“Yo soy un manipulador”
Íñigo Errejón, Iñaki Gabilondo, Miquel Iceta, George Lakoff, Javier Zarzalejos hablan en un documental, 'Clase valiente', sobre las estrategias del discurso público
¿Quién escribe los discursos de los políticos? ¿Han perdido peso sus mensajes en la era de Internet y las redes sociales? ¿Puede un colectivo o individuo hacerles hablar de conceptos que no han salido de los centros de poder o influencia? Son algunas de las cuestiones que plantea Clase valiente, el poder de las palabras, un documental que es, a la vez, un experimento y que, en un momento de desconfianza generalizada hacia los representantes públicos - los políticos son el cuarto problema para la población, según el CIS- han querido rodar los más desencantados entre los desencantados, un grupo de jóvenes de menos de 25 años.
La obra surgió en las aulas de la Universidad Pompeu Fabra como el proyecto de fin de grado de tres estudiantes de Comunicación Audiovisual. Una productora, Compacto, se interesó en el proyecto y les ayudó a darle un acabado profesional. La película obtuvo el Premio Indie del festival internacional de cine independiente de Albacete y durante el mes de mayo y junio quieren estrenarla en salas de Madrid y Barcelona. “Nuestros amigos estaban hartos de escucharnos en los bares hablando siempre del lenguaje político. Pero creo que parte del desencanto actual hacia la política se debe a lo que contamos en el documental: los políticos hacen un discurso muy separado de la realidad. La película es un experimento para tratar de recuperar el lenguaje político para la gente, participar en la agenda sin sentir que el discurso público es falso, manipulado”, explica Víctor Alonso Berbel, el director, de 24 años. Tenía 22 cuando terminó el documental. Ahora estudia dirección de cine en California.
“Yo soy un manipulador”, dice Luis Arroyo, consultor de comunicación política, en un momento del documental, donde más de 20 expertos y políticos de distintas ideologías debaten sobre los trucos y las carencias del lenguaje que emplean los representantes públicos. Los autores, Berbel, Borja Barrera Allué y Jan Matheu les interrogan sobre cómo introducir un nuevo concepto, precisamente, el que da título a la película, "clase valiente", en mítines y titulares de medios de comunicación. La película termina revelando el resultado de ese experimento.
Entre los especialistas consultados figura uno de los "sabios" a los que el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero recurrió en 2007 para preparar su campaña electoral, George Lakoff, autor del omipresente No pienses en un elefante, manual de cabecera sobre las ventajas de una buena estrategia de comunicación; también los escritores Owen Jones y Chistian Salmon, el líder del PSC, Miquel Iceta, el diputado de Podemos Íñigo Errejón, los responsables de los think tanks detrás de cada partido y especialistas “con licencia de manipulador”, como Arroyo, Miguel Ángel Rodríguez o Jordi Cuminial, quien admite que el control del discurso, la medición estratégica de las palabras han llegado a fabricar “candidatos de cartón piedra”.
“El lenguaje manipula, es un artefacto. Bien utilizado sirve para mucho y mal utilizado, también”, afirma Javier Zarzalejos, de FAES, recién divorciada del PP. “No es lo mismo muertos civiles que daños colaterales; emigrar que movilidad exterior; repago que copago… El eufemismo es un mecanismo fundamental”, explica Estrella Montolió, catedrática de lengua española. Errejón cuenta los riesgos que asumieron al decidir renunciar a dos conceptos bien instalados como el de izquierda o derecha y por qué lo hicieron. "Una de las cosas que más nos costó es que los políticos nos contaran qué conceptos no les habían funcionado, pero al final les tiramos un poco de la lengua", explica Berbel. "Por ejemplo, falló la palabra escrache, no terminó de calar porque fue muy criticado socialmente. Ahora Podemos intenta popularizar la palabra trama. Pero es difícil de entender, y cuando la tienes que explicar hay más posibilidades de que no funcione", añade.
Para Arroyo las técnicas de oratoria siguen siendo “las mismas que hace 2.500 años”, como la anáfora (repetición de una o varias palabras al principio de cada frase) o la tríada (triple enumeración: “Sangre, sudor y lágrimas”). “El 60% de los aplausos en un mitin vienen detrás de una triada”. Pero ahora esas técnicas pueden ser menos efectivas. "La necesidad de contrastar constantemente con el adversario ha generado desconfianza hacia la política. ¿Qué pasaría si Air France se pasara todo el día diciendo que los vuelos de Iberia son inseguros y viceversa? Que la gente al final cogería el tren”.
El escritor Chistian Salmon culpa a la “inflación de relatos políticos” de la “pérdida de confianza en los narradores”. “Internet ha facilitado la conciencia crítica, la capacidad de los internautas para descifrar historias, criticarlas y proponer otras que las pongan en peligro. Hay una especie de guerra de relatos”, explica en el documental.
En la misma línea se sitúa Iñaki Gabilondo, que acusa a los partidos políticos de “ingenuidad” por pretender establecer a primera hora de la mañana “un argumentario, una verdad oficial” sobre lo que ocurre poniendo por escrito las respuestas a las preguntas que creen que les van a plantear a lo largo del día. Para el periodista, ese esquema ya no tiene sentido porque los políticos no pueden anticiparlo todo. “Los medios de comunicación están debilitados en el mar de las nuevas tecnologías. En Internet aparecen voces no controladas por los viejos intermediadores. Esa sociedad valiente está doblando el pulso a los medios de comunicación”. Y añade: "Decirle a la gente que tiene que trabajar para entender es desagradable, pero es cierto. La información abre un primer nivel de conocimiento, pero para pasar a entender tienes que seguir trabajando, leyendo, participando en actos, reflexionando. ¿Qué debe hacer la gente? Lo primero, desconfiar".
Babelia
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