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Polonia reescribe su historia de la II Guerra Mundial

Un instituto oficial publica una lista con casi 9.000 guardias de Auschwitz, casi todos alemanes, que siembra dudas entre los historiadores

Guillermo Altares
Guardias de la SS en el campo nazi de Auschwitz.
Guardias de la SS en el campo nazi de Auschwitz.Yad Vashem

¿Se puede ser víctima y verdugo en un mismo conflicto? Polonia se enfrenta desde hace años a ese dilema: fue uno de los países que más sufrió en la Segunda Guerra Mundial, pero, a la vez, ciudadanos polacos cometieron actos atroces contra judíos durante el conflicto. Sin embargo, los historiadores que han tratado de sacarlos a la luz se han enfrentado a duras campañas, incluso a problemas legales, desde la llegada al poder del Gobierno ultraconservador de Ley y Justicia (PiS). El Instituto Polaco de la Memoria Nacional (INR), promovido desde el Estado, difundió  recientemente en su web los nombres de casi 9.000 guardias que trabajaron en el campo de exterminio nazi de Auschwitz. La lista ha sido bien recibida por historiadores y juristas, que consideran que representa una oportunidad para señalar y perseguir a los perpetradores, pero también ha generado ciertas dudas sobre las motivaciones políticas que esconde.

"Las autoridades polacas están llevando a cabo una política histórica radical, que tanto dentro como fuera del país presenta una visión muy idealizada del pasado nacional", explica el historiador Jan Grabowski. Polaco exiliado durante la dictadura comunista, hijo de un superviviente del Holocausto, profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá) y uno de los grandes historiadores del exterminio, Grabowski ha publicado un libro sobre el antisemitismo en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, Caza de judíos. Traición y asesinato en la Polonia ocupada por los nazis, traducido a varios idiomas y que recibió en 2014 el premio Internacional del Yad Vashem, institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto.

La positiva recepción internacional de su ensayo, sobre todo en Alemania, provocó un aluvión de críticas por parte de la web ultraconservadora Fronda.pl, contra la que ganó una querella por difamación. Ese mismo medio calificó de “antipolaca” la película Ida, ganadora del Oscar en 2015, que también trataba el antisemitismo en la Polonia ocupada por los nazis. Jan T. Gross, profesor de la universidad estadounidense de Princeton y gran pionero en el estudio del antisemitismo polaco con su libro Vecinos, padeció también una ofensiva desde el Gobierno –con amenazas de querellas por parte del fiscal general incluidas– por haber escrito que “los polacos mataron más judíos que alemanes durante la guerra”.

“De acuerdo con un número interminable de declaraciones, conferencias y publicaciones apoyadas por las autoridades polacas, la principal característica de esa sociedad durante el Holocausto fue la ayuda que proporcionaron a sus conciudadanos, judíos perseguidos. Eso es, naturalmente, totalmente falso”, prosigue Grabowski desde Ottawa en una entrevista por correo electrónico. "En Polonia existía muy poca simpatía hacia los judíos que estaban siendo asesinados en masa, y la gente que se arriesgó a ocultarlos se enfrentaba ante todo a una posible denuncia por parte de sus vecinos".

Preguntado sobre si los historiadores que tratan estos asuntos sensibles pueden acabar siendo perseguidos en Polonia, respondió: “Todavía no, pero el Parlamento está tramitando una ley sobre la historia que impondrá penas de hasta tres años de prisión a quienes se atrevan a sostener que la sociedad polaca fue cómplice con la Shoah". Esta norma prevé también la persecución de aquellos que utilicen la expresión "campos de exterminio polacos" en vez de "campos de exterminio nazis en Polonia". Históricamente, no hay duda de que la segunda expresión es la correcta, porque los polacos no tuvieron nada que ver ni con la instalación ni con el funcionamiento de estos campos de la muerte. Sin embargo, el debate no está en torno a lo que ocurrió en los seis campos de exterminio nazis en Polonia –Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Auschwitz-Birkenau (parte del complejo de Auschwitz) y Majdanek–, sino a lo que ocurrió fuera de ellos, que es lo que narran Gross o Grabowski en sus obras.

Cazas de judíos

En Caza de judíos, el historiador asentado en Canadá se basa en documentos de diferentes archivos que recogen procesos en los que se juzgaron casos de crímenes antisemitas durante la ocupación, perpetrados por ciudadanos polacos. Narra también lo que se conoció como Judenjagd, o Cazas de judíos, cometidas casi siempre por polacos, en las que participaron desde bomberos hasta campesinos. Según Grabowski, fueron asesinados así más de 200.000 judíos.

Para muchos observadores, la publicación de la lista de guardias de Auschwitz se enmarca en esta polémica porque la inmensa mayoría de los nombres que aparecen en ella son alemanes. En cambio, según el Instituto Polaco de la Memoria Nacional, el objetivo es señalar a los culpables del peor centro de la muerte del Holocausto, en el que fueron asesinadas 1,1 millones de personas, la inmensa mayoría judíos, y subrayar el fracaso de la justicia internacional en la persecución de los crímenes nazis. "Hemos publicado la lista más amplia y creíble con datos de los SS que trabajaron en Auschwitz, que incluye 8.502 nombres de guardias. Han sido necesarios años de investigación", señalan fuentes del Instituto. “El sistema internacional de justicia ha fracasado en la persecución de los crímenes que se cometieron en Auschwitz. La mayoría de los culpables nunca fueron procesados”.

En cuanto al hecho de que todos los nombres que aparecen en la lista sean alemanes, las mismas fuentes responden: “Todos los guardias de las SS eran alemanes y sus orígenes y familias eran comprobados por una oficina especial, responsable de la pureza racial de las SS en la Alemania nazi".

Efraim Zuroff, uno de los últimos cazadores de nazis, responsable de la oficina en Jerusalén del Centro Simon Wiesenthal, afirma: “En principio, es positivo que se haya difundido la lista, aunque el motivo real es aparentemente político y forma parte de una campaña del Gobierno polaco para enfatizar que Auschwitz era un campo nazi, no polaco, y que no sirvió allí ningún polaco”. Zuroff asegura que, efectivamente, la mayoría de los guardias de Auschwitz eran alemanes, aunque también había Volksdeutsche, personas de origen alemán que vivían en Europa del Este. La lista, recalca, es importante desde un punto de vista penal, porque una legislación alemana reciente decreta que el solo hecho de haber trabajado en un campo de exterminio es un delito en sí, cuando antes había que demostrar que se hubiese participado en crímenes concretos.

En otras palabras, antes había que demostrar con testigos y documentos que habían cometido asesinatos, ahora basta con demostrar que estuvieron en Auschwitz. En cualquier caso, tanto la lista como la polémica llegan muy tarde para los verdugos, la mayoría de los cuales han muerto sin haber sido procesados, y sobre todo para las víctimas de uno de los periodos más negros de la historia de la humanidad, que nunca acaba de cerrarse.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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