Bach, creyente y ciudadano
Philippe Herreweghe dirige en el Auditorio Nacional una retórica y espiritual 'Pasión según San Mateo'
La música sacra siempre ha mantenido una extraña relación de amor y odio hacia lo profano. Una mezcla de coqueteo y precaución que se circunscribe a la ópera a partir del siglo XVII. Bien lo sabían las autoridades municipales de Leipzig cuando contrataron a Bach en 1723 con la obligación de “componer música religiosa que no se acerque a lo operístico, sino más bien que inspire a los oyentes en la contemplación piadosa”. Se vivía con cierta convulsión en la conservadora ciudad sajona el añadido de arias y conjuntos de instrumentos a los tradicionales corales en la narración de la Pasión del Viernes Santo. Ese escándalo de sentirse en el templo como en un teatro que llevó a una anciana viuda, según un tratado de la época, a exclamar públicamente durante un oficio: “¡Dios nos libre, hijos míos! Si parece que estuviéramos en una comedia de ópera”.
Pero una cosa es adoptar en la liturgia elementos musicales del dramma per musica y otra bien distinta componer una ópera. Bach no lo hizo nunca. Y no porque las circunstancias se lo impidieran, sino por propia convicción. Esto es lo que defiende Philippe Herreweghe (Gante, Bélgica, 1947) en las páginas del libro de Stephan Moens (Versant Sud, 2009). Y lo mantiene a rajatabla en la sala de conciertos. Su versión de la Pasión según San Mateo, de Bach, que dirigió el pasado domingo en un Auditorio Nacional lleno taurinamente hasta la bandera, evitó enredarse en vericuetos dramáticos, como suele hacer su colega John Eliot Gardiner. El belga sigue apostando por un Bach creyente pero también ciudadano. Admira la forma en que contribuyó a su comunidad y trata de mantener su esencia espiritual. Lo hace incluso a pesar de su personal agnosticismo y un entorno tan diferente como una moderna sala de conciertos. Su Bach no conmueve por la expresividad tanto como fascina por los detalles; por esa precisa atención a vestir la palabra cantada y a mantener un discurso coherente donde cada repetición o cada pausa adquiere su propio significado. Una fascinación por la retórica que Herreweghe aplica a Bach, pero también a Brahms o Bruckner en un planteamiento tan personal como intemporal.
Herreweghe combinó tempi raudos con una severa articulación moneda común en la interpretación historicista. Pero su sonido nunca resultó cortante ni áspero; mantiene una sana corporeidad y equilibrio ideales incluso en los números corales masivos donde se podía seguir perfectamente el texto cantado; gracias también a la novedad de disponer de una pantalla con subtítulos bilingües que podía leer la mayor parte del público. El director belga tiene en el Collegium Vocale Gent un instrumento ideal para sus fines. Lo dispone en severa simetría de dos coros y dos orquestas con dos continuos, tal como indica Bach en su partitura manuscrita. Aunque mantiene sus propias ideas acerca del número de cantantes utilizados (34 en total) y sus funciones como solistas. Hoy sabemos, entre otros por el libro de Daniel R. Melamed (Oxford University Press, 2005), que Bach utilizó simplemente cuatro cantantes para cada uno de los dos coros que participaban como solistas en las poéticas reflexiones de las arias, pero también conformaban los coros y los corales e incluso que el tenor y bajo del primer coro hacían de Evangelista y de Jesús (al igual que sucedía con otros personajes) en la narración de la Pasión.
PASIÓN SEGÚN SAN MATEO
De Johann Sebastian Bach
Collegium Vocale Gent
Dirección: Philippe Herreweghe
Centro Nacional de Difusión Musical
Auditorio Nacional, 9 de abril.
Está claro que tanto el Evangelista como Jesús ganan mucho con solistas dedicados a su interpretación. Aquí destacó más la honda versión de Florian Boesch en el segundo que el lirismo narrativo de Maximilian Schmitt en el primero, a pesar de que el tenor alemán fue ascendiendo en entrega e implicación. Del resto destacó una convincente homogeneidad sin fisuras, aunque brillaron por encima del resto en sus respectivas arias el contratenor Damien Guillon y los tenores Reinoud van Mechelen y Thomas Hobbs. Quizá lo mejor de la noche fue el aria Aus Liebe will meine Heiland sterben, cantada con intensa desnudez por la soprano Dorothee Mields junto a un trío instrumental de lujo formado por el flautista Patrick Beuckels y los oboístas Marcel Ponseele y Taka Kitazato. Pero los conjuntos fueron impresionantes, especialmente en la segunda parte que culminó con ese bellísimo “descanse en paz” a ritmo de zarabanda que proclama el coro final “Wir setzen uns mit Tränen nieder”. Tras escucharlo muchos nos quedamos doblemente sobrecogidos al conocer la triste noticia del fallecimiento de Carme Chacón.
Babelia
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