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Lutero te ordena pensar

Una muestra en el Ateneo de Madrid celebra los 500 años de la reforma protestante

Ralph Fiennes en la película 'Lutero' (2003).
Ralph Fiennes en la película 'Lutero' (2003).

La Reforma luterana no fue solo una denuncia contra las corrupciones, la avaricia y el paganismo que se habían adueñado del papado en Roma y extendido por toda la cristiandad. Provocó sobre todo una revolución en las estructuras sociales, la política y la manera de entender desde entonces la teología, la filosofía, la educación e incluso el arte. También obligó a la Iglesia católica a reformarse para sobrevivir y recuperar el prestigio perdido. “La fecha de 1517 es clave en la historia de Europa y del mundo. No solo dio paso a una manera distinta de entender las religiones o la cultura, y también otra manera de leer la Biblia. Dio paso, sobre todo, al imperativo atrévete a pensar”.

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Así opina Ángel Martínez Samperio, uno de los organizadores de la exposición que se abrió este martes para conmemorar los 500 años de la reforma Protestante en el Ateneo de Madrid, ligado desde su fundación, hace 200 años, al protestantismo. El monje benedictino Martín Lutero clavó el 31 de octubre de 1517 sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg (Alemania).

El ateneo conmemora esa fecha con un debate sobre Lutero y con una exposición sobre su tiempo, incluidas varias vitrinas con primeras ediciones de algunos de los libros fundamentales del acontecimiento, entre otras la Biblia traducida al alemán por el propio monje, un hito en la historia del cristianismo. La efemérides se titula ‘El pensamiento moderno y la pintura en relación con la Reforma Protestante’ y en la organización ha sido fundamental la Federación de Entidades EvangélicasEvangélica Española (FEREDE), representante ante el Estado de las iglesias protestantes. Cuenta con 4.000 congregaciones y un par de millones de fieles si se cuentan a los extranjeros residentes en España.

Mariano Blázquez, secretario ejecutivo de la FEREDE, hizo el panegírico del monje reformista, en una evolución personal de monje perfecto (“El suyo fue un monjismo radical”), que empieza perdiendo la confianza en el papado por el escándalo de las indulgencia, y culmina en una manera nueva de ver al hombre y su relación con Dios, la fe, la razón y las iglesias.

Fue la de Lutero una vida que conmueve: su lucha interior, la soledad, sus dudas y certezas, la rabia por una Iglesia corrompida. “En todos sus años de formación nunca le dieron a leer la Biblia”, subrayó el historiador y filósofo José Luis Villacañas, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid. Lo que provoca Lutero es, en su opinión, “una revolución mental”. Con la Reforma, el hombre y el mundo se miran desde fuera, desde el exterior. “El hombre por naturaleza quiere que Dios no sea porque el hombre quiere ser Dios”, señala Villacañas. Es la pulsión de omnipotencia que sumió a la humanidad en un colapso evolutivo, en un callejón sin salida, con un Dios incomprensible, que no podía hablar al ser humano salvo con los castigos y que no ofrecía consuelo ni misericordia, “las dos palabras más repetidas por Lutero”.

En cambio, la modernidad que se inicia con la Reforma y el Renacimiento resitúa al ser humano, que deja de verse desde sí mismo. Además, impidió que la palabra de Dios fuera expropiada al ser humano con la insólita prohibición de leer la Biblia y los castigos que imponía Roma a quienes desobedecían. “Lutero dio una nueva ética a la sociedad”, concluyó Villacañas. También provocó una nueva estética en el arte, como se encargó de señalar, con múltiples ejemplos en pantalla grande, el pintor Miguel Ángel Oyarbide.

El presidente del Ateneo, César Navarro, abrió los actos rememorando la tradición reformista y crítica de la institución que preside y los desencuentros de esta con el pensamiento totalitario, en especial cuando el dictador Primo de Rivera mandó encarcelar a todos sus directivos, encabezados entonces por Gregorio Marañón.

Julianillo en la hoguera

El luteranismo tuvo en España seguidores muy relevantes desde el principio, a veces tachados también de erasmistas, lo que produjo un cataclismo teológico y social, que la Inquisición trató de frenar llevando a la hoguera a muchos de sus promotores y callando de miedo a quienes se salvaban de sus garras. "Vivimos en tiempos tan difíciles que es peligroso hablar o guardar silencio", dijo antes de huir el gran pedagogo Juan Luis Vives. El obispo Carlos López Lozano, prelado en España de la Iglesia Evangélica Reformada, lo subrayó anoche recordando a unos de aquellos mártires, Julián Fernández, famoso como Julianillo. Marcelino Menéndez Pelayo le dedica varias páginas en su imponente Historia de los Heterodoxos, relatando con regocijo nada cristiano cómo fue sometido a tortura y quemado vivo ante una multitud en Sevilla.

Escribe el polígrafo santanderino: "No se habría producido aquel incendio (la difusión del protestantismo en España) sin la ayuda de un singular personaje, el más activo de todos los reformadores, hombre de clase y condición humilde, pero de una terquedad y fanatismo a toda prueba, de un valor personal que rayaba en temeridad y de una sutileza de ingenio y fecundidad de recursos que verdaderamente pasman y maravillan. Este tipo de contrabandista puesto al servicio de una causa religiosa no era sevillano, ni andaluz siquiera, sino castellano viejo, de tierra de Campos. Dicen que era arriero, pero parece más probable que adoptó este oficio para introducir con más seguridad sus géneros de ilícito comercio. Llamábase Julián Hernández, y por la pequeñez de su estatura le apellidaron los españoles Julianillo, y los franceses, Julián le Petit. Su cuerpo era tan macilento, que parecía constar sólo de piel y huesos. Murió como había vivido. Fue al suplicio con mordaza y él mismo se colocó los haces de leña sobre la cabeza, en presencia de mucha gente grave y docta, e de innumerable vulgo".

Con la frivolidad de la que hizo gala tantas veces, Menéndez Pelayo, por lo demás un sabio imponente, contribuyó a la persecución del protestantismo en España, con saña también durante el franquismo, que envió a incontable evangélicos al pelotón de fusilamiento. Sus tesis sobre la Reforma chocaron sobremanera con el pensamiento mayoritario en la Europa de su tiempo y resultan aún más extravagantes ahora que están siendo asumidas y alabadas hasta por el papa Francisco. “El protestantismo no es en España más que la religión de los curas que se casan, así como el islamismo es la religión de nuestros escapados de presidio en África”, llegó a escribir don Marcelino.

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