pueden seguirse aquellos pasos a partir de las 300 obras salidas de su paleta que se exponen en la sala holandesa.
El título del catálogo, directo y heroico a la vez, le habría gustado. Dice así: Piet Mondrian, el hombre que lo cambió todo. El de la muestra, El descubrimiento de Mondrian, tampoco se queda atrás y Benno Tempel, director del museo, lo califica de necesario. En el centenario de De Stijl, no podía faltar la mirada de Mondrian. "Pero hemos visto que debíamos ofrecerla a medida que restaurábamos sus cuadros; dan una visión diferente del artista”, asegura mientras los operarios ultiman el montaje de unas salas sin florituras. Con paredes blancas, como el último estudio del pintor en Nueva York, donde solo había cartelas con sus colores de cabecera, rojo, azul, amarillo, y blanco y negro. “Pintó unas 1.200 obras, de las cuales tenemos 300, la mayor colección mundial, y creo que podemos trazar una línea recta entre Van Gogh y Mondrian. Ambos buscaban el arte más puro y son incomprendidos al romper con las convenciones de su época”, asegura Tempel. Los dos fueron además magníficos escritores de cartas. “Y disfrutaban de la vida. No eran un par de monjes aislados de la sociedad. Como Van Gogh en su momento, Mondrian tenía amigos y un círculo de artistas donde relacionarse”.
Ambos eran austeros en su vida privada, aunque Mondrian iba impecable y a la moda, y tampoco desdeñó a las mujeres. Sus primeros clientes eran ricos burgueses que se disputaban los paisajes y retratos que hacía de sus hijas. A estas les encantaba pasear con él y sus biógrafos le atribuyen varias relaciones. Eso sí, rompió con su prometida, Greta Heijbroek, en 1912 y se marchó a París a empaparse del ambiente artístico. Fritz, el padre del pintor, era profesor de dibujo y le pidió que estudiara primero magisterio. Para ganarse la vida, por si acaso. A las inesperadas manzanas que abren la exposición de su famoso hijo sigue una lista de campos de trigo, canales helados, granjas misteriosas, retratos, flores exquisitas y árboles. Una colección interminable de árboles, que empiezan siendo verdes y figurativos, para bañarse luego en azul y violeta y terminar convertidos en líneas grises y verdosas.
Los regulares ingresos de sus primeros años (1892-1907) le permitieron montar un buen estudio y disfrutar del favor de la crítica. Interesado en la teosofía, un conjunto de doctrinas centradas en la sabiduría, entre 1908 y 1911 sus retratos y composiciones florales tienen un toque simbolista. Un buen ejemplo es el monumental tríptico Evolución, con tres mujeres desnudas que apuntan al Cielo y la Tierra: la naturaleza y el espíritu. Intrigado por el cubismo, que no pudo admirar hasta que él mismo organizó en Ámsterdam una exposición con trabajos de Picasso, Braque y Cezanne, el pintor holandés experimentó ya en esa época con líneas y formas angulares. Era 1911, rozaba la cuarentena, y se había hecho un nombre como uno de los mayores innovadores del paisaje con atardeceres naranja, molinos a contraluz, brazos de río de color rosa, árboles rojos y azules, dunas amarillas y turquesa y arboledas azul verdoso. Audaz, pero todavía reconocible para el comprador y coleccionista. Entonces cerró el estudio, se fue a París y empezó de nuevo.
“Un paso valiente, como hiciera Van Gogh, para ser fiel a sí mismo”, explica Tempel. En lugar de buscar la perspectiva que persiste en el cubismo, pasó a la abstracción pura para darle ritmo y equilibrio a la composición. “Al final, sus obras más conocidas, las de la etapa final, son la mezcla del reflejo y absorción de la luz, que es el arte de la pintura. Pueden parecer una sucesión de líneas rectas, pero se ve el ritmo y el movimiento. O como dijo Mark Rothko [el pintor expresionista estadounidense de ascendencia rusa]: 'Mondrian es el artista más sensual que conozco”.
Victory Boogie Woogie y el jazz de Mondrian
En sus autorretratos, Piet Mondrian se parece al compositor estadounidense de ascendencia rusa, George Gershwin. Un cierto aire reforzado por las preferencias musicales del pintor holandés. Tras su etapa en París y Londres, en 1940, Mondrian ya no podía volver a la figuración. Tampoco se sentía seguro en Europa, y viajó a Estados Unidos. La vida en Nueva York le llenó de energía, y la música de jazz, de la que Gershwin, fallecido en 1937, había sido una gran figura, le sirvió de inspiración. Allí empezó su obra postrera: Victory Boogie Woogie. No la pudo terminar, y así cuelga hoy en una sala para ella sola en el Gemeentemuseum, de La Haya.
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