Colombo vino a ganar
Al novillero venezolano le negaron injustamente una oreja tras una actuación pundonorosa ante un bravo novillo
Montecillo / Colombo, Aguado, Serna
Novillos de Montecillo, correctamente presentados, mansones, con movilidad y nobleza. El cuarto, bravo, fiero y encastado.
Jesús Enrique Colombo: pinchazo y estocada (ovación); estocada —aviso— (petición mayoritaria de oreja y vuelta).
Pablo Aguado: bajonazo en los costillares y estocada —aviso— (silencio); estocada (ovación).
Rafael Serna: estocada (silencio); media atravesada y tres descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. Duodécimo festejo de feria. 22 de mayo. Tres cuartos de entrada (18.162 espectadores).
El venezolano Jesús Enrique Colombo se presentaba en Las Ventas, y llegó dispuesto a dejar huella. Vino a ganar, y no paseó una oreja porque el presidente, Javier Cano, se la negó injustamente. Su actuación ante el cuarto novillo, bravo en el caballo, alegre en banderillas y fiero y encastado en la muleta, fue un derroche de pundonor, de vergüenza y de arrojo. No realizó la faena que el animal merecía, pero fue encomiable su actitud. Pecó de celeridad, no es un exquisito, le falta el sello artista, pero le sobró disposición, valor y compromiso con su alta responsabilidad.
Recibió al novillo con verónicas muy estimables, se jugó el tipo con las banderillas y colocó un gran segundo par después de aguantar un arreón tremendo del animal, y trató de frenar con la muleta el vendaval de embestidas, preñadas de movilidad y fiereza.
No era fácil triunfar con un novillo así. Se plantó firme en la arena, no fue capaz de ahormar la faena soñada, pero concitó la atención de los tendidos por su decisión valerosa. Tres bernardinas ceñidísimas y dos pases de pecho dieron paso a una estocada y una mayoritaria petición que el presidente ignoró.
Se lució también a la verónica con el que abrió plaza, que solo aguantó tres tandas antes de negarse a embestir de manera definitiva. A Colombo le faltó reposo y conocimiento; y sentimiento, también, pero esa condición solo está al alcance de unos pocos.
En suma, Jesús Enrique no pasó desapercibido. Se llevó al hotel un par de porrazos fruto de su arrojo, y también la satisfacción de una tarde meritoria. Así debe venir un torero a Madrid.
Caso contrario fue el de los sevillanos Pablo Aguado y Rafael Serna. La impresión que ofrecieron es que venían a no perder, y fracasaron.
A Aguado se le vio desorientado, sin ideas, despegado y desconfiado ante su primer novillo, que no era un bombón, pero tampoco un novillo intoreable. Dio muchos pases sin mando, y la impresión es que estuvo muy por debajo de lo esperado. Salió a por todas en el quinto, se lució con el capote por verónicas, un galleo por gaoneras y en un quite por chicuelinas, pero no dijo nada ante la noble e incansable embestida de su oponente.
Y su compañero Serna pasó desapercibido en su primero, un novillo noble y con calidad, y mostró excesivas precauciones ante el complicado sexto.
¿Y los novillos? Muy interesantes, nada bobos, mansones a excepción del cuarto, nobles y con las orejas colgando para novilleros dispuestos a ganar.
La corrida de hoy
Toros de Valdefresno-Fraile Mazas, para Daniel Luque, Fortes y Juan Leal.
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