‘La viuda negra’: la gran novela de espías sobre el ISIS
La novela de Daniel Silva nos mete de lleno en la lucha de los servicios secretos contra el terrorismo
Hoy les traigo un pecado, un placer culpable, una novela de un maestro de las novelas de espías. Imaginen que les presento al protagonista: Gabriel Allon, mítico espía israelí, reaparece tras una muerte convenientemente fingida para dar caza a un despiadado y listísimo líder del ISIS que se hace llamar Saladino. Imaginen también que Allon no es solo uno de los responsables de la venganza del Mossad contra los terroristas de Septiembre Negro, y un serio candidato a dirigir los servicios secretos israelíes, sino también uno de los restauradores de arte más prestigiosos del mundo. Imaginen, por último, que está rodeado de un equipo impecable de ejecutores, hackers y agentes especializados en las artes más oscuras. Ahora dejen de imaginar, suspendan sus prejuicios y permitan que les cuente tres o cuatro cosas sobre La viuda negra (Harper Collins, traducción de Victoria Horrillo), de Daniel Silva (Michigan, 1960) , decimosexta entrega de la serie de Gabriel Allon y vigésima novela de rey del thriller de espías en EE UU.
El argumento
El ISIS ataca con saña el barrio parisino de Le Marais, reducto judío en la capital francesa, y por distintos motivos Allon es el encargado de dar caza a los responsables. El protagonista es perfecto para la misión: no tiene remordimientos, no busca la redención ni el perdón, mata a quienes considera sus enemigos y tiene décadas de experiencia. Pero la búsqueda en esta ocasión es muy compleja y saben que el tiempo se acaba y que los terroristas van a golpear de nuevo. Por eso los servicios secretos franceses, en coordinación con los israelíes, deciden infiltrar a Natalie Mizrahi, hasta ahora una doctora francesa que emigró a Israel, en el círculo próximo de Saladino, expresión de todo el mal que puede alcanzar el ISIS.
El proceso de transformación de Natalie en Leila, su entrenamiento y su conversión en una fanática musulmana es fascinante; el paseo por los escenarios internacionales, cautivador; las cuitas entre los distintos servicios secretos, divertidas y reveladoras; el sentido del ritmo cultivado a lo largo de los años por Silva, perfecto. Si a esto le añadimos la aterradora idea, quizás la certeza, de que lo que plantea el argumento (es mejor no seguir para no hacer spoilers) es plausible y puede ocurrir en cualquier capital occidental en cualquier momento, ya tenemos un cóctel explosivo.
Gabriel Allon: el espía
Se trata de un hombre que es casi una sombra y con quien uno se puede familiarizar aunque no haya leído otras novelas de la serie. Su aparente perfección (experto en arte, hábil asesino, espía culto que habla cinco idiomas) puede llegar a irritar, pero está muy bien compensado con sus faceta más humana, su amor por su segunda mujer y sus gemelos, su admiración por su mentor y los recuerdos terribles del coste personal que tuvo para él su implicación en la guerra por la salvación de su país. Es hijo de supervivientes del Holocausto y lleva en el nombre su destino: ser el brazo de la justicia para su pueblo.
En una entrevista por la publicación de El espía inglés, Silva aseguraba que “Allon nunca fue concebido como protagonista de una serie. Iba a aparecer en uno de los libros y ya está. Nunca imaginé que iba a escribir un segundo libro suyo, así que imagine 15”.
Daniel Silva y su habilidad para abordar la realidad
Silva era periodista y no publicó su primera novela hasta 1996. Sus thrillers están pegados a la realidad. A través de Natalie Mizrahi, la viuda negra, el lector visita campamentos del ISIS, ve cómo funciona por dentro. Pero también conoce la vida de quienes huyen de sus países por el creciente antisemitismo. Gracias a una trama que se estira sin problemas de ritmo, el lector también comprende otros peligros.
El autor, católico convertido al judaísmo por la vía del matrimonio, conoce a la perfección la realidad de Israel y, lo que es más complicado, sus zonas en la sombra. Las novelas beben de los cientos de horas que Silva ha hablado con los principales encargados de la seguridad de Israel, pero no se nota, no se percibe, solo se disfruta de la precisión, de las localizaciones, de los detalles. También ocurre cuando a menudo traslada la atención fuera de Israel, como ocurre en El espía inglés (también publicada en España por Harper Collins). Como Baldacci, otro de nuestros placeres culpables, ocupa con asiduidad el primer puesto de la lista de The New York Times.
En la vida no siempre las cosas terminan bien. De hecho, no suelen terminar bien cuando hay fanáticos por medio. Por eso, una de las grandes virtudes de las novelas de Silva es que hay buenos que mueren, hay inocentes torturados que nunca vuelven a ser los mismos, hay espías que triunfan y evitan muertes, pero también que fracasan, planes que se van al traste por envidias y líos burocráticos y malos que son más inteligentes que los buenos. En las novelas de Silva, y la Viuda negra es el último ejemplo, está la realidad del mundo convulso en el que vivimos. Y mucho espectáculo, que de vez en cuando no está mal.
Babelia
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