Pinceladas de cine desde Trinidad y Tobago
Peter Doig, uno de los artistas más cotizados del mundo, expone en Málaga 166 carteles de películas
El artista Peter Doig (Edimburgo, 1959) fijó su residencia en 2002 en Trinidad y Tobago, país en el que había pasado parte de su infancia. Tiene su estudio en una antigua destilería de ron de Puerto España, la capital, y parte del espacio está habilitado como cineclub para que los habitantes de la isla tengan acceso a películas difíciles de encontrar en una sala comercial. Las proyecciones son ahora puntuales, pero tuvieron periodicidad semanal hasta 2011 y eran anunciadas con carteles pintados por Doig. Elegía un elemento representativo de cada filme y lo plasmaba para intentar suscitar el interés del público.
No ha hecho un póster de todas las cintas visionadas en su studiofilmclub, pero la colección es amplia y 166 de los títulos se exhiben en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga, que acoge hasta el próximo 25 de junio la primera exposición individual en España del artista escocés. La idea saltó tras ver un documental sobre el thriller jamaicano The harder they come (1972), película que estrenó el cineclub. “Vinieron unas 50 personas y ahí empezó esta aventura”, ha contado Doig este viernes durante la presentación de la muestra.
El primer cartel, que abre el montaje, está dedicado a Orfeo negro, cinta de 1959 del francés Marcel Camus. El autor reutilizó una pintura que había empezado hacía un tiempo y el resultado fue un hombre de raza negra sentado en una canoa y reflejado en el agua. Este tipo de embarcación es uno de los recursos iconográficos de Doig que han contribuido a convertirlo en uno de los artistas vivos más cotizados del mundo. Su obra White canoe (1990-91) alcanzó un precio en subasta en 2013 de 10,4 millones de euros. Swamped (1990) se vendió en 2015 por 24,2 millones de euros.
El pintor ha confesado que le resulta “difícil” hablar de su relación con el mercado del arte. “La exposición de los carteles refleja que trabajo con total libertad, sin presión. El único objetivo de esto es atraer al público para ver las películas”, ha añadido. Estos óleos le permiten, además, mostrar su trabajo en el país donde vive, muy limitado para acceder a su obra por los requisitos que se exigen a una sala para albergar lienzos del nivel de los suyos y por el coste de los seguros.
Sus murales de cine se han mostrado en ciudades como Zúrich y Berlín, pero la exposición del museo malagueño, llamada también studiofilmclub, es la más ambiciosa por el número de obras. Se ha montado con la colaboración de varios coleccionistas privados. La imagen del catálogo es el cartel de Cría cuervos (1975), de Carlos Saura, y la filmografía de Pedro Almodóvar está presente con Todo sobre mi madre (2005) y Volver (2007), con una Penélope Cruz frágil y retratada al estilo del pintor. “La película es una disculpa para explorar territorios imaginarios”, ha subrayado Fernando Francés, director del CAC Málaga y comisario de la exposición. Son lienzos que revelan un mundo imaginario, que se mueven entre la descripción y la invención.
Doig, con estos pósteres, pretendía “agitar sentimientos”. Hay títulos para todos los gustos, algunos de culto. El tercer hombre (1949), Escrito sobre el viento (1956), Lolita (1962), Grizzly man (2005), Belle de jour (1967) o Blue velvet (1986), representada con una oreja en el centro de la lámina. En la pintura de Taxi driver (2004), Robert de Niro conduce mientras Martin Scorsese le habla desde la parte trasera del coche, y Elizabeth Taylor luce vestido ajustado, piel amarilla y ojos oscuros, no violeta, en el cartel de La gata sobre el tejado de zinc (1958). El misterio envuelve todas las imágenes, con claras referencias a la pintura de Doig.
El artista calcula que tiene pendientes unos 150 carteles de los filmes que se han proyectado en su cineclub y su intención es hacerlos. Será fiel a su estilo, que él ha descrito como “de ida y vuelta”, sin una evolución lineal. Su studiofilmclub sigue funcionando, la última película proyectada ha sido Moonlight (2016), ante unas 400 personas. Pero lo importante no es la afluencia masiva de público, sino la “experiencia colectiva” en la que se convierte cada cita.
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