“Poner límites al humor es ponerlos al pensamiento”
Alex de la Iglesia se reúne con los lectores de EL PAÍS para hablar de su modo de entender el cine y de su última película, ‘El bar’
Amante de los extremos, de lo grotesco, del movimiento, de lo irregular y lo excesivo. Así es Álex de la Iglesia y así son sus películas. “Estoy harto de las varas de medir. No sé en qué momento alguien decidió que lo bueno era la sensatez, el equilibrio”, apuntó este miércoles en un apasionado discurso que dejó mudo al público que acudió al teatro Luchana de Madrid para escuchar al directos vasco. Un diálogo en el que repasó sus inicios en el campus de Deusto, el descubrimiento constante en sus primeras películas, y el exceso llevado al límite en su último estreno, El bar. Los lectores de EL PAÍS tuvieron oportunidad de preguntar al cineasta cuestiones como si le molestan las críticas. “Me afectan, pero nunca me ha cabreado ninguna”, aseveró. El coloquio dentro del programa EL PAÍS + estuvo moderado por el periodista de EL PAÍS Gregorio Belinchón.
Autor de lo que definió como “terrorismo humorístico” y aspirante a “dadaísta y amante de lo absurdo” el director habló sobre los límites a la hora de realizar comedia y la censura que impone la sociedad. “Vivimos en una perfecta libertad de expresión en la que todos cargamos con una losa que nos impide hacer cosas que puedan molestar”, argumentó. Aun así, él aseguró no sentirse “constreñido por la corrección política”. El autor profundizó en su relación con la comedia y aseguró que en una época en la que todos buscamos certidumbres, él opta por el humor: “Poner límites al humor es ponerlos al pensamiento”.
Una muestra de ello es su última película, que encierra a un grupo de desconocidos en un bar del centro de Madrid ante la amenaza de un francotirador que asesina a todo aquel que se atreve a salir. Una historia que lleva a los personajes al límite y en la que el miedo hace aflorar las verdaderas esencias de cada uno. “Es una especie de Divina Comedia en la que descienden a los infiernos para darse cuenta de que solo uno mismo es el que puede generar el cambio”, explicó su creador.
La película está rodada en un escenario con paredes móviles ante la negativa de uno de los dueños del famoso bar El Palentino: “No es la primera que intentó rodar allí. La dueña de por las mañanas está de acuerdo pero el de por la tarde no, él es más de la nouvelle vague. De todos modos, grabar esta película allí hubiera sido imposible técnicamente”. El director mostró su amor por Madrid: “El hecho de que no pretenda ser una ciudad agradable, probablemente la haga más acogedora”.
De la Iglesia rememoró sus inicios con actores como Álex Ángulo o Mariví Bilbao o con cineastas como Enrique Urbizu. Y recordó su primer largo, Acción mutante. “Gracias a ese rodaje descubrimos el mundo del cine de sopetón. Cada día había que resolver mil problemas”. Tras dos decenas de películas, admitió que no es consciente de haber desarrollado un estilo propio y cuando se pone a escribir un guión no piensa en su impronta. “Siempre intento huir de la manera en la que ya he escrito antes las cosas”.
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