Leica, un viaje a través del siglo XX
Una exposición homenajea con 400 imágenes los cien años de la cámara que revolucionó la fotografía
“¡Clic, clic!”. Este fue el sonido de la revolución, el del disparador de la Leica, la máquina compacta que cambió la historia de la fotografía a partir de 1925, cuando fue presentada en una feria en Leipzig (Alemania). Una década antes, en marzo de 1914, Oskar Barnack, un ingeniero y mecánico de precisión que trabajaba en la empresa de microscopios Leitz, en la ciudad de Wetzlar, también fotógrafo aficionado, había anotado en un diario de taller: "La cámara Lilliput está terminada". Cinco palabras para definir un objeto de 400 gramos, pequeño, silencioso y bonito que venía a enterrar a las pesadas cámaras de placas y con trípode que necesitaban del esfuerzo del autor para acarrearla. La leyenda dice que Barnack era de salud frágil y sufría para llevar la cámara.
A partir del jueves y hasta el 10 de septiembre la exposición Con los ojos bien abiertos. Cien años de fotografía Leica, en la Fundación Telefónica, de Madrid, homenajea a este aparato con casi 400 imágenes tomadas con sus distintos modelos por 100 fotógrafos. A esto se suman máquinas, como la que se vendió en 1925, carteles publicitarios, documentos, película…
Los casi diez años que transcurrieron desde el invento de Barnack a su presentación en sociedad, con el lema Negativos pequeños, imágenes grandes, se explican por la I Guerra Mundial y la reconstrucción de una Alemania destruida. La Leica (acrónimo de Leitz y Camera) provocó un terremoto: los fotógrafos podían realizar 36 disparos seguidos sin cambiar placa alguna, gracias a la adaptación de la película de 35 milímetros que se usaba para el cine. "Se creó un lenguaje visual nuevo. Las fotos se hicieron diferentes, los fotógrafos estaban preparados para disparar en cualquier momento. Y, además, democratizó la fotografía, porque llegó a toda la gente, como ha ocurrido en la actualidad con los teléfonos inteligentes", dice Hans-Michael Koetzle, comisario de esta exposición, que se incluye en la programación del festival PHotoEspaña, que arranca el 31 de mayo.
El éxito de la Leica fue inmediato aunque al principio comprar una costaba 400 marcos alemanes, "mucho dinero para la época, pero se trataba de una inversión porque el aparato podía durar muchos años", añade Koetzle. En 1929 ya se fabricaron 16.000. El comisario apunta otro éxito posterior: "Cuando las mujeres empezaron a usarla, porque era un objeto elegante y tenía la ventaja de que se podía meter en el bolso".
Las imágenes de la muestra, en su mayoría en blanco y negro y en formato pequeño y mediano, conforman un recorrido por el siglo XX. De las vanguardias artísticas a la II Guerra Mundial y los totalitarismos; de la vida cotidiana a la moda más chic, de la fotografía artística a los desnudos. En el comienzo de la sala se exponen algunas fotos que tomó el propio Barnack para probar su Leica; y una rareza, un retrato del artista ruso Rodchenko a un fotoperiodista en la Plaza Roja de Moscú, en 1936. Le siguen imágenes icónicas del siglo pasado, como la de Cartier-Bresson del hombre a punto de pisar el agua en Detrás de la estación de Saint-Lazare (1932), acompañada de una película, de 1956, de poco más de un minuto, en la que se ve a Cartier-Bresson en acción, inquieto, sin parar de disparar su cámara en el Año Nuevo Chino de Nueva York. El francés mostró su amor por esta cámara cuando subrayó que era la "prolongación" de sus ojos y que cada vez que probaba otra, volvía a su Leica.
El fotoperiodismo tiene un papel destacado, con ejemplos como Muerte de un miliciano, de Robert Capa (1936); el beso del Día de la victoria en Times Square (1945), de Alfred Eisenstaedt; el retrato del Che Guevara, de Korda (1960), o los niños gaseados con napalm en Vietnam, de Nick Ut, en 1972.
Con los ojos bien abiertos reserva varias paredes para fotógrafos españoles, como Ramón Masats, con su célebre foto del cura con sotana que intenta detener un chut; y Ricard Terré y sus imágenes de procesiones, entre otros. El final es para las obras y autores más recientes. Como los retratos en gran formato de personajes callejeros del neoyorquino Bruce Gilden o la serie del japonés Araki, de 2006, compuesta por cinco fotos de bellos desnudos de mujeres en blanco y negro titulada, muy justamente, Amor por la Leica.
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