Crítica Nieve Negra
Mancha sobre fondo blanco
Nieve, crimen, familia. A finales de los años 90, dos extraordinarias películas aunaron este triángulo de elementos de forma y fondo, de color y de dolor, para conformar sendos relatos sobre la fuerza de la avaricia, el peso del pasado, el sinsentido del crimen y la influencia del paisaje: Aflicción (Paul Schrader, 1997) y Un plan sencillo (Sam Raimi, 1998). Lugares inhóspitos, ambiente endogámico, consecuencias trágicas. Un tríptico al que también se apunta la argentina Nieve negra, segunda película de Martín Hodara, con no pocos elementos de unión con aquellas.
NIEVE NEGRA
Dirección: Martín Hodara.
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Laia Costa, Federico Luppi.
Género: thriller. Argentina, 2017.
Duración: 90 minutos.
Con la de Schrader comparte la jornada de caza que todo lo desencadena, los malos tratos paternos, y el natural deterioro mental en la madurez, tras lo experimentado en la adolescencia y la juventud. Y con la de Raimi, la lucha por un dinero común, y la equívoca actitud de una mujer con aspecto encantador y fondo de Lady Macbeth. Hodara, acompañado de una vehemente banda sonora de Zacarías Martínez de la Riva, que le otorga empaque trágico a los interludios aéreos, ha compuesto un guión que paradójicamente va de oscuro en la primera mitad y de demasiado claro en la segunda. Así, la información tarda en desplegarse, y eso está bien, pero, cuando llega, lo hace con demasiada claridad, aunque solo en la superficie: sin apenas margen para el espectador en la unión de flecos de lo ocurrido, pero con demasiadas incomprensiones respecto de las actitudes.
Película con más fuerza visual e interpretativa (glosar a Darín y Sbaraglia es casi una obviedad) que narrativa, Nieve negra apunta ideas, pero no acaba de cristalizar en un thriller de impacto, que se antoja más referencial que auténticamente lúgubre.
Babelia
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